
Entre mates, feria autogestiva de ropa, comida, agendas y otros materiales, se fue armando el círculo para tejer una nueva trama.
Aquella que visibiliza, conmueve, emociona. Aquella que pone palabra a lo que muchos quieren que no escuchemos.
Texto: Colectiva Pandora
Fotos: Merlina Muller
Que pone vida a aquello que muchos quieren que no veamos. Esa trama de experiencias, vivencias y sentires que nos interpela en lo más profundo y hondo de nuestros privilegios heteronormativos y biologicistas. Aquellos, que de tan naturalizados, creemos que todos y todas podemos disfrutar, como ser el acercarse sin ningún tipo de miedo o vergüenza, a una sala de salud por una molestia, pedir una medicación sin ser atacado o atacada; poder estudiar y terminar la escuela secundaria; en fin, poder vivir una vida plena y sin miedos de que la misma se apague cuando pasamos los 30 y pico.
De eso trató el Conversatorio Salud Travesti que llevamos adelante con Pandora en la Casa Popular Diana Sacayán en la localidad de San Justo. Que las compañeras den cuenta, a partir de lo vivido en primera persona, de las desigualdades del acceso a un derecho tan fundamental como lo es el derecho a la salud.
Armada la ronda comenzó Morena González a contar su historia. La discriminación y expulsión familiar en Paraguay, lo duro de tener que afrontar discriminaciones y violencias ya estando en Buenos Aires; pero también lo esperanzador de encontrar un espacio de escucha, un grupo de contención y unas compañeras que estén allí cuando se las necesita, como lo es el grupo que conforman en la casa de Diana y Lohana en González Catán.
El estigma y la expulsión que viven las personas travestis trans hacen que transiten muchos años de su vida en constante soledad. Y la soledad enferma. Como lo manifestó Alma Fernández en parte de la charla. La soledad, la marca, el estigma de “no encajar” en ese molde preestablecido de ser varón o ser mujer. Y la consecuente violencia que se ejerce sobre las disidencias. “Si te dan una sala después de tanto pelear, te dan la más oscura, la más fría, la más alejada”, sostiene Alma al momento de ejemplificar algo que, quienes gozan del privilegio de la heterosexualidad, no lo dimensionan porque no lo viven.
Dania D´Ovidio es psicóloga, trabaja en el consultorio de diversidad sexual en La Matanza y también participa de la Casa de Diana y Lohana. Ella sostuvo lo precario que es el sistema de salud en general y mucho más cruento y expulsivo con las personas travestis trans. “Pudimos, por buena voluntad de quienes trabajan en el consultorio, extender el horario de atención en algunas especialidades porque antes atendíamos sólo hasta las 14 horas y las compañeras no hacían tiempo de llegar”. Ese no llegar incluye no sólo el tema de horario sino también el costo del boleto, la realidad en el marco de una crisis económica y social que ataca con mayor crudeza a los sectores populares y aún más a las personas travestis trans. Como sostuvo Morena, “muchas nos vemos obligadas a ejercer la prostitución porque no tenemos otra manera de poder hacer dinero y no podemos ir al consultorio a la mañana después de haber estado toda la noche parada”. Y aquí queda en resonancia la ley de cupo laboral travesti trans que aún muchos municipios no han promulgado para dar una salida laborar efectiva a este sector tan invisibilizado y violentado por el sistema prostituyente.
Alma Fernández vive en la ciudad de Buenos Aires y da cuenta de cómo entre las compañeras travestis arman estrategias para acercar la salud a la mayor cantidad de personas: “muchas veces vamos a la zona roja de CABA con las vacunas antigripales porque las compañera no pueden dejar de trabajar. Tienen que pagar el hotel o la pensión, o tienen que comer y no pueden dejar de ir a la noche, no pueden enfermarse. Pareciera que ser pobre y enfermarse termina siendo un privilegio. Y las travestis no podemos darnos ese privilegio”.
Resignificar el ser Travesti
En la charla también se habló sobre lo que significa ser Travesti. Las marcas y las exclusiones que aún viven las compañeras y los prejuicios que la sociedad tiene y que muchas veces los lleva a la práctica con violencia. Dania manifestaba, desde su lugar de profesional de la salud, que falta una mirada integral sobre el derecho a la salud de toda la población, y que eso debe incluir a las travestis trans y todas las disidencias.
Caso contrario se recae en la buena voluntad de algunas profesionales y eso tampoco es lo correcto. Pero ante la nada, queda esa referencia y hay que sostenerla. Como afirmó Alma ante la pregunta de qué necesitan desde la salud hacia las personas travestis trans. Fue muy concreta: “necesitamos medicas travestis, para que entiendan lo que nos pasa por el cuerpo”.
La charla transitó otros temas, pero que hacen a la salud integral de la persona, como por ejemplo la soledad, la exigencia de un cuerpo estereotipado, la expulsión familiar, el rechazo social, las niñeces travestis trans y el presente de la población travesti trans, la imposibilidad de un trabajo registrado. En esto último Alma planteó la necesidad de decretar la emergencia nacional travesti trans para poder lograr que esa estadística fatal de una expectativa de vida de 35 años, pueda ampliarse a más años.
Como lo ejemplificó Morena, cuando contó que la semana anterior estaba enferma y que pensaba automáticamente en que se iba a morir, y le dijo a las personas que estaban allí: “piensen si a ustedes le dicen que las mujeres a los 40 años se mueren, ni van a querer cumplir años, ni enfermarse ni nada, ante cualquier cosita van a estar pensando en que se mueren”. Lo cierto, y triste, es que esto sucede y que las personas travestis trans sufren tanto la violencia y exclusión que viven a diario con el fantasma de la muerte, o por acercarse a ese número fatídico o también por la violencia que ejerce la sociedad machista sobre estos cuerpos que rompen la norma del binarismo establecido.
Quienes estuvieron presentes en el local de la calle Ombú 3556 escuchaban atentamente el transitar de historias, vivencias, anécdotas (algunas tristísimas como otras de alegría y festejo); tomaban apuntes y se podía imaginar en las miradas cruzadas algunas reflexiones internas sobre lo distante que muchas veces estamos de otras realidades y los privilegios con los que se cuentan, más allá de que las desigualdades nos cruzan a todas y todos.
Por último, se habló del orgullo de usar la palabra travesti. Tanto Alma como Morena sostuvieron que ellas se autoperciben como travestis, que resignificaron esa palabra y que ya no es como en décadas pasada donde era algo que ocultar y se prefería usa otras palabras o se utilizaba como un insulto el hecho de ser travesti: “Somos orgullosamente travestis”.
Quedó la trama, esa que unifica, acompaña, contiene. Será cuestión de continuar tejiendo esa trama para que esta realidad que cala hondo en un sector de la población cambié, de raíz, para que deseo de ser sea en pleno ejercicio de todas las libertades y todos los derechos, bajo la percepción que cada persona quiera tener, y que los derechos más fundamentales como lo es el derecho a la salud, sea una realidad y no un privilegio.