

El libro Los muertos de Plaza de Mayo: 1945, 1953 y 1955 del historiador e investigador Héctor De Arriba recupera los nombres, rostros y vidas de quienes murieron en tres de los episodios más violentos de la historia política argentina del siglo XX.
Por Florencia Belén Mogno
La historia oficial muchas veces ha sido contada desde los hechos, los líderes o las fechas. Las víctimas, en cambio, han quedado relegadas a una cifra, a una mención breve o, en el peor de los casos, a la total omisión.
En la Argentina, el siglo XX estuvo marcado por múltiples estallidos políticos, enfrentamientos ideológicos y disputas de poder que se tradujeron en violencia directa sobre la población. Entre esos capítulos oscuros, la Plaza de Mayo ha sido más que un escenario simbólico: fue el epicentro trágico de varias masacres.
Las muertes ocurridas en los episodios del 17 de octubre de 1945, del 15 de abril de 1953 y del 16 de junio de 1955 forman parte de esa memoria herida. Sin embargo, los rostros de quienes perdieron la vida durante esos días permanecieron en gran parte ignorados por la historiografía tradicional.
La mayoría de los relatos se concentraron en las consecuencias políticas o en los autores materiales de la violencia, pero pocas veces se intentó reconstruir la identidad y humanidad de las víctimas.
En este contexto, el trabajo de recuperación histórica cobra un valor profundamente ético y político. Reconstruir el pasado implica también honrar la memoria de quienes ya no están y comprender que toda violencia institucional o política deja marcas no sólo en los cuerpos, sino también en las comunidades que los rodeaban. Los nombres propios deben ocupar un lugar en la narrativa nacional, no como mártires abstractos, sino como seres humanos concretos, con historias personales, profesiones, sueños y familias.
Fue desde esta necesidad de poner en palabras esa ausencia histórica que nació Los muertos de Plaza de Mayo: 1945, 1953 y 1955, una investigación del profesor e historiador Héctor De Arriba, que en diálogo con Diario NCO compartió cómo fue el proceso que lo llevó a recuperar la memoria de quienes fallecieron en tres de los episodios más cruentos de la historia reciente del país.
La construcción de una obra.
“La idea de elaborar el libro partió de la inquietud que yo tenía de saber quiénes fueron los fallecidos del 16 de junio de 1955”, relató el autor. Aquel día, cientos de personas se encontraban en la Plaza de Mayo esperando un desfile aéreo oficial, pero fueron sorprendidas por el bombardeo ejecutado por sectores de la Armada Argentina y la Fuerza Aérea, con el objetivo de derrocar al presidente Juan Domingo Perón.
En ese aspecto, el libro aborda cómo “las bombas cayeron sobre la Casa Rosada, la Plaza misma, las avenidas Paseo Colón e Hipólito Yrigoyen, Recoleta y hasta la avenida Crovara, en La Matanza. La cifra de víctimas fatales superó las 300, según estimaciones independientes”.
De Arriba decidió ir más allá de las cifras y comenzó un trabajo de rastreo minucioso en archivos y hemerotecas. “Empecé a investigar con los diarios fundamentalmente de las hemerotecas, de la Biblioteca Nacional y de la Biblioteca del Congreso. Fui elaborando y desarrollando ese punto que me pareció interesante”, explicó.
Pero ese recorrido también lo llevó a descubrir otras masacres anteriores en el mismo lugar: el atentado del 15 de abril de 1953 durante un acto de la CGT y las muertes ocurridas tras la desconcentración del 17 de octubre de 1945, día en que las masas obreras exigieron la liberación de Perón.
Una revisión histórica
En sintonía con lo planteado anteriormente, el entrevistado señaló: “Me iba informando de que dos años antes de 1955 se había producido un hecho trágico también en la Plaza de Mayo y eso fue un atentado en un acto de la CGT más la información que yo tenía sobre muertos después de la desconcentración del 17 de octubre de 1945. Así decidí armar una década que es el título del libro”.
Así, la investigación fue tomando cuerpo no sólo como una recopilación de datos, sino como un proceso de reconstrucción colectiva, en el que se integraron testimonios de familiares, vecinos y documentación histórica.
El proyecto le demandó cinco años de trabajo, incluyendo el período de aislamiento por la pandemia. “La elaboración de este proyecto me implicó cinco años, con la pandemia incluida, para consultar en forma presencial los diarios y revistas. También contacté a familiares de las víctimas de las tres fechas, que enriquecieron con su testimonio el proyecto, y quería saber quiénes fueron en vida los fallecidos”, subrayó.
La motivación del proyecto
Una de las decisiones centrales del libro fue no limitarse a la capital federal. De Arriba también investigó la procedencia de las víctimas y detectó que muchas de ellas residían en el conurbano bonaerense. “Además de las víctimas que residían en las zonas de los tres acontecimientos, vecinos y vecinas de las zonas Norte y Oeste bonaerense también perdieron la vida en esos episodios”, explicó.
Entre las víctimas oriundas de zona Norte, se encontraban Roberto Lucio Cano, un odontólogo; Pedro Antonio Fracaroli; Alberto Federico Laas, arquitecto; y Élida Natalina Manzón, una joven de tan solo 18 años. En zona Oeste, y más precisamente en Morón, se hallaban casos como el de José Mariano Bacalja, de 30 años; Cándido Bertol, enfermero; María Carmen Calaudi; Luis Enrique Franco, empleado; y Guerrino Santinelli, de 51 años.
El libro construye un puente entre las cifras y los rostros, entre los acontecimientos históricos y las vidas truncadas. “Me interesaba saber quiénes eran esas víctimas como seres humanos con sus proyectos”, afirmó De Arriba.
En este punto, cabe destacar que su obra no solo da cuenta de lo ocurrido, sino que interpela a la sociedad actual a no repetir el olvido. Porque recordar no es solo mirar hacia atrás, sino también posicionarse éticamente frente al presente.
Características del escrito
En ese sentido, Los muertos de Plaza de Mayo: 1945, 1953 y 1955 no se limita a narrar hechos, sino que se transforma en un dispositivo de memoria, en un libro necesario para pensar la historia argentina desde sus márgenes. Como expresó su autor, el objetivo fue “dar a conocer la vida de las personas fallecidas, entender qué hacían, cómo vivían, qué sueños los habitaban”.
Con precisión investigativa y sensibilidad narrativa, Héctor De Arriba logra en su obra lo que muchos textos académicos no alcanzan: devolverle humanidad a los muertos y dignidad a su recuerdo. El libro se convierte así en un archivo emocional y testimonial de una década atravesada por la violencia política, y a la vez en un homenaje a quienes fueron víctimas de un sistema que los ignoró tanto en vida como después de su muerte.
La construcción de la memoria colectiva es uno de los pilares fundamentales para el sostenimiento de una democracia sólida. En países como Argentina, donde las huellas del pasado todavía laten en las calles, los archivos y las voces de quienes sobrevivieron, el ejercicio de recordar no puede ser solo una práctica nostálgica, sino una herramienta política y educativa.
Comprender el pasado en su complejidad permite no solo honrar a las víctimas de la violencia institucional y política, sino también prevenir su repetición. Como enseñan los organismos de derechos humanos, el olvido es el primer paso hacia la impunidad, y esta obra de De Arriba aporta un testimonio vital para sostener viva la llama de la memoria, no como un ritual vacío, sino como una responsabilidad activa de la sociedad.
En este sentido, el libro “Los muertos de Plaza de Mayo: 1945, 1953 y 1955” se inscribe en una tradición de recuperación histórica que no busca dictar una verdad única, sino complejizar el relato. Al devolverle identidad a las víctimas, rompe con la lógica estadística que muchas veces domina los libros de historia y nos invita a pensar que cada vida perdida en contextos de violencia representa un quiebre humano, social y político.
Olvidar lo que sucedió en un país es permitir que las mismas condiciones que generaron tragedias se repitan bajo otras formas. La historia no es lineal, pero sí cíclica en tanto sus estructuras de poder, violencia y silenciamiento pueden reaparecer si no se reconocen. Por eso, obras como “Los Muertos de Plaza de Mayo” resultan fundamentales: porque enseñan, interpelan y conmueven.
En tiempos donde ciertos sectores intentan relativizar o negar el pasado reciente, volver a estos relatos es una forma de resistencia y de afirmación de valores democráticos. No se trata de anclarse en el dolor, sino de comprender que sin memoria no hay futuro, y que cada víctima del pasado es también una advertencia para el presente.
Fuente fotografías: entrevistado Héctor De Arriba.
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