Entrevistas de Verano Gregorio de Laferrere: Cristian Alderete, un artista que tiene los ojos de la música
Cristian es un músico popular de La Matanza, padre de 5 hijos y ciego desde la niñez, lo que no le ha impedido superar esa dificultad para convertirse en un exquisito músico y compositor que integra la banda Sinfónica Nacional de Ciegos y como fundador del grupo musical, La Mazomarra, difundir la música folklórica argentina y latinoamericana. Entre mate y mate en su casa de Laferrere “desgranamos” esta entrevista.
Por: Emilio González Larrea
lapaz50@yahoo.com.ar
-¿Contanos cómo fue tu inicio en la música?
-Arranqué tocando la guitarra en una escuela de ciegos a los 7 años con un instrumento que me regaló mi abuela cuando ganó una rifa en el barrio en que vivíamos, allá en el Barrio Central, en Rafael Castillo. El folklore no me llegó por mis padres que son rockeros, pero si por los hábitos cotidianos de la familia; el amasar el pan, el horno de barro en la casa de los abuelos, la tortilla con chicharrón, el acento provinciano y el hecho de vivir en La Matanza profunda donde conviví con vecinos de las diferentes provincias, o hermanos que vienen de los países vecinos como Paraguay o Bolivia donde el sonido del guaraní o el quichua me fue más familiar que el tono porteño.
A los 11 y 12 años tocaba en las radios, como la Radio Nativa de San Justo, o presentándome en festivales en la zona, pero a los 14 años comencé a estudiar en el Conservatorio de Morón de donde egresé como Profesor Superior de Música especializado en trombón, lo cual me permitió ingresar a la banda Sinfónica Nacional de Ciegos. No me detengo, permanentemente estoy tomando clases de canto, porque me interesa para mi formación; por un lado la producción artística donde se pueden aunar los arreglos, cuestiones de criterios de estética y de ética de la poesía, la música o el arte en general, y por otro lado la ejecución de instrumentos, en especial me interesa la guitarra y el trombón que es el instrumento troncal con el cual “paro la olla” y por supuesto el canto, que es la expresión por excelencia de un músico popular.
-¿Cómo es para vos que sos ciego, la percepción de los diferentes públicos o de los climas que se crean en las actuaciones?
-El hecho de ser ciego te da en la vida una perspectiva diferente del no ciego. Cuando te falta un sentido físico, sensorial, se vuelca la capacidad de atención a los sentidos restantes y esto genera un estado de atención con más énfasis en los otros sentidos y se puede “construir” imágenes con lo que se percibe con los restantes. Me imaginó la cantidad de gente según el murmullo, los aplausos, también según los sonidos, como rebotan las paredes me da una percepción si el lugar es chico grande, si es alto o bajo, etc. Hay una mixtura del tacto, el oído, los olores y después mucha imaginación que me permite, al conjugar esos datos, un hipotético espacio donde estoy tocando. El que no está acostumbrado a percibir esas cosas visualmente, lo puede alterar o producirle claustrofobia, para mí es mi realidad cotidiana.
-Además de participar en la Orquesta Nacional de Ciegos, vos creaste el grupo de música folklórica La Mazamorra. ¿Qué es La Mazamorra, ese otro proyecto que complementa tu vida artística?
-La Mazamorra es un grupo que nace en el 2001, después de haber participado en varios proyectos, éste es algo enteramente mío, donde convoco a varios cantores y músicos amigos y a los pocos meses de habernos formado ganamos el Pre Cosquín en Ituzaingó y viajamos al festival ese año. La formación actual ya tiene 8 años y es una construcción grupal, cooperativa, colectiva, no es el proyecto de un músico particular encubierto en el nombre de un grupo. Trabajamos sobre las composiciones que hacen los compañeros del grupo como el caso de Matías Peralta, guitarrista y poeta. María Eva Villaverde que aporta la calidad y la profundidad de la interpretación con su voz, a lo que se suma la flauta de Diego Frescura, encargado de la percusión, es un experto bailarín en todas las peñas, lo que es importante, ya que en nuestra música muchos ritmos están asociados al baile. Tenemos músicos invitados muy valiosos como Alejandro Andreu, en los aerófonos, es un gran lutier que produce instrumentos para los músicos de la zona y difusor de la música precolombina, o Aldana Belo en charango y voz que interpreta varios temas en nuestro último trabajo, “Tras el Fuego” para citar algunos.
-Estuviste en el último festival de Cosquín como músico invitado por Melania Pérez. ¿Qué impresión te dejó estar en ese escenario, una especie de santuario de la música nacional?
-Sí. En primer lugar quiero decir que soy su fans, la acompaño desde hace casi diez años como guitarrista. Es una gran cantora salteña de mucha trayectoria. Había participado varias vece en Cosquín, pero invitada como parte de la delegación salteña y este año fue la primera vez que se la convocó como solista. Me tocó ser parte de su propuesta en la guitarra y coordinación musical.
Creo que estar en el festival de Cosquín es el horizonte de muchos músicos que venimos transitándolo desde las peñas, de oyente de los músicos que uno admira en la Plaza Prospero Molina, y de repente se pasa de la platea al escenario, donde compartimos camarín con músicos como el Chango Spasiuk, Las Hermanas Vera o Facundo Toro que le hizo el homenaje a su padre, Daniel Toro, fue con el músico que quise tener un recuerdo, sacándome una foto. Nosotros en el último disco grabamos una versión de “Puentecito de mi rio” y partimos para recrearla, de la versión legendaria de Daniel Toro. Para mí esa experiencia fue lo máximo.
-¿Pudiste recorrer las peñas; o sea el Cosquín que no se ve en televisión?
-Pude recorrer algunas peñas. Creo que Cosquín es una experiencia muy interesante para quien le guste el folklore o las fiestas populares, pues podés caminar por la peatonal de la ciudad y ves dos o tres artistas populares por cuadra o ir a la orilla del rio y encontrar gente guitarreando o escenarios donde hay gente tocando a la noche. Este año había 12 peñas oficiales y muchas más que no estaban registradas. Encontrás mucha diversidad, con muchos espacios, desde la mayor efervescencia hasta el reducto de culto como para escuchar poesía.
-Hablando de espacios para los artistas populares. ¿Cómo ves la situación en ese plano aquí en La Matanza?
-Es muy complicado. El espacio para los artistas locales es escaso, para ser amable. Entiendo que no hay una propuesta seria para generar espacios y trabajo para quienes trabajamos en forma profesional. En un momento existió un proyecto que se llamaba “Vamos a la plaza” que nos convocaban a varios artistas, pagándonos un mínimo viatico y recorríamos diferentes plazas del Partido. Fue el único proyecto que conocí que permitía contener al artista local y acercarlo a la gente. Pero actualmente no hay iniciativas para apoyar a los artistas profesionales del distrito, se pone el énfasis más en el artista amateur, lo que no me parece mal, pero trunca a quienes venimos con una trayectoria, con un camino recorrido y no se crean espacios para encontrarnos los artistas, que hay muchos en La Matanza. Esa es una deuda de las instituciones oficiales, tener políticas culturales que agrupe y promueva a los artistas del territorio, para favorecer, a través de una política cultural, la identidad como matanceros. La Matanza tiene una rica y diversa cultura, con varios afluentes de las provincias y de los países hermanos, como Bolivia y Paraguay con sus lenguas y cultura, quichua y guaraní. Por lo que considero que esta mixtura y estos colores, tienen que ser una bandera de la expresión cultural de nuestro distrito.