

Julián Gabino, delegado de SADOP —el sindicato que nuclea a docentes de instituciones de gestión privada—, describe un panorama preocupante para el sector. “Vivimos el mismo escenario que los docentes estatales. Las paritarias provinciales nos atraviesan a todos, y estamos en un momento de una notoria pérdida del poder adquisitivo y un deterioro general en las condiciones laborales”, comenzó.
Por Verónica Llonto
Gabino subraya que los docentes hoy enfrentan, con el mismo salario o incluso menos que años anteriores, un incremento en las exigencias de su tarea. “Los chicos y chicas llegan a las aulas atravesados por múltiples problemáticas propias de la época y un contexto de ajuste en todos los aspectos de la vida. Hay violencia, sobreexposición a pantallas, ludopatía, y mucho más. Los docentes están funcionando como una primera trinchera frente al ajuste social”, apunta.
En ese contexto, señala la necesidad urgente de capacitación para abordar estas situaciones y reforzar a quienes están trabajando en el futuro de la patria. “Sin herramientas, los compañeros se queman. Aumentan los casos de problemas de salud mental en los docentes, en un escenario donde las condiciones laborales y salariales son cada vez peores”.
Gabino trabaja en una escuela privada de cuota baja en González Catán y afirma que, si bien la institución es de gestión privada, la crisis económica también se siente. “Vemos chicos mal alimentados, con problemas de salud mental, pero sobre todo hay un fuerte deterioro simbólico y cultural. Padres que trabajan más horas, más agotados, con menos posibilidad de acompañar a sus hijos y de formar parte de la comunidad educativa. Eso afecta directamente el vínculo con la escuela”.
Sindicalismo, derechos laborales y desafíos en las escuelas privadas
En cuanto a la organización sindical, Gabino explica que los sindicatos en las escuelas de gestión privada no son lo naturalizado. “Nuestro objetivo es que haya delegados en todas las escuelas de gestión privada. Y así seguir creciendo”, remarca. “Por eso estamos en el medio de la campaña nacional de elección de delegado y delegada, […] para fomentar, no solo la afiliación al sindicato, sino también de la participación activa en el mismo, generando espacios de discusión político pedagógica en las instituciones.”
Admite que el ingreso del sindicato suele enfrentar resistencia por parte de los directivos. Sin embargo, destaca que en La Matanza la experiencia ha crecido. “Hay prejuicios, como creer que si sos delegado te van a echar. Pero es fundamental organizarse colectivamente para mejorar condiciones laborales”, sostiene. “Existen casos de retrasos en los sueldos. En particular se hizo un seguimiento con una escuela en San Justo que desde el año pasado estaba con los sueldos atrasados. Ahí entramos nosotros como sindicato, para hacer las negociaciones correspondientes y que eso se regularice”.
En cuanto a las escuelas que no tienen representación sindical, Gabino explica que, frente a conflictos complejos como despidos o salarios impagos, la necesidad de un sindicato es más notoria y necesaria, ya que, sin él, es una batalla perdida. “Lo que el sindicato puede hacer en estos casos, es acercarse a asesorar sobre los pasos necesarios a seguir: posibilidades de negociación y diálogo, acciones de lucha, es decir, acercarles herramientas de gestión para que el ministerio de trabajo medie entre la institución y los trabajadores”.
Sobre los salarios, explica que un docente que recién comienza cobra alrededor de 500.000 pesos por cargo, el mismo básico que en la educación estatal. Sin embargo, muchas veces hay retrasos en los pagos, especialmente en escuelas pequeñas con menos respaldo financiero. “Las escuelas con subvención reciben los fondos estatales, pero luego cada empresa hace lo que puede para rendir esa plata. Algunas priorizan salarios, otras no. Es un universo muy dispar”, aclara.
Por último, se refiere a la violencia escolar. “La violencia simbólica está al alcance de la mano. No es que los chicos sean violentos por naturaleza, es lo que viven en sus casas, en redes sociales, en los discursos públicos. La escuela trabaja desde la ESI, desde la gestión de emociones y la capacidad de resolución de conflictos, de eliminar la violencia como alternativa. Pero no puede sola. La escuela no va a salvar al país de la violencia que tienen los jóvenes. Tiene que articular con la familia y el Estado para prevenir estas situaciones”.
Gabino cierra con una invitación clara: “Si trabajás en una escuela privada, movete para tener un delegado o delegada. Es una apertura de derechos que mejora las condiciones cotidianas: el salario, los horarios, los tratos, los modos. La organización gremial es una herramienta colectiva que no podemos perder.”
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