
Juan Flores es delegado de los trabajadores de Ilva Porcellanato, y tras el cierre inesperado de la planta el 29 de agosto, los empleados realizaron un acampe en la puerta de la fábrica por la incertidumbre sobre suspensiones o despidos. De esto y otros temas relacionados habló con Radio Hexa para difundir la situación.
Por Giuliana Salmonte Siciliano
Gmail: giulianasalmontesiciliano@gmail.com
“Ya hoy son 55 días, si mal no recuerdo”, arrancó diciendo. Aquel viernes, la empresa cerró sus puertas con un candado y notificó a sus trabajadores únicamente mediante un mensaje interno por WhatsApp. “La actividad de la empresa iba a estar hasta las 18 horas, por eso, los compañeros que salían en ese horario y los que deberían haber ingresado a las 18 decidieron juntarse en la puerta, hicimos una asamblea y lo que decidimos es que no nos podíamos ir de ahí porque no sabíamos si el lunes nos íbamos a encontrar con una fábrica vacía”, remarcó.
Ante la falta de certeza sobre suspensiones, despidos o cierres definitivos, los empleados instalaron una guardia permanente. A partir del lunes 1° de septiembre comenzaron a recibir las cartas documento notificando los despidos de la totalidad del personal de producción, y ese mismo día, los encargados de la empresa colocaron en un portal de búsqueda de empleo los puestos de trabajo de los despedidos.
En paralelo, comenzaron las audiencias en el Ministerio de Trabajo y la conciliación obligatoria. Durante ese período, la empresa no abonó indemnizaciones ni salarios, alegando el marco de la conciliación. Sin embargo, al finalizar la conciliación, el 2 de octubre, los despidos fueron ratificados y la situación económica de los trabajadores se volvió crítica: “Nos cortaron las piernas totalmente porque no tenemos salario, no tenemos trabajo, no tenemos indemnización, no tenemos cobertura médica. Entonces, estamos peor que la indigencia”.
Además, Juan describió la falta de comunicación clara por parte de la empresa ya que a las audiencias fueron representantes de recursos humanos que solo iban a los letrados y no llevaban mucho para decir. “No sabíamos cuál era la respuesta de ellos, porque ni ellos sabían qué es lo que pretendían hacer los empresarios hasta el último día”, lanzó el delegado.
Frente a esta crisis, el sindicato fue el primer sostén de los trabajadores. Estuvo presente en todas las movilizaciones y les aportó también para la comida del día a día. Además, recibieron donaciones y armaron un fondo de lucha, porque necesitaban efectivo para cubrir necesidades básicas. El fondo opera bajo el alias despedidos.ilva, y se convirtió en un pilar de apoyo para los trabajadores mientras enfrentan la incertidumbre laboral y económica.
La estrategia empresarial, según Juan Flores, refleja un intento de aplicar la reforma laboral “de facto”, reemplazando al personal despedido por nuevos empleados bajo condiciones de trabajo distintas. La denuncia plantea un escenario crítico sobre cómo la falta de pago de salarios, indemnizaciones y cobertura médica afecta directamente la subsistencia de los trabajadores y sus familias.
“A mi hijo le cortaron el tratamiento por discapacidad”
El delegado de ILVA Porcellanato relató la difícil situación que atraviesa junto a su familia debido a la falta de cobertura de la obra social. Entre otras cosas, explicó que tiene cuatro hijos y que el más chico se encuentra bajo un tratamiento por discapacidad, el cual fue interrumpido recientemente. Según contó, los prestadores le informaron que debían suspender la atención porque “del otro lado hay alguien que no paga”.
También, Juan describió el impacto emocional y familiar que genera la pérdida de un tratamiento esencial para su hijo, y remarcó que los profesionales actuaron con buena voluntad, pero sin herramientas para continuar. “Imaginate cómo puede impactar eso en el ámbito familiar”, expresó, evidenciando la angustia que provoca el retroceso en la salud de su hijo.
Ante la situación, el delegado señaló que están buscando una salida por la vía legal y analizan realizar una denuncia en la Superintendencia de Salud. “El tiempo que ha perdido mi hijo con el tratamiento, lamentablemente no lo recupera”, concluyó.
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