Sin límites – Vivir en este País
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Cada día que pasa se hace más difícil vivir en este país, situación que lejos de ser reciente ha afectado, en distintas épocas, a muchas generaciones de argentinos.
Lo novedoso del caso es que, en democracia, ya no le podemos echar la culpa a nadie, sino a nosotros mismos, que se supone que somos los principales responsables de los resultados electorales, siempre y cuando, claro está, los mismos respondan a la realidad, cosa que últimamente está siendo seriamente cuestionada, por lo menos en lo que hace a la cronología de la carga de datos, materia en la que ya se han comprobado serias fallas, las que han permitido celebrar triunfos, a la fecha y hora que importaban, a los que en realidad habían perdido.
Francisco Jorge Martínez Pería. Abogado.
fjmartinezperia@gmail.com
Y si no, como entender que más o menos un tercio del país haya votado a los que “ se robaron todo” y otro tercio a los que están haciendo lo propio ahora, sólo que de una manera mucho más transparente y oficial, aprovechando que la Oficina Anticorrupción se encuentra cerrada por vacaciones por tiempo indeterminado (quien lo hubiera dicho hace unos años cuando la garra denunciadora de su titular no había devenido en su sospechosa mansedumbre actual ) y que una gran cantidad de fiscales y jueces sólo se sienten obligados, al parecer, a tramitar “hasta las últimas consecuencias” todas aquellas denuncias contra la corrupción “K”, pero no reproducen para nada el mismo entusiasmo para emprenderla contra la corrupción “M”, que como queda dicho, es mucho más rampante que la anterior, entre otras cosas, porque para eso ya tienen varios ejemplos de lo sucedido a colegas que lo han intentado infructuosamente y con lamentables consecuencias para ellos.
Tampoco podemos olvidar, en materia de responsabilidad ciudadana solidaria, al otro tercio que insiste en transitar una supuesta avenida del medio, cada vez más angosta, ignorando, de manera patética, que en toda nuestra historia sólo han existido, en sus distintas variantes, dos proyectos de país, el “civilizado”, neocolonial, entreguista, corporativo, anti popular y enemigo de la integración latinoamericana, que nuevamente nos está acogotando y el “bárbaro”, que si bien es cierto, nunca ha sido perfecto, por lo menos tiene aspiraciones más nobles y ha intentado políticas más acordes con los intereses nacionales, populares y de la Patria Grande.
Tampoco podemos olvidar nuestra historia más reciente e ignorar que todos los golpes militares sucedidos en el siglo pasado contaron con la complicidad de demasiados políticos, empresarios, medios de comunicación, jueces, periodistas, intelectuales y con el apoyo de grandes sectores de la población que se proclamaban “derechos y humanos” y que después adujeron no haber sabido nada de lo que realmente estaba pasando y que finalmente, ya consolidada la democracia, se sumaron al partido que se presentaba como la derecha moderna y democrática y como la forma perfecta de la “anti política”.
Basta con ver la violencia simbólica y no tanto, con que estos “modernos” paladines de la República, siguiendo las instrucciones de su impresentable mentor intelectual, atacan, demonizan, denigran y persiguen sistemáticamente a sus adversarios políticos para comprender que en realidad representan las formas más retrogradas y deleznables de la política tradicional, aquella del “fraude patriótico”, de los patrones de estancia, de los caudillos conservadores y la “policía brava” al servicios de los poderosos, de la que casi podrían reivindicarse como sus naturales herederos.
A este gobierno que tiene el apoyo irrestricto de las corporaciones económicas, de los medios de comunicación hegemónicos, de gran parte de la justicia, de aquellos funcionarios políticos y dirigentes sindicales que no son de su mismo signo, pero que necesitan angustiosamente del apoyo financiero nacional para gobernar sus territorios y organizaciones y del poder imperial, que no se la hace fácil, pero que tampoco lo va a desestabilizar, como lo hace con los pocos países latinoamericanos que aún resisten el torbellino neoliberal desatado desde ese poder, sólo le falta acrecentar un tanto la cuota de apoyo popular que consiguió hasta ahora, mintiendo descaradamente y demonizando a sus adversarios, para no tener más límites, como tampoco lo tendrá la responsabilidad ciudadana de aquellos que contribuyan a ello, ahora que ya no pueden negar que saben muy bien de que se trata.
Sin límites – Vivir en este País
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Cada día que pasa se hace más difícil vivir en este país, situación que lejos de ser reciente ha afectado, en distintas épocas, a muchas generaciones de argentinos.
Lo novedoso del caso es que, en democracia, ya no le podemos echar la culpa a nadie, sino a nosotros mismos, que se supone que somos los principales responsables de los resultados electorales, siempre y cuando, claro está, los mismos respondan a la realidad, cosa que últimamente está siendo seriamente cuestionada, por lo menos en lo que hace a la cronología de la carga de datos, materia en la que ya se han comprobado serias fallas, las que han permitido celebrar triunfos, a la fecha y hora que importaban, a los que en realidad habían perdido.
Francisco Jorge Martínez Pería. Abogado.
fjmartinezperia@gmail.com
Y si no, como entender que más o menos un tercio del país haya votado a los que “ se robaron todo” y otro tercio a los que están haciendo lo propio ahora, sólo que de una manera mucho más transparente y oficial, aprovechando que la Oficina Anticorrupción se encuentra cerrada por vacaciones por tiempo indeterminado (quien lo hubiera dicho hace unos años cuando la garra denunciadora de su titular no había devenido en su sospechosa mansedumbre actual ) y que una gran cantidad de fiscales y jueces sólo se sienten obligados, al parecer, a tramitar “hasta las últimas consecuencias” todas aquellas denuncias contra la corrupción “K”, pero no reproducen para nada el mismo entusiasmo para emprenderla contra la corrupción “M”, que como queda dicho, es mucho más rampante que la anterior, entre otras cosas, porque para eso ya tienen varios ejemplos de lo sucedido a colegas que lo han intentado infructuosamente y con lamentables consecuencias para ellos.
Tampoco podemos olvidar, en materia de responsabilidad ciudadana solidaria, al otro tercio que insiste en transitar una supuesta avenida del medio, cada vez más angosta, ignorando, de manera patética, que en toda nuestra historia sólo han existido, en sus distintas variantes, dos proyectos de país, el “civilizado”, neocolonial, entreguista, corporativo, anti popular y enemigo de la integración latinoamericana, que nuevamente nos está acogotando y el “bárbaro”, que si bien es cierto, nunca ha sido perfecto, por lo menos tiene aspiraciones más nobles y ha intentado políticas más acordes con los intereses nacionales, populares y de la Patria Grande.
Tampoco podemos olvidar nuestra historia más reciente e ignorar que todos los golpes militares sucedidos en el siglo pasado contaron con la complicidad de demasiados políticos, empresarios, medios de comunicación, jueces, periodistas, intelectuales y con el apoyo de grandes sectores de la población que se proclamaban “derechos y humanos” y que después adujeron no haber sabido nada de lo que realmente estaba pasando y que finalmente, ya consolidada la democracia, se sumaron al partido que se presentaba como la derecha moderna y democrática y como la forma perfecta de la “anti política”.
Basta con ver la violencia simbólica y no tanto, con que estos “modernos” paladines de la República, siguiendo las instrucciones de su impresentable mentor intelectual, atacan, demonizan, denigran y persiguen sistemáticamente a sus adversarios políticos para comprender que en realidad representan las formas más retrogradas y deleznables de la política tradicional, aquella del “fraude patriótico”, de los patrones de estancia, de los caudillos conservadores y la “policía brava” al servicios de los poderosos, de la que casi podrían reivindicarse como sus naturales herederos.
A este gobierno que tiene el apoyo irrestricto de las corporaciones económicas, de los medios de comunicación hegemónicos, de gran parte de la justicia, de aquellos funcionarios políticos y dirigentes sindicales que no son de su mismo signo, pero que necesitan angustiosamente del apoyo financiero nacional para gobernar sus territorios y organizaciones y del poder imperial, que no se la hace fácil, pero que tampoco lo va a desestabilizar, como lo hace con los pocos países latinoamericanos que aún resisten el torbellino neoliberal desatado desde ese poder, sólo le falta acrecentar un tanto la cuota de apoyo popular que consiguió hasta ahora, mintiendo descaradamente y demonizando a sus adversarios, para no tener más límites, como tampoco lo tendrá la responsabilidad ciudadana de aquellos que contribuyan a ello, ahora que ya no pueden negar que saben muy bien de que se trata.