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Crisis en las panaderías: el ajuste económico golpeó al corazón de los barrios

Panaderías. El ajuste económico golpeó al corazón de los barrios.
Panaderías. El ajuste económico golpeó al corazón de los barrios.

El sector panadero enfrenta un panorama alarmante: caída del consumo, suba de costos, despidos y cierre de miles de locales. Según datos del Centro de Industriales Panaderos de Merlo (CIPAN), la situación alcanzó niveles críticos en todo el país.

Por Florencia Belén Mogno

Durante los últimos meses, las panaderías de todo el país atravesaron una de las peores crisis de las últimas décadas. A la fuerte caída del consumo interno se sumaron los aumentos constantes en los insumos básicos y la pérdida del poder adquisitivo de las familias trabajadoras. En ese contexto, los comercios de barrio, tradicional refugio de empleo y consumo local, comenzaron a cerrar sus puertas de manera acelerada.

En ese sentido y de acuerdo con la información a la que pudo acceder Diario NCO, estimaciones de distintas cámaras del sector señalaron que la retracción del consumo de pan superó el 50 por ciento en dos años, mientras que los productos de pastelería y confitería registraron una baja aún más pronunciada.

En ese aspecto, el informe del Centro de Industriales Panaderos de Merlo (CIPAN), advirtió que las familias redujeron sus compras al mínimo y priorizaron los alimentos esenciales, lo que dejó a las panaderías con una demanda insuficiente para sostener su estructura de costos.

El aumento de los servicios, los alquileres y los insumos generó un efecto dominó. Harina, levadura, margarina y materia grasa subieron por encima de la media general de precios, y las panaderías pequeñas, sin espalda financiera ni acceso a créditos, quedaron al borde del colapso. En muchos barrios, las vidrieras que antes exhibían medialunas y panes artesanales pasaron a estar vacías o cubiertas con carteles de “se alquila”.

Ajuste, inflación y pérdida de empleo

En este contexto, el panorama económico nacional profundizó las desigualdades. La política de ajuste impulsada por el gobierno nacional afectó de manera directa a los pequeños y medianos comerciantes. Las pymes alimentarias, dependientes del consumo popular, no lograron sostener los precios ni compensar los aumentos en la energía y la materia prima.

Los especialistas del sector advirtieron que, a diferencia de otros períodos de crisis, el actual escenario combinó la inflación persistente con una drástica caída de la demanda. Esto provocó que los incrementos de precios no alcanzaran para cubrir los costos, generando una dinámica de pérdidas permanentes.

En ese marco, las panaderías se transformaron en un termómetro del deterioro social. Donde antes había largas filas de clientes, hoy hay cada vez más personas que piden pan fiado o que simplemente no pueden comprar. El pan, símbolo de la mesa cotidiana, se convirtió en un indicador del empobrecimiento de amplios sectores de la población.

El testimonio del sector

El estudio elaborado por el CIPAN, facilitado a este medio, su presidente Martín Pinto advirtió sobre la gravedad de la situación y describió las consecuencias que el ajuste produjo en la actividad.

El dirigente relató el impacto del “Panazo” realizado en el Mástil de Merlo, donde se repartieron 4.000 kilos de pan para visibilizar la crisis. “Nos superó ampliamente la cantidad de gente que se acercó. En una hora se fue todo el pan y la gente seguía llegando”, expresó.

Pinto señaló que el evento fue una muestra de lo que ocurre cada día en los comercios: “Hoy recibimos más gente que pide que la que compra. Nunca vi algo así. Antes te pedían fiado a fin de mes; ahora, el día seis ya no tienen un peso”.

De acuerdo con los datos difundidos en el documento, el consumo de pan cayó 55% en los últimos dos años, mientras que las ventas de facturas y pastelería bajaron 85%. Frente a ese escenario, los comercios debieron recortar su producción. “Tuvimos que dejar de hacer productos como los sándwiches de miga. Solo trabajamos por pedido para no tirar mercadería”, explicó el referente del sector.

La crisis también se evidenció en la estructura de costos. Los aumentos en harina, levadura, materia grasa, alquileres y tarifas se volvieron insostenibles. Pinto señaló que la mayoría de las panaderías hacía meses que no actualizaban sus precios, aun cuando los gastos subían semana a semana.

Una “pandemia” económica que no da respiro

El documento indicó que desde el inicio del gobierno de Javier Milei cerraron 1.750 panaderías y se perdieron 11 mil puestos de trabajo. Pinto comparó la situación con los años más duros de la pandemia sanitaria y remarcó que, paradójicamente, en aquel momento no se habían producido cierres masivos.

El dirigente también cuestionó los discursos oficiales que hablan de una mejora económica o de una baja de la inflación. “Hay dos países. Uno donde dicen que todo está mejor, y otro donde los jubilados tienen que elegir entre comer o comprar los remedios. Los ricos son más ricos y las pymes se caen del mapa”, denunció.

El testimonio reflejó una sensación generalizada dentro del rubro panadero y de la industria alimentaria en su conjunto. Para los pequeños productores, la recuperación económica prometida no se tradujo en alivio, sino en una profundización del desequilibrio. Mientras algunos sectores concentrados pudieron sostener sus márgenes de ganancia, los comercios de barrio continuaron acumulando deudas y pérdidas.

El pan como símbolo de subsistencia

La situación de las panaderías se convirtió en un espejo de la realidad social argentina. En barrios populares, las ollas comunitarias comenzaron a incluir pan donado por comerciantes que, pese a sus dificultades, buscan acompañar a sus vecinos. El “Panazo” de Merlo no solo fue un acto de protesta, sino también una forma de resistencia frente a la indiferencia oficial.

Organizaciones sociales y cámaras locales coincidieron en que el Estado debería implementar políticas de alivio para sostener a las pymes panaderas, como créditos blandos, congelamiento temporal de tarifas o subsidios a la harina. Sin embargo, las medidas hasta ahora fueron insuficientes y los empresarios aseguran que muchos comercios no llegarán a fin de año.

Mientras tanto, las panaderías que aún sobreviven adaptaron sus estrategias: redujeron horarios, achicaron el personal y priorizaron la producción a pedido. En muchos casos, los panaderos debieron volver a amasar ellos mismos para ahorrar sueldos y mantener abierta la persiana.

Una señal de alerta

El informe del CIPAN funcionó como una advertencia: el colapso del sector panadero no solo afecta a los trabajadores del rubro, sino también al entramado social de los barrios. Detrás de cada horno apagado hay empleos perdidos, familias sin ingresos y comunidades que pierden un punto de encuentro cotidiano.

En un país donde el pan fue históricamente un símbolo de abundancia y solidaridad, su encarecimiento y escasez marcan la profundidad de la crisis. La voz de los panaderos, reunida en el documento difundido en Merlo, sintetizó la urgencia de un reclamo que atraviesa al conjunto del pueblo trabajador: el derecho a una vida digna, con trabajo, con salario y con pan en la mesa.

Fuente fotografías: CIPAN.

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