Número de edición 8481
Espectáculos

Tomás Watkins: “Marco Denevi fue el autor argentino que más había leído hacia mis 18 años”

Tomás Watkins: “Marco Denevi fue el autor argentino que más había leído hacia mis 18 años”

Primera parte de la entrevista en profundidad al escritor neuquino, autor de varias obras reconocidas y premiadas.

Por ROLANDO REVAGLIATTI

Tomás Watkins nació el 20 de junio de 1978 en Neuquén, capital de la provincia homónima, donde reside, República Argentina. Ha recibido primeros premios y otras distinciones, integrado jurados de concursos y participado en Festivales y Encuentros de escritores en su país y en Chile. También tiene su recorrido como gestor cultural, de manera independiente y desde el Estado.

 

 

 

 

 

 

Entre las antologías soporte papel en las que fue incluido, citamos “Desorbitados. Novísimos poetas del sur de la Argentina” (2009), “Si Hamlet duda le daremos muerte” (2010) y “Poesía por Mariano Ferreyra” (2013), así como la de soporte digital “Máquina sur. Poesía actual de la Patagonia” (2013). Poemarios publicados: “Grito” (2003), “26” (1ª edición en 2004; 2ª edición en 2007), “Mitología” (2012), “Hora blanca” (2015) y “Bien de consumo” (2015).

¿Abundaban los libros en tu infancia?

TW — De todo tipo, afortunadamente: desde la colección Robin Hood de mi padre hasta enciclopedias ilustradas y volúmenes de historia de mi madre. De chico nace primero la sospecha sobre los libros antes que la lectura. También me convertí en un ferviente lector de cómics e historietas: con mi hermano devorábamos cualquier cantidad, porque canjeábamos en librerías de usados, ya prácticamente extintas en mi ciudad; pasábamos las tardes de los sábados entre el fútbol y la lectura. Esto siempre llamó la atención: cómo había tiempo para leer y para hacer las otras cosas que hacen los chicos. Macanas, cirujeadas, jugar a la pelota en la plaza, organizarnos para ir a las bardas o para correr carreras de carritos de rulemanes. Parece otro milenio, pero éramos nosotros.

Conservo la impresión de haber pensado alguna vez: “¿Qué hay en los libros que incita a los adultos a que tengan la cabeza metida en ellos tanto tiempo?” De ahí la sospecha, la benigna sospecha que luego se transformó en constatación. Interesantes esos procesos cuando todavía es el tiempo del “durante”, antes de cualquier posible reflexión. Ahora se me ocurre que los asuntos que perduran nacen o se llevan en las entrañas.

Y en mi juventud: el mismo hogar, la misma sospecha sobre los libros. Había algo ahí que hacía sucumbir a toda la familia. Cambiaron, eso sí, algunas lecturas. Ahora alcanzaba, literal y no tanto, los estantes superiores de las bibliotecas. Di de frente con varias obras del Divino Marqués. La memoria, en estas lides, efectúa recortes. Hay tantos autores y tantas obras que querría traer ahora, pero me quedo con que Marco Denevi fue el autor argentino que más había leído hacia mis dieciocho años.

Otro autor que frecuenté es Michel de Montaigne. Leía con fruición sus ensayos, aun sin comprenderlos del todo. Estaba “eso” en las palabras, a veces tan difícil de definir. Me parece que fue Adolfo Bioy Casares quien adujo que, en general, de los libros nos quedamos con una sensación por haberlos transitado, más que con tramas o argumentos. Denevi significó un norte y un reino de mi adolescencia, hasta que conocí a Borges alrededor de los veinte años. Creo que hay un antes y un después de Borges en mi vida (y en la de muchos, o en la de todos). Él fue el apuntalamiento de este lector que lee por placer casi malicioso, casi perverso.

Y por entonces habías ya recibido algunos reconocimientos.

TW — Tuve buenos incentivos. A los dieciocho años, en las categorías de Relato de Vida, Poesía y Cuento, en concursos organizados por la “Casa del Neuquén 2020”, perteneciente a la Secretaría de Estado del COPADE (Consejo de Planificación y Acción para el Desarrollo). La presidenta del jurado era ni más ni menos que la gran Irma Cuña [1932-2004]. Fue un hito en mi vida aquel concurso; me fue enseñando que tenía un destino literario al que no podría obviar.

A los veinticuatro conocí a varios poetas con quienes conformaríamos el grupo músico-poético “Celebriedades” (denominación que adoptamos del libro “Celebriedad”, del ecuatoriano Edwin Madrid). Recorrimos, entre 2003 y 2007, gran parte de la Patagonia argentina y la región de la Araucanía, en Chile, ofreciendo un espectáculo de poesía, música y humor. Éramos Miguel Ángel Sabatini, Raúl Mansilla, Pablo Betesh, Carlos Blasco, Juanse Villarreal, Cristian Carrasco, Sebastián González y yo: más de una veintena de presentaciones. Fue el lapso de mayor creatividad hasta ahora, de “estar en poesía”, como decía la poeta Macky Corbalán [1963-2014].

Las presentaciones “celebrias” eran más bien caóticas, no siempre hacíamos lo mismo. Empezábamos leyendo nuestros textos de manera “convencional”, uno por vez, en línea, parados y sentados…: como cualquier mesa de lectura. Con el tiempo nos fuimos despegando de ese formato porque nos aburríamos e inferíamos que el público también se aburría.

Incorporamos histrionismo, improvisación —como la inolvidable versión del poema del brasileño Affonso Ávila [1928-2012] que Carlos Blasco y Raúl Mansilla hacían en vivo, o el “Poeta Universal DJ Ámbar” que ponía yo en escena disfrazado de bailarín de danzas contemporáneas— e instrumentos musicales. De ahí que, hacia el final, dimos forma a una puesta tutelada por la noción de espectáculo, algo ameno, entretenido y divertido. El grupo, más que durar, ardió (en términos barthianos), y hoy nos queda el bello e hiriente recuerdo.

En 2004, con veintiséis años, publiqué mi primer libro en la editorial El Suri Porfiado, dirigida por el poeta y docente Carlos Juárez Aldazábal, y además obtuve el Primer Premio de Poesía del último concurso literario organizado desde la UNCo. Importante en lo íntimo porque el primer ganador de un certamen convocado por esa institución fue Raúl Mansilla, en 1984: él abrió y yo, veinte años después, clausuré. Todo en casa (je). Raúl es mi compadre de casamiento y del alma, o sea que hay cosas que pueden mutar, pero no desaparecer.

Cuando el fuego “celebrio” hubo sido trasplantado a sus respectivas ánforas domésticas (imagino que cada integrante debe tener un espacio especial para su porción ígnea), yo incursioné en radio y actividades culturales de manera individual o colectiva. Realicé, en 2009, un segmento denominado “El maridaje Watkins” —libros, vino y música— dentro de un programa radial de abundante audiencia, llamado “Rudasmacho”. Gustó tanto el segmento que después fue pedido para ser utilizado como separadores de un programa de Radio Del Plata, en Neuquén. Tras varios años de añorar aquello, durante 2015 trabajé en 88.5 FM Capital, de la Municipalidad de Neuquén, con mi programa “Tigres de Papel”.

“Celebriedades” organizó festivales de poesía.

TW — Dos. Que por su magnitud fueron extraordinarios; y esto no lo digo yo, sino que figura en “Un referente fundacional”, del poeta y narrador Ricardo Costa: un libro importantísimo para comprender el devenir literario en mi provincia hasta el 2005. Se llamaron “Confluencia Literaria” (1 y 2): participaron escritores de toda la Patagonia, de Chile, Ecuador y Brasil.

En ambas ocasiones logramos algo que desde la gestión pública no se venía haciendo; es más, estábamos ante un estancamiento notable en lo cultural (2003-2004), y, salvo nosotros y el grupo reunido en torno a la Editorial Limón, no había mucho más movimiento que yo recuerde. Una satisfacción enorme que, tiempo después, pude dimensionar, dado que la crónica no permite reflexiones al fragor de los hechos.

Trabajás en el Estado.

 

TW — Sí, desde los 21 años. Y en el mismo lugar desde entonces, el Centro de Documentación e Información Educativa “Alicia Pifarré”, dependiente del Consejo Provincial de Educación de Neuquén, y ocupando diversos puestos. Ahora, por ejemplo, estamos aventurándonos en la puesta en funcionamiento de un organismo editor propio del Centro de Documentación.

En 2015 fui convocado para desempeñarme como referente del área de Letras de la, entonces, Dirección Provincial de Cultura. Actualmente, ese organismo fue jerarquizado como Subsecretaría Provincial de Cultura, y ese cargo lo ocupa la poeta y profesora Carina Rita Medina. Es interesante y movilizador laburar desde el Estado apuntando al grupo de pares. Siempre habrá críticas, pero lo importante es otra cosa.

No es extraño para mí recorrer pasillos y golpear puertas para que presten atención a lo que tengo para proponer. Bueno, así fue que con Carina comenzamos a coordinar, a partir de 2016, el proyecto biministerial “Puentes”, un grupo de acción literaria que opera con entidades gubernamentales y no gubernamentales en procura de concretar objetivos vinculados a las letras y los libros producidos desde y en Neuquén.

Además de presentaciones literarias, como parte de una línea de trabajo que comenzó en 2015 y que continúa, ahora bajo el formato de ciclo, pusimos en marcha actividades como el Programa de Desarrollo Profesional “Dar de leer”, junto a los poetas y profesores Romina Olivero y Carlos Duarte, fundamentales en este grupo maravilloso que tengo la suerte de integrar.

El “Dar de leer” apunta a reparar la práctica lectora de literatura surgida en Neuquén, así como su inclusión en la currícula. Otras acciones del Proyecto Puentes son “Autores a la carta”, la posibilidad de que lectores de Neuquén puedan contactarse con sus autores, la Feria Trashumante del Libro: una locura que se lanzó emulando el pastoreo del tipo trashumante, que consistió en llevar los libros, las editoriales y las librerías a reunirse con sus lectores del interior de la provincia en una suerte de inversión de la lógica que centraliza la muestra acá, en la Capital.

Creemos en las acciones que emprendemos porque consideramos que es necesario volver a evaluar las literaturas producidas en las provincias, y vemos que no estamos errados: hay un nuevo auge, al menos en Patagonia, de repensar las realidades regionales, en tanto contextos de surgimiento de la literatura actual. La región literaria debe ser (i)limitada por los hitos dispuestos por la palabra, no por la geografía, sin folclorismos ni accesorios inútiles. Cambiar el sentido a cómo se entiende la tradición, la herencia: la literatura de calidad siempre pondrá en valor su contexto de enunciación.

También fui convocado a trabajar en la posibilidad de reactivar el Fondo Editorial Neuquino: una gran falencia y deuda que el Estado provincial mantiene con la comunidad. No sé qué pasará con estas acciones, hay factores que no dependen de uno, pero me entusiasma lo que está en curso desde 2015, orientado a agitar el avispero, y todo lo que encaramos en un año de transición o de desguace como lo fue el 2016.

Bien del presente es ese otro proyecto denominado “Almacén Literario”.

TW — Efectivamente. Es un banco de datos multisoporte sobre escritores neuquinos, que obtuvo una beca del Fondo Nacional de las Artes en dos oportunidades. Multisoporte, porque posee material audiovisual y en formato pdf de lxs autores incluidos: Macky Corbalán, María Cristina Venturini, Eduardo Palma Moreno, Raúl Mansilla, Miguel Ángel Sabatini, Héctor Ordóñez, Mariano Villegas. Llevamos cuatro años desarrollando la plataforma Almacén Literario,y esperamos en breve poder retomar el trabajo junto con mis adláteres Cristian Carrasco y Bruno Revello. Hay mucho por recorrer, muchxs autores que registrar.

Algunos videos del Almacén Literario fueron exhibidos en distintos puntos del país. Recuerdo ahora la inclusión del video de Macky —probablemente el último registro en vida de una de nuestras mayores y más queridas poetas— en el Festival de Poesía organizado por el Centro Cultural Kirchner, en Buenos Aires, en 2015. Tuvimos el enorme placer de que el poeta Gerardo Burton haya presentado el video en esa oportunidad.

¿Y la revista “Coirón 2.0”?

TW — Es un mítico órgano de difusión cultural post-dictadura que otorgó visibilidad a las producciones del Centro de Escritores Patagónicos, un ardid que rápidamente prendió fuego y ganó adeptos en aquel momento histórico. Muchxs escritores patagónicxs se situaron bajo la tutela del CEP. La revista es dirigida desde entonces por el escritor chileno Eduardo Palma Moreno, arribado a nuestro país “becado” por Pinochet, como él dice.

Fue uno de los primeros instrumentos que en los ‘80 recorrieron la Patagonia literalmente, dado que Palma Moreno, junto con los poetas Raúl Mansilla y Sergio Sarachu —integrantes del Consejo de Redacción del organismo—, surcaron el territorio en busca de corresponsales con apenas una carpa que nunca abrieron, según cuenta la leyenda, dada la hospitalidad y el cariño de lxs pares que los recibían en cada ciudad.

Eduardo lo ha mencionado en alguna oportunidad como “Poesía patagónica a dedo”, lo que ahora parece ciencia ficción, con tanto dispositivo comunicacional bien o mal intencionado. Lo cierto es que la “Coirón” le torció el brazo al lema de que las revistas culturales no superan los cuatro números: en efecto, fueron cuatro en su primera época, y desde su resurgir como “Coirón 2.0”, en 2012, lleva más de diez números. Con Cristian Carrasco también estamos juntos en esta aventura de representar la revista en Neuquén.

¿Qué otras actividades o grupos integrás actualmente?

TW — Formo parte desde sus inicios del ENIE, Encuentro Nacional Itinerante de Escritores. Movimiento, movida más que encuentro convencional, que reúne poetas y narradores de todo el país, vinculados por intereses literarios comunes, por lo general, y que nos fuimos conociendo en los márgenes de otros encuentros. Por eso, la naturaleza del ENIE, además de su carácter itinerante, es la de disponer horizontalmente las relaciones, los vínculos, el trabajo.

Desde 2008 venimos recorriendo este camino y hemos visitado localidades de las provincias de San Luis, San Juan, Mendoza, Neuquén, Entre Ríos, Chaco, Corrientes, Formosa, Córdoba y Santa Fe. Un placer integrar ese colectivo atravesado por todas las realidades disponibles, las personales, las provinciales, políticas, ideológicas, de edición, de circulación.

Si encomillo “El mundo del trabajo” te retrotraerás a 2009.

TW — Me llevás al momento del concurso lanzado por la CTA. Yo integré la comisión de lectura, junto a los escritores Rafael Urretabizkaya, Pablo Yoiris, Gabriela Grünberg y Guillermo Saccomanno, además del maestro Nano Balbo, en este certamen convocado por la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA) Neuquén, para elaborar la edición de un volumen que compilara relatos y poemas escritos por trabajadores.

“El mundo del trabajo”, como bien señalás, fue el título. Labor de una satisfacción enorme, porque ejercieron la palabra quienes conocen el mundo del trabajo desde adentro, ésa era la consigna, no pararse desde la observación y, ajeno, describir, sino que la cuenten desde adentro lxs protagonistas.

Nietxs que entrevistaron abuelxs, personas que contaron alguna anécdota laboral, hubo de todo. Se pudo publicar la antología y se les entregaron, en una emotiva presentación que tuvo lugar en el Salón Azul de la Universidad Nacional del Comahue, varios ejemplares a cada unx de quienes habían participado del proyecto. Había poemas, relatos, crónicas y alguna que otra nota denunciando maltrato por parte de alguna patronal. Una experiencia inolvidable.

Además de la isla Watkins y de un navegante irlandés (Patrick), tu apellido es el de, por lo menos, un músico, un director de cine, un deportista, un pintor, un dramaturgo, un director de televisión y fotografía, un actor…

TW — En un poema llamado “Lilíada”, dedicado a mi hija Lila, menciono que la isla Floreana, del archipiélago de las Galápagos, era el lugar de residencia de un pariente mío, el navegante Patrick Watkins. Hace unos años pude conocer la cueva que hacía de hogar de este bucanero que trocaba carne y grasa de tortugas gigantes por ron, armas y municiones. Los Watkins somos una gran familia.

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