
El Padre de la Patria, el libertador, el Fundador de la Libertad del Perú, el Fundador de la República, son solo apodos que dan cuenta de la inmensidad y la influencia de la figura del General José Francisco de San Martín al cual se hará un pequeño homenaje en esta nota en vísperas de un nuevo aniversario de su paso a la inmortalidad.
Por Marco Vandoni
Nacido en 1778 y criado en el seno de una familia española, un joven José Francisco de tan solo seis años emigró de Argentina en medio de los turbulentos años de estados coloniales argentinos y emprendió camino a España con sus padres, donde se educaría y realizaría su formación y primeras experiencias como militar.
Educado en el Seminario de Nobles de Madrid el General aprendió matemáticas, ciencias naturales, dibujo, música, retorica y una variedad de lenguajes como latín, francés e inglés, en los cuales se convirtió en un gran lector de estos y en general, ya que a todos lados iba con su biblioteca personal.
A la temprana edad de 13 años fue su inicio en su destacada carrera militar en la que comenzaría sirviendo al ejercito español, en donde participó de distintas campañas, destacándose la Guerra de Independencia Española y las guerras del Rosellón, aunque a pesar de todo nunca perdió contacto con su tierra madre.
Siempre se consideró un entusiasta de las ideas revolucionarias e independentistas de América, y es gracias a ese sentido de pertenencia por el cual en 1812 regresó a Buenos Aires con la esperanza que su experiencia militar sirviera para fines patrióticos, a pesar de que su llegada no fue tan bien recibida por los dirigentes.
Dos relaciones emblemáticas
Es en el retorno a Buenos Aires en donde el prócer conoció en una tertulia política a María Remedios de Escalada, con quien contraería matrimonio el 19 de septiembre del mismo año, y lo acompañaría hasta el momento de su prematura muerte a los 26 años en 1823.
Posterior a su casamiento, en enero 1814, el Libertador se encontraría personalmente con otro personaje destacado en la independencia nacional, Manuel Belgrano, con el que mantuvo una profunda amistad en la que ambos se admiraban y respetaban mutuamente, incluso antes de verse personalmente gracias al previo intercambio de cartas entre los dos.
El cruce de Los Andes
Al visitar la Ciudad de Mendoza, puede escuchar como aun el día de hoy resuenan los ecos de la gesta sanmartiniana, y es que fue en esta ciudad en donde posterior al bloqueo del Alto Perú que el General decidió establecer base para llevar a cabo de llegar al ultimo bastión imperialista en América del Sur.
Parece increíble como en aquel momento ese objetivo fue cumplido con tan pobres recursos, incluso cuando actualmente, con avanzados transportes y moderna tecnología cuesta unas cuantas horas atravesar la Cordillera de Los Andes por vía terrestre, y eso sin tener en cuenta la hostilidad del ambiente y las condiciones climáticas que juegan en contra, incluso en tiempos modernos.
Así el Padre de la Patria llego a Chile, en donde un 12 de febrero de 1817 derrocó al ejercito realista y proclamo la independencia de los trasandinos, los cuales le habrían ofrecido el cargo de director supremo, puesto que declinó a su compañero de gesta O´ Higgins, para seguir enfocado en sus metas libertadoras.
San Martin de esta manera, continuó su camino hasta Perú, luego de que Buenos Aires haya rechazado el aporte de suministros y recursos, que tras varios enfrentamientos en una odisea marcadapor falta de dinero y diferencias políticas finalmente concluyó con la ocupación de Lima y la independización del Perú el 28 de junio de 1821.
Una vejez solitaria
En múltiples ocasiones se le ofreció al General importantes cargos de poder en la política americana e involucrarse en conflictos internos nacionales, a los que mayormente rechazó, y a pesar de todos los logros en su carrera, las muchas criticas recibidas tras su retiro y el fallecimiento de Remedios de Escalada lo forzaron al Libertador a exiliarse enEuropa con su hija Mercedes.
Allí, Don José pasaría los últimos años de su vida, en una retraída vejez, en la que su principal compañía seria su hija en la que, en contra de su voluntad, no podría volver a pisar suelo argentino debido a los enfrentamientos políticos del país en esa época.
En 1850, sus problemas respiratorios fueron los que finalmente acabarían con el General, en suelo francés, y aunque su último deseo fue descansar en Buenos Aires y eso no se cumplió hasta 1880, el prócer más importante de la historia nacional murió a más de 11 kilómetros de Buenos Aires sin posibilidad de volver a la patria que ayudó a construir.
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