Otro cumpleaños: Microficción
Cuando cumplí un año se hizo una fiesta muy importante en casa. Me compraron un vestido nuevo, rojo, hermoso. Mucha comida. Mucha bebida. Mucho de todo había. También mucho borracho, entre ellos mi padre. Todos me querían besar, tener a upa, hacerme caballito y no sé cuántas otras giladas.
Por Sergio Fitte
Yo me la tenía que bancar, qué iba hacer, salir corriendo. Cada uno que se me acercaba con la boca abierta a hablarme, besuquearme o lo que fuera, venía acompañado de un tufo a alcohol, chorizo o papas fritas, nauseabundo. Suerte que de cuando en cuando mami me venía a rescatar y me daba un poco de la leche de su pecho. Yo aprovechaba para dormirme en sus brazos un momento, pero bastaba con que abriese un ojo para que el rally de amor se reiniciase.
Para completarla, luego de que se hubiesen soplado las velitas. De que ellos soplaran las velitas. Mi padre no tuvo mejor idea que cargarme y llevarme a sacar una foto y a darle un beso a cada uno de los invitados. Él mismo sacaba la foto. Y no decía foto, decía selfie.
Cuando creí terminada la sesión tocan el timbre. Fuimos a atender, yo con él. Era Lucy. A vos Lucy te sacó la selfie acá, le advirtió. Nos dirigimos a la pieza. De un manotón le abrió la blusa. Vi las dos tetas más grandes del mundo y de inmediato me dio hambre. Mi padre hizo sonar una melodía. Luego se alimentó un buen rato, succionando desesperado, babeando, mientras yo miraba desde el centro de la cama, donde me había abandonado. Lucy se reía y hacía como que no quería. Pero quería.
Después vinieron los regalos. El último fue de mi padre: un gorro con orejeras para el invierno me dijo. Y para cuando seas un poquito más grande este disco de vinilo que contiene mi canción favorita, una reliquia. Como lo quise putear y no me salieron las palabras, entonces me puse a reír. A reír. Y a reír. Mi padre acompañaba mis carcajadas. Hasta el momento en que nuestros ojos se encontraron. Le clavé la mirada y lo observé severamente. Con rencor. Con odio. Él lo advirtió de inmediato. Supe que un día lo iba a matar.
El autor: Sergio Fitte (Chillar, Bs. As., 1975) Radicado actualmente en la ciudad de Azul, provincia de Buenos Aires. Dirigió talleres literarios en La Plata y en las Unidades Penitenciarias de Gorina y Magdalena mientras vivió en la capital provincial. Es autor de los siguientes libros publicados: “Señor Canario” (La Quimera Ediciones 2001); “A no chillar” (Editorial Corregidor 2003, Libro destacado por Gabriel Bañez en el suplemento literario del diario El Día de La Plata); “Dios con lapicera” (Editorial Corregidor 2005, Prólogo de Esteban López Brusa); “Proyecto de difusión” (Editorial Simurg 2006); “Prostíbulo” (Editorial Simurg 2009) e “Institucionalizaciones” (Ediciones El Broche, La Plata 2012). En 2016, publicó “Desahogo” (Prosa Editores) y fue incluido en la colección de cuentos de terror Pelos de Punta.
*Microficción seleccionada por Luciano Doti (Lomas del Mirador). Twitter: @Luciano_Doti.