
Micaela Covezzolli es docente de sordos e hipoacúsicos en la Escuela N°513 de La Matanza y estuvo en Radio Hexa para advertir por la falta de Centros de Formación Integral en el distrito y cuestionó la política de unificación de instituciones. Además, pidió la construcción de nuevos edificios y defendió la educación bilingüe y especializada para garantizar una verdadera inclusión.
Por Giuliana Salmonte Siciliano
Gmail: giulianasalmontesiciliano@gmail.com
“La modalidad de educación especial tiene cuatro caracterizaciones y en La Matanza contamos con tres de ellas”, explicó para describir el funcionamiento del polo educativo de Isidro Casanova, donde se ubican las escuelas N°507, N°512 y N°513, dedicadas a la discapacidad neuromotora, intelectual y auditiva, respectivamente. Allí trabaja como docente de sordos e hipoacúsicos, en un contexto de crecimiento sostenido de la matrícula y con una infraestructura que no acompaña ese aumento. “Somos 20 escuelas especiales en el distrito y este año se construyó, entre comillas, el tercer CFI de La Matanza”, señaló.
Los Centros de Formación Integral (CFI) funcionan como el nivel secundario dentro de la modalidad de educación especial, pero su cantidad resulta insuficiente frente a la demanda. Lo que se hizo fue tomar parte de un edificio ya existente y crear ahí este tercer CFI. En la práctica, eso implica que numerosos estudiantes que egresan del nivel primario no tengan vacantes para continuar su formación.
“Cada año la matrícula crece y eso es reflejo de una realidad social: hay más chicos y chicas que necesitan educación especial”, remarcó Micaela. Sin embargo, las instituciones no alcanzan. De las veinte escuelas primarias especiales del distrito, apenas hay dos CFI y medio para cubrir el paso al nivel siguiente. Y hoy en día hay estudiantes que no están pudiendo asistir a los centros de formación integral porque no hay lugar.
La sobrecarga también se siente dentro de las aulas. Según la docente, el ideal pedagógico establece un máximo de seis estudiantes por docente, pero la realidad es muy diferente: “Yo en este momento tengo once”. Esa diferencia se traduce en una mayor presión laboral y en la imposibilidad de ofrecer la atención personalizada que cada estudiante necesita.
En su escuela, que es la única para sordos de todo el distrito, hay aulas desbordadas y servicios agregados que funcionan de manera provisoria en edificios compartidos.
Ante este panorama, la entrevistada subrayó la importancia de construir un nuevo edificio dentro del polo educativo del barrio 20 de Junio, donde también funcionan escuelas de nivel inicial, primario y secundario.
Según contó, la propuesta de la Dirección de Modalidad de la Provincia es transformar la Escuela N°512 en ese nuevo centro, repartiendo su matrícula entre las otras dos instituciones. Sin embargo, la docente cuestionó: “Eso no es incluir. Incluir no es amontonar, es respetar las necesidades y particularidades de cada estudiante”.
Además, insistió en que las políticas educativas deben contemplar las especificidades de cada discapacidad y el derecho a una enseñanza adecuada. “La educación de las personas sordas es bilingüe, en español y en lengua de señas. ¿Cómo un adulto que no sabe lengua de señas puede enseñarle a una persona sorda?”, planteó. Para ella la respuesta a esto es la unificación entre todos, por eso, es un tema que se está replicando en toda la provincia, con movilizaciones en Tigre y otros distritos.
Las familias, protagonistas de la lucha por la educación especial
Micaela Covezzolli destacó el compromiso de las familias en la defensa de la educación especial ya que están súper comprometidas y llevan adelante la lucha porque es una realidad que atraviesa a toda la comunidad educativa. Las familias participan activamente en las movilizaciones, difunden la situación en redes y acompañan a los docentes en cada reclamo.
La docente remarcó que la escuela no es solo un espacio de aprendizaje, sino también de contención y vínculo social. “Los estudiantes van a aprender, pero también a vincularse, a relajarse, a tener amistades. Están ocho horas por día, de lunes a viernes, y eso construye comunidad”, manifestó.
Esa doble jornada también recae sobre los docentes, que cumplen cargas horarias extendidas para sostener la demanda creciente. Ella en particular, trabaja ocho horas en la misma escuela, pero también lo hace por amor a la profesión y considera que la tarea no es solo educativa, sino también humana: “Se trata de acompañar proyectos de vida”.
La comunidad sorda y su espacio cultural
La Escuela Especial N°513 es la única institución para personas sordas de todo el distrito de La Matanza, y eso la convierte en un punto de referencia cultural e identitario. “En la comunidad sorda hay una cuestión cultural que se forja dentro de la escuela”, explicó la maestra.
El establecimiento ofrece nivel inicial, primario, programas de inclusión en secundaria y también el EPA, la modalidad para personas adultas. “Desde el nivel inicial hasta la adultez trabajamos con personas sordas de todas las edades. Es una comunidad muy fuerte que vuelve una y otra vez a la escuela”, concluyó.
Te Puede Interesar:
https://www.instagram.com/diarioncomatanza
https://facebook.com/diarionco



