Los cambios de hábito que marcaron distintas épocas los dejaron en desuso. Testigos del tiempo, ahora son protegidos por una ley.

Testigos de una época en la que la correspondencia venía en un sobre de papel y la mensajería más rápida se llamaba telegrama, los buzones que aún resisten en seis esquinas de la Ciudad fueron declarados recientemente patrimonio cultural.
Según publicó el Boletín Oficial, la declaración responde a la ley 15.069 que involucra a los seis buzones del Correo Argentino ubicados actualmente en las calles 8 y 34, 6 y 50, 7 y 61, 16 y 47, 51 y 21 y 1 y 36 de esta ciudad. Los buzones pertenecen al Estado nacional y son administrados por el Correo Argentino.
La iniciativa surgió con el objetivo de preservar un bien que fue símbolo de otra época y “esencial en el sistema de correspondencia oficial y único del Correo Argentino hasta los años ‘90”.
Muchos buzones llegaron de Europa en el siglo XIX y se instalaron desde la fundación de la ciudad, uno de los datos por el que fueron considerados un bien de interés histórico que se incorpora al patrimonio cultural de la provincia de Buenos Aires.
Cada uno de los buzones “forma parte de la historia de la ciudad, y de los bonaerenses, y dado su desuso desde hace muchos años se han convertido actualmente en blanco del vandalismo y se encuentran en un estado de total descuido”, sostienen los fundamentos de la norma.
Se destaca la importancia de “valorar los bienes que se encuentran situados en su interior, que guardan de valor testimonial y son de esencial importancia para la historia de todos los bonaerenses”.
Los primeros buzones fueron traídos desde Europa, la mayoría desde Inglaterra, a fines del siglo XIX y se empezaron a instalar a partir de 1892 en las esquinas de varias ciudades del país.
Su momento de esplendor en las comunicaciones fue durante la década del ‘40 cuando extendidos en toda la Argentina alcanzaron a ser unos 2.300.
En la ciudad de La Plata se instalaron buzones rojos y cilíndricos, como los que permanecen en la actualidad, a poco de ser fundada, y si bien cayeron en desuso con la llegada de las tecnología digitales, el principal desafío es y fue combatir el vandalismo y el abandono.
Cada uno de los buzones forma parte de la historia de la Ciudad. Hoy son blanco de vandalismo
Muchas comunas del país intentan protegerlos mediante decretos o declaraciones que los consideren bien de interés histórico y cultural, e incorporándolos a su patrimonio histórico.
Los buzones son sin duda el único mobiliario urbano del siglo pasado que todavía se mantiene en pie. Media docena de buzones es todo lo que queda en La Plata de aquellos viejos objetos de hierro fundido, estafetas postales que mediaban entre los vecinos y el correo, y que el cartero abría, dos o tres veces por semana, empezando así el viaje de las cartas del barrio.
Equipamiento clave del Correo, que fue hasta los años 90 el sistema de correspondencia oficial y único, en esa década se desreguló la actividad e irrumpieron como competencia las empresas privadas, que no se valían para el servicio de los buzones barriales. Luego apareció internet con el correo electrónico, las poderosas redes sociales y los mensajes instantáneos vía teléfono. Fue el principio del fin para los buzones y para la antigua costumbre de enviar cartas y postales.
Cada una de esas reliquias urbanas tiene su historia. El de 8 y 34 sea, quizás, el que en mejor estado se encuentre. Fue fabricado, como otros de la dotación que se montó antes de los años 50, en los porteños Talleres del Fénix. Mantenido en el último tiempo por un grupo de vecinos, hay quienes recuerdan en el barrio, como picardía de la infancia, a mediados de los 70 el juego de hacerle explotar petardos en su interior.
El de la esquina de 6 y 50, el más céntrico de todos, obra de los talleres Vasena, se ve, en ese lugar emblemático de la Ciudad, a un costado del Pasaje Dardo Rocha y frente a la plaza San Martín, totalmente deslucido.
Tampoco es muy digno de presentación el buzón de 7 y 61, tapizado de viejos papeles de propagandas y escritos con grafitis, y con la base carcomida. Ese también salió de la fábrica Vasena.
El de 16 y 47, lo firmaron L. Sanz e Hijos. Rodeado de pasto, sufre frecuentes episodios vandálicos. El buzón de 1 y 36, con base de adoquines y que alguna vez se salvó del desguace por pedido de los vecinos, es factura de los talleres del Fénix; mientras que el de 51 y 21, al lado de una concurrida parada de micro, salió del Vasena.