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Crímenes de odio que se mantienen en silencio

Crímenes de odio que se mantienen en silencio.

En los primeros días del mes de febrero ocurrió un travesticidio en el barrio de Los Pinos.

Se ha difundido muy poco este hecho, como otros tantos crímenes de odio hacia las personas de género disidente. En una entrevista, Sol Ángeles Gómez, una activista trans, nos relata el nivel de discriminación que viven las trans y las travestis en una sociedad que no cesa de marginarlas.

El 5 de febrero Laly Heredia Escobar fue asesinada de un balazo en el barrio de Los Pinos, este es uno de los tantos crímenes cometidos a  trans y travestis en nuestro país que prácticamente no son dados a conocer. El año pasado se contabilizaron alrededor de sesenta mujeres trans muertas y, este año, según la comunidad trans-travestis, ya son 10 los casos conocidos.

Para dar voz al sufrimiento que atraviesan las compañeras, Sol Ángeles Gómez no dudó en hablar sobre el tema. Sol es fotógrafa independiente, militante y activista trans, pero sobre todo es una luchadora que ha sabido enfrentar todo tipo de situaciones adversas para defender su elección. A propósito del tema de la semana pasada, sobre las verdaderas elecciones en la vida, fue ella quien inspiró la frase “hacer realidad lo inimaginado”, es un vivo ejemplo de alguien que logró aflojar los hilos que someten y determinan a los individuos.

Discriminación. Epidemia social

El término común es homofobia, definido como odio o asco de una persona hacia los homosexuales; aunque, según, John Boswell, también puede ser definido como “temor a su semejante”.

Este parece ser más adecuado, sin embargo, no delimita el factor visible de la homofobia y sus derivados (lesbofobia, transfobia) que es la violencia con la que se repele al sujeto disidente. En las fobias comúnmente existe un rechazo hacia el objeto temido, pero no una posterior persecución. Ese nivel de crueldad aun parece no encontrar definición.

Sobre la discriminación, Sol ha comentado que es una modalidad constante por parte de la sociedad, algo lamentablemente naturalizado por la comunidad trans. Las instituciones tradicionales, binarias y heteronormativas  no alojan de ningún modo a las personas de género disidente, que terminan construyendo sus propios espacios de formación o trabajo en cooperativas.

Esto permite entrever que aún no se han implementado estrategias de inclusión reales con lógicas que se basen en la diversidad en los espacios educativos o laborales. Finalmente, en una subjetividad que, desde el inicio fue marginada, solo puede gestarse cierto resquemor a compartir espacios en la comunidad.

Una historia, un viaje

Sol comenzó a tener preferencias y gustos diversos a la edad de 4 años, pero recién a los 18 años, en un viaje a la costa, fue que decidió asumirse como mujer trans. Estaba cansada de ocultar su modo de desear, de amar y ser. Para ella lo más doloroso fue poner a prueba de fuego el amor de sus amigos y familiares, en el camino quedaron muchos seres queridos, pero  no desistió de continuar con aquella decisión que la hacía feliz.

De la familia a la comunidad

Cumpliendo su segunda década encontró en la carrera de Trabajo Social uno de sus intereses más férreos, allí pudo abrirse al mundo y sensibilizarse a la desigualdad que viven los sujetos que transitan por una situación de vulnerabilidad de derechos. Adherirse a la militancia política heterosexual fue una decisión que se decantó inevitablemente, pero aun en esos espacios no logró encontrar “su lugar”. Tuvo que inventar de algún modo su modalidad de militancia y activismo trans, otra decisión que le permitió reinventar su vida.

La sexualidad identitaria

Sol se ha definido como una afortunada  dentro de la comunidad trans,  también podríamos decir que es una afortunada en la sociedad en general. Ella ha sabido inventar su propio lugar y sostener su decisión más allá de los altibajos y sinsabores. Pero sus compañeras no han tenido la misma suerte.

La violencia que genera la lógica binaria en la sociedad es sumamente cruel, y es que la construcción de géneros y sexualidades basados en el binarismo plantea que todo lo diferente a lo idéntico es enfermizo o monstruoso, atribuyendo todo tipo de características que estigmatizan y desigualan a las personas, generando un sistema de pensamiento donde hay  individuos superiores y otros inferiores. Este tipo de pensamiento es validado por dispositivos de poder y políticas que oprimen los cuerpos y cercenan los deseos.

Pensar la diversidad

Al parecer, para los profesionales de la salud resulta muy complejo salirse de los cánones establecidos por el binarismo y la heteronormatividad. Una de las preguntas que le hice a Sol fue, si alguien de la comunidad trans, que ella conociera, solicitó ayuda psicológica alguna vez; la respuesta fue esperable.

Solo una mujer trans recurrió a un espacio terapéutico; esto debería interpelar a los colegas. ¿Por qué una persona que sufre  tanto la marginalidad social no recurre a un psicólogo? ¿Será porque no puede pagarlo o porque supone que no la escucharía? En cualquier caso, deberíamos prestar atención al tema.

Desde la psicología y el psicoanálisis aún resta mucho por dialogar y replantear; pues cualquier variante en un sujeto, si es pensada desde el binarismo y biopolíticas heteronormativas, puede ser leía como patológica.

Por otra parte, comprender que lo fundamental es privilegiar la producción subjetiva, por fuera de las continuidades dadas por el determinismo cultural y los dispositivos de poder, favoreciendo su despliegue y permitiendo que se constituya en lo diverso y en lo múltiple, puede ser un primer paso para romper con lo identitario y la discriminación.

Por último, al finalizar la entrevista le pregunté a Sol qué le diría a un niño de cuatro años que se encuentra atravesando la misma situación que ella a esa edad.  Luego de pensar un momento, Sol  respondió: “Que es válido ser feliz”.

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