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La detención del dirigente mapuche, Facundo Jones Huala pone de manifiesto una estrategia que el establishment viene aplicando con el movimiento piquetero: la construcción de un enemigo público que sea depositario de la bronca popular despertada por el saqueo continuo del FMI y los centros especuladores privados.
Por Matías Rodríguez Ghrimoldi
matiasrodriguezghrimoldi@gmail.com
Los choriplaneros
El Gobierno anunció que dará de baja a casi 160 mil beneficiarios del programa Potenciar Trabajo. Las razones son trágicamente divertidas. Según la ministra de Desarrollo social, Victoria Tolosa Paz, el problema fue que estas miles de personas que no cuentan con un ingreso mínimo para asegurar su comida, no pudieron responder a los requisitos de la App.
Es decir, se expulsó a 160 mil personas bajo la línea de indigencia por no tener conectividad o no entender cómo funciona una aplicación digital que según las personas que pudieron aplicarla, se colapsaba permanentemente.
Cuando se lee el último informe del FMI que hace “sugerencias” a la Argentina, se encuentra con que el organismo crediticio internacional establece la necesidad de continuar acortando el gasto fiscal en ayuda social. Ahí está la verdadera razón de tan bestial ajuste. Le sacaron el plato de la boca a los trabajadores informales para pagarle al Fondo. Las versiones del Ministerio de Desarrollo son solo manifestaciones de su falta de creatividad para la mentira.
Tal vez sea esa la razón de la continua estigmatización a los movimientos sociales. Según la versión de los medios de comunicación hegemónicos, la oposición de derecha y compartida por varios dichos lamentables de Cristina Kirchner, estas personas tendrían el problema de que no quieren trabajar y están convencidos de que deben ser mantenidos por el Estado.
Nada más lejos de la realidad. Imaginen que si es difícil vivir con un salario mínimo, ¿qué sucedería si tuvieran que sobrevivir al mes con un ingreso de 30 mil pesos. Claramente, quienes cobran el Potenciar, trabajan en empleos informales en los que no existe posibilidad alguna de blanqueo. Estas personas buscan completar ambos ingresos para poder subsistir.
Si creés que esta realidad no tiene porque importarte, que eso es problema de esa gente y no tuyo, que el Estado no tiene porque subsidiarlos con tu dinero. Dejamedecirte que hace horas, el ministro de Economía Sergio Massa, dio millonarios beneficios al sector agropecuario por la sequía. Sí, al sector más rico del país.
Los medios de comunicación no te mostraron cuánto ganan, cómo viven. Los medios tampoco te mostraron los sueldos de los funcionarios del FMI, ni los lugares exóticos a los que se van de vacaciones. Evidentemente, la estigmatización tiene una sola dirección: hacia abajo. Hacia los referentes de los movimientos sociales, hacia un dirigente mapuche que lucha para que un sector históricamente postergado, reciba algo de lo que les compete por ley.
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Argentina en la encrucijada
En una entrevista al Cohete a la Luna, el dirigente camporista Máximo Kirchner decía lo siguiente: “Se están llevando las divisas que requiere el desarrollo y cuando vienen, dicen: «¿Necesitás dólares? Bueno, dame el litio en bruto, acá no voy a hacer las baterías, me lo voy a llevar todo». Y vos con la soga al cuello y con miedo que te revienten la economía y para evitar que la gente se te vaya encima terminás hundiéndote cada vez más”.
En pocos lugares queda tan claro el problema de la actual encrucijada en la que se encuentra el país: o avanza en un proyecto de nacionalización de los recursos naturales y control del impacto contaminante que trae su explotación, o deja que los intereses extranjeros saqueen las riquezas argentinas y dejen un tendal de enfermedades en la población.
Es en este contexto en el que hay que leer la detención de Facundo Jones Huala. Un dirigente mapuche que pone en cuestión la propiedad privada al reclamar y luchar por las tierras ancestrales de los pueblos originarios en un terreno completamente estratégico en la explotación de los recursos naturales cómo es la Patagonia es un mal ejemplo para los intereses extranjeros y sus socios locales.
Al respecto, el dirigente social Juan Grabois opina algo similar: “Con Jones Huala crearon de un joven sin ningún poder de daño el enemigo interno para poner una cortina de humo sobre el verdadero problema de la patagonia: las multinacionales nos roban todo -tierras, agua, lagos, minerales- en ilícita asociación con los politicos de turno”.
“Mientras tanto, el pueblo no puede acceder a un techo en la ciudad o vivir en el campo dignamente. No tiene gas aunque vive con los pies sobre el mayor yacimiento de gas del planeta; no tiene agua mientras un pirata inglés se roba un lago entero”, completó Grabois haciendo referencia al Magnate británico Joe Lewis, dueño de Lago Escondido.
Jugadas preparadas
Según la derecha y sus medios hay dos Argentinas: La repudiada editorial de La Nación las describe: de un lado un país blanco, emprendedor, competitivo y trabajador. Del otro, un país de negros, que no quieren trabajar, que hacen piquete y le piden plata al Estado. El final de la esta narrativa es muy sencillo: ¿qué tendría que eliminarse para que se solucionen los problemas estructurales de Argentina?
La coordinación mediático-política es palmaria cuando la jugada funciona tan aceitadamente: primero la tribuna de doctrina tira el centro y luego cabecea Patricia Bullrich y declara que si ella fuera presidenta “los planes se terminarían en cuatro años”. Si se le suma a eso que Mauricio Macri es uno de los principales accionistas del diario, ya se tiene la formación del equipo completo.
Es imperioso que los sectores populares dejen de comprar los modelos de enemigos internos que viven como ellos, nacieron en lugares similares a ellos y tienen sus mismos anhelos.
Si la construcción del enemigo es parte de la política y la política es un campo de conocimiento esencial en la transformación de la vida de las personas, se puede empezar por construir los verdaderos enemigos. Para eso, se puede empezar a mirar para arriba y para afuera. Es ahí dónde se encuentran quienes se benefician cada vez que un laburante crítica a un piquetero que corta la calle o a un mapuche que reclama sus tierras.
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