
La Defensoría del Pueblo bonaerense publicó un estudio para dar cuenta de cómo el panorama nacional que quedó desfasado frente a las políticas sanitarias del continente.
Por Florencia Belén Mogno
En los últimos años, diversos países de América Latina fortalecieron sus estrategias de salud pública para disminuir el consumo de alcohol y sus consecuencias sociales. La combinación entre aumentos impositivos, limitaciones estrictas a la publicidad y regulaciones específicas sobre la venta minorista generó resultados que se destacaron en la región.
Este escenario regional contrastó con la situación argentina, donde el consumo total per cápita no solo no descendió, sino que mostró un incremento significativo. Lejos de alinearse con las recomendaciones internacionales, el país mantuvo un marco normativo que perdió vigencia y eficacia. La ausencia de nuevas medidas dejó expuesto un problema de salud pública creciente y una distancia cada vez mayor respecto de los avances registrados en los países vecinos.
El incremento del consumo impactó de manera transversal en distintos grupos poblacionales, aunque con matices particulares según edad y género. Esta dinámica encendió alarmas en organismos especializados, ya que la persistencia de la permisividad cultural se sumó a la falta de controles efectivos. De este modo, el contexto local quedó definido por una combinación de factores estructurales que profundizaron los riesgos asociados al alcohol.
En ese sentido y de acuerdo con la información a la que tuvo la oportunidad de acceder Diario NCO, la Defensoría del Pueblo bonaerense publicó un informe en el que advirtió sobre el aumento del consumo de alcohol en Argentina.
Un contraste marcado con la región
Mientras la Región de las Américas registró durante dos décadas una reducción del 7,32 % en el consumo de alcohol por persona adulta, Argentina mostró un incremento del 8,12 %. Esta diferencia expuso la brecha entre países que adoptaron medidas costo-efectivas y un país que preservó niveles de consumo superiores al promedio continental. El consumo argentino se ubicó en 9,45 litros anuales por persona, por encima de los 7,60 litros de la media regional.
La divergencia respondió a un entramado en el que influyeron la fuerte aceptación social del alcohol, su instalación cultural y el acceso facilitado por una normativa que no se actualizó. La falta de restricciones significativas sobre la publicidad permitió que la presencia del alcohol se afirmara en múltiples ámbitos, lo que profundizó su naturalización.
A la falta de políticas preventivas se sumaron señales oficiales que priorizaron respuestas limitadas, sin intervenciones integrales ni campañas sostenidas. El resultado fue un escenario que se distanció de las tendencias regionales y que consolidó indicadores de riesgo para toda la población. El crecimiento del consumo nacional reflejó una problemática estructural que requirió medidas urgentes para su abordaje.
El crecimiento del consumo femenino
Dentro de las transformaciones internas del consumo, la variación registrada entre mujeres resultó uno de los datos más relevantes. Si bien los hombres mantuvieron un volumen total mayor, la progresión fue más acelerada en la población femenina. El consumo per cápita entre varones aumentó 6,77 %, mientras que entre mujeres alcanzó 10,48 %. Esta brecha reveló un cambio en los patrones tradicionales, vinculado a nuevas lógicas culturales y publicitarias.
El incremento del consumo femenino se articuló con otra problemática significativa: la baja tasa de abstinencia de por vida. Argentina registró un 6,7 %, una de las cifras más reducidas del continente.
Esta característica configuró una norma social de acceso temprano y consumo frecuente, que saltó generaciones y se instaló desde edades iniciales. La combinación entre baja abstinencia y alta permisividad terminó de sentar las bases de una exposición mayor al riesgo.
Los impactos del aumento del consumo femenino se proyectaron tanto en la salud física como en la salud mental, con consecuencias diferenciales en términos biológicos, laborales y sociales.
Estos aspectos ampliaron la necesidad de políticas específicas que contemplaran perspectivas de género, dado que la tendencia no solo persistió, sino que se intensificó. Sin intervenciones concretas, el riesgo continuó en ascenso.
Consumo adolescente y fallas de control
El panorama entre adolescentes mostró un nivel de preocupación aún mayor. Un estudio realizado en 2023 y 2024 sobre casi 18 mil jóvenes escolarizados de la provincia de Buenos Aires reveló que más del 71 % inició el consumo antes de los 15 años.
Además, el estudio señaló que más del 10 % lo hizo antes de cumplir los 12. Estos datos confirmaron un acceso precoz que quedó naturalizado en distintos entornos sociales, sin controles efectivos.
Las fallas en la regulación de la venta también quedaron evidenciadas. Cuatro de cada diez adolescentes afirmaron que compraron las bebidas por su cuenta, lo que expuso el incumplimiento sistemático de la prohibición de expendio a menores. Esta situación no solo facilitó el consumo temprano, sino que se vinculó con el aumento del Consumo Episódico Excesivo, práctica que involucró al 13,88 % de los jóvenes encuestados.
En esa línea, a esta problemática se sumó el uso extendido de bebidas energizantes, declarado por el 57,43 % de los jóvenes, que utilizaron estos productos para enmascarar el sabor del alcohol.
Esta combinación aumentó los riesgos cardiovasculares y neurológicos, además de favorecer un consumo mayor en un lapso reducido. El impacto también se trasladó a la vía pública: más del 36 % de los adolescentes admitió haber viajado en vehículos conducidos por personas que consumieron alcohol o drogas.
Una normativa desactualizada frente a compromisos internacionales
Argentina, como miembro de la ONU, asumió el compromiso de reducir en un 10 % el uso nocivo del alcohol para 2025. Sin embargo, esta meta no avanzó debido a la falta de actualización de la Ley Nacional 24.788, vigente desde 1997.
A su vez, el relevamiento indicó que la normativa quedó desfasada frente a los cambios del mercado, los nuevos formatos de consumo y las transformaciones tecnológicas en materia de publicidad.
Los organismos internacionales recomendaron medidas concretas: restricciones estrictas al marketing, incremento de impuestos, controles de venta y campañas de educación masiva. El país mantuvo acciones parciales que no lograron modificar la tendencia. La ausencia de fiscalización reforzó la accesibilidad, mientras que los contenidos educativos no incorporaron estrategias preventivas acordes a la realidad actual.
La distancia entre los compromisos internacionales y las políticas nacionales dejó a la población expuesta a un riesgo creciente. La evidencia mostró que limitar la publicidad, endurecer los controles y renovar los contenidos educativos constituye un camino eficaz para revertir las tendencias. El desafío radicó en que el Estado asumiera un rol activo y dejara de ocupar una posición pasiva frente a una problemática que se consolidó en los últimos años.
Fuente fotografías: Defensoría del Pueblo bonaerense.
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