
La edad y el horario no son un impedimento para aprender a construir instrumentos musicales en las clases de Marcelo Quinteros, un músico que se dedica a enseñar la pasión por la lutheria en Laferrere, Tapiales y Isidro Casanova.
“Ser lutier es el oficio de construir instrumentos de cuerda de manera artesanal con el objetivo de que se convierta en profesional, en uno de concierto”, así explicaba Marcelo parte de la labor a la que se dedica desde los 12 años y que hoy, con 43, tiene la oportunidad de difundir tanto entre jóvenes como en adultos mayores que comparten su interés por las herramientas musicales.
El músico confesó que la iniciativa de enseñar comenzó hace un año y medio por inquietudes de los clientes que estaban interesados en construir aquello que compraban. De manera accidental, se encontró que al armar el proyecto había “chicos de 18 años y jubilados de 76 años interesados en la fuerza y energía del instrumento”, siempre dispuestos a asistir a las clases a pesar de los días de lluvia.
El caso que más le enorgullece es el de un joven en silla de ruedas de quien confesó: “El primer día que me llamo, jamás me hablo de su discapacidad. Cuando me lo conto le dio cosa pensando que yo lo iba a rechazar como aprendiz. Fue un momento sorpresa para mí, adapte su negocio a él y para mí es un ejemplo porque siempre tiene ánimo para construir”.
La lutheria es considerada en otros países como un oficio de elite, pero Marcelo se encuentra enseñando el oficio en distintos puntos de La Matanza y explicó que es otra forma de verlo en el país. Además, aseguró que cobra una cuota razonable y accesible porque vive de aquella labor para ganarse la vida.
Con respecto a los horarios, las clases se dictan los lunes y miércoles de 14 a 18 horas en Laferrere. Los días martes de 18 a 22 en Tapiales. En Isidro Casanova, se encuentra los jueves de 9 a 13, 14 a 18 y de 18 a 22 como así también los sábados de 9 a 13 y de 14 a 18 en el mismo lugar. Para más información, se puede acceder a su página de Facebook “Taller de Lutheria Oeste” o en Instragram por el mismo nombre.
Entre los contenidos más novedosos del curso se encuentra la restauración de instrumentos que ayuda a los alumnos a tener una salida laboral y poder pagar sus clases con las reparaciones que aprenden a hacer. “Los alumnos al comentar que hacen el curso, siempre hay alguien que les da un instrumento para arreglar. Vienen a las clases, los reparan, y les sirve como una ayuda”, comentó el profesor.
Por su parte, el luthier rompió el mito acerca de las limitaciones que implica construir diferentes instrumentos: “La mayoría de los que vienen al taller piensan que todos son difíciles, pero después se dan cuenta que no. Les enseño dos métodos: uno para instrumentos acústicos como charango, ukelele, guitarra de cuerpo sólido, clásica criolla o electroacústica con cuerdas de acero, y violines o violonchelos. Y otro modulo está dedicado a instrumentos eléctricos”.
La mayoría de sus alumnos terminan sus productos en un promedio de tres meses y medio lo que ayuda a generar una cooperativa de trabajo artesanal capaz de vender productos a clientes de Chile, México, Colombia, España, como así también a algunas provincias del país. Además, les permite contrarrestar la limitación a la que se enfrentan gran parte de los artesanos: producir en serie.
Si bien las redes sociales hicieron su parte en la difusión de su trabajo, Marcelo afirmó que “un lutier se hace famoso con el boca a boca, cuando la gente ve el producto terminado” y agregó que construye a necesidad del músico, pero siempre con un instrumento en el que se especializa, como en su caso con la guitarra gitana de jazz, que es solicitada incluso desde el exterior.
El amor por la luthería es algo que el hombre de 43 años descubre cada día con las intenciones que ve en sus alumnos al hacer el trabajo que él tanto ama. Sin embargo, confesó que “no es algo religioso ni nada, es construir un instrumento” con la diferencia que en su taller se observa de una forma más apasionante y en un ambiente donde la edad y las limitaciones pasan desapercibidas.