
Tras los resultados electorales en Brasil y la previa de la campaña en Argentina, una serie de interrogantes sobrevuelan la región.
Por Matías Rodríguez Ghrimoldi
matiasrodriguezghrimoldi@gmail.com
¿Quién representará a las personas frustradas por los escenarios inflacionarios y de aumento de la pobreza?, ¿Contra quienes se dirigirá esa frustración y descontento?, ¿Cuál es el grado de divorcio que hay entre la mayorías sociales y los sistemas políticos?
Casta. Una palabra poco usual, que probablemente sea desaconsejable a la hora de hablarle a un público amplio con el de una elección, terminó por captar el sentimiento de miles de personas que acompañaron el fenómeno Milei.
Sin embargo, el concepto de “La Casta”, como repite una y otra vez el candidato libertario, no fue una idea criolla. Quienes primero la usaron fueron los de Podemos de España, una organización de centro izquierda que logró encarnar electoralmente el proceso de “Los Indignados” del 2011 contra el sistema político español, alternado luego del franquismo por el PP y el PSOE.
En el caso europe ligado a la izquierda, en el caso argentino, ligado a la derecha, el concepto funcionó en ambas oportunidades, desde espectros ideológicos casi antagónicos, porque sobrevuelan procesos sociales inundados del hastío contra los políticos conocidos y sus discursos que en reiteradas ocasiones no se condicen con la realidad.
Las elecciones en Brasil
En momentos de crisis, de aumento de la pobreza y la inflación, parte de la pelea política es encontrar un culpable. En las recientes elecciones de Brasil, el PT de Lula le adjudicó a Bolsonaro, el conjunto de todos los males. No a los grupos de poder de Brasil, no a la justicia que encarceló a Lula por más de 500 días, ni a la derecha tradicional que impulsó el Impeachment a Dilma.
A todos ellos, Lula abrazó en un gran frente contra el actual presidente. De hecho, Alckmin, su candidato a vice, fue parte de quienes destituyeron a Dilma y un viejo rival del lulismo. Además, difícilmente se señale a la corporación mediática de O Globo, que fue parte de quienes realizaron una feroz campaña para encarcelar al líder del PT, porque hoy apoya su vuelta al poder de Brasil.
Un amplio frente de todos contra Bolsonaro, a quién se señala cómo el único responsable de todos los males, generó un muy buen resultado de Lula en primera vuelta. Sin embargo, desafiando a todas las encuestas, el bolsonarismo sacó un 43%, ganando en antiguos bastiones petistas, como Sao Paulo.
Por el lado de Bolsonaro, se llevó adelante una campaña prácticamente oscurantista. Desde las acusaciones de corrupción al partido de Lula, en algunos casos probadas y en otros no, hasta el planteo de que el líder del PT, tendría una “pacto con el Diablo”.
Parece mentira, pero no. Lula tuvo que aclarar textualmente que “no tengo ni tuve un acuerdo con Satán. Estas afirmaciones, sumadas a la innumerable cantidad de fakenews, conforman una campaña completamente alejada de soluciones políticas a los problemas de la población, prácticamente a adjudicar todos los problemas de Brasil a Lula, el PT y el “marxismo cultural”.
El 30 de octubre, se disputará el balotaje entre ambos candidatos. Simone Tebet y Ciro Gomes, la tercera y el cuarto candidato, ya adelantaron su posicionamiento a favor de Lula. Gran parte de las encuestadoras, algo desprestigiadas por no acertar en los guarismos de Jair Bolsonaro, manifiestan que el triunfo del candidato del PT es “irreversible”.
Sin embargo, encontramos en declaraciones del experto en campañas electorales, Jaime Durán Barba, un contrapunto interesante para pensar en los pronósticos del balotaje carioca.
“En Ecuador el resultado de la primera vuelta fue Lasso con 19% y Andrés Arauz con 35%, una diferencia descomunal. Era una elección, según todos, imposible de ganar, pero tuvo un análisis estratégico: la idea fue hacer que todos los partidos y gobernadores desaparezcan de la campaña para apelar al voto de la grieta horizontal de la mayoría de las personas en contra de los políticos”, explicó a Perfil.
Por otro lado, Durán Barba señala que la estrategia de Lula fue la opuesta, al respecto, señaló: Los apoyos de la prensa, los partidos opositores y los empresarios debilitan a Lula. Bolsonaro al estar en contra de todo lo establecido se convierte en una alternativa de alguien distinto”.
“En Estados Unidos pasa lo mismo con Donald Trump. Es real que todos los políticos importantes apoyan a Lula, y al añadir el apoyo de los que quedaron tercero y cuarto, agudizó eso. Entonces, los que tienen bronca con los políticos ya saben donde no votar”, analizó.
Una vez más, el problema pasa por despegarse del sistema política habitual, del establishment. Habitualmente los candidatos progresistas y de izquierda son quienes hegemonizan a los descontentos del sistema. Pero tras procesarse experiencias con gobiernos ligados a expresiones discursivamente populares, la población en reiteradas ocasiones de sus planteos.
La cuestión es con quién enojarse
Cómo decíamos más arriba, en momentos de crisis, gran parte de la política se dirige a asignarle la culpabilidad a un sector de la población. En general, los planteos políticos ligados a la derecha, encuentran un responsable en quien está al lado y las plataformas progresistas o de izquierda, señalan a quienes están arriba.
Por ejemplo, durante el conflicto mapuche en Villa Mascardi, Patricia Bullrich, Espert y Lopez Murphy plantearon que quienes tomaban tierras eran “terroristas” y que amenazaban la “soberanía nacional”.
Los planteos de la Izquierda, representados en varias figuras como Myriam Bregman, Gabriel Solano o Manuela Castañeira, expresaron su solidaridad con los mapuches y acusaron a los propietarios extranjeros de grandes porciones de territorio en la Patagonia.
La misma estructura se reproduce en conflictos como el del Neumático y el de los movimientos sociales que realizan piquetes frente al Ministerio de Desarrollo Social para reclamar un aumento en la cantidad de altas del programa Potenciar Trabajo y un incremento de su paga.
La derecha señala a “quienes cobran planes y no quieren trabajar”, “los sindicalistas que extorsionan a los empresarios” e incluso a las feministas que “imponen su ideología de género” como parte del sector que hay que enfrentar para resolver los problemas del país.
Por el contrario, la izquierda, representada electoralmente por el FITU, señala al FMI, “los empresarios” o “los capitalistas” como quienes con sus ansias de ganancias, perjudican a “los de abajo” o al “pueblo pobre”.
El Gobierno, ligado discursivamente a opciones más progresistas tuvo una crisis, por actuar con una agenda de confrontación con los mapuches, los movimientos sociales y los trabajadores del neumático, que derivó directa e indirectamente en la renuncia de la ministra de Mujeres, Género y Diversidad, de Trabajo y de Desarrollo Social.
Por ahora, en la carrera de la representación de los descontentos, la derecha se encuentra en una posición de avanzada, pero la estabilidad de los humores políticos no son algo estable en situaciones de crisis.
Parece lejano en el tiempo cuando el macrismo apelaba a los globos y la cumbia para darse una identidad feliz y despreocupada. Hoy las declaraciones extremas y los discursos de barricada están a la orden del día y a todas luces, llegaron para quedarse.
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