Número de edición 8481
La Matanza

Una familia diezmada en la 19° audiencia en el juicio Brigada de San Justo

Una familia diezmada en la 19° audiencia en el juicio Brigada de San Justo.

Primera Parte

El pasado miércoles 20 de febrero se llevó a cabo la décimo novena audiencia del Juicio a la Brigada de Investigaciones de San Justo.

Desde el 13 de agosto pasado, el Juicio a la Brigada de Investigaciones de San Justo se realiza en los Tribunales Federales de 8 y 50, La Plata.

Los Araujo son una familia numerosa. A fines de la década del ’60, varios hermanos y primos habían venido desde Misiones para buscar oportunidades de trabajo en la Ciudad de Buenos Aires. Se instalaron en la Villa 15 Ciudad Oculta, entre Lugano y Mataderos, pero la cosa no fue lo esperado.

Tremenda represión para el grupo familiar

Por entonces había un plan de erradicación de villas miseria y se hizo un censo de familias para poder acceder a una casa mejor. Sin embargo para comienzos de los ’70 los Araujo se enteraron que las casas, aún en construcción, estaban siendo entregadas a otros destinos como empleados públicos o gente de las fuerzas de seguridad.

Entonces decidieron organizarse con otros vecinos y realizar una ocupación de lo que eran los distintos complejos que se estaban terminando. Los Araujo fueron a parar al Complejo Nº17 de avenida Crovara y Camino de Cintura, frente al Regimiento 3 de La Tablada. Allí pudieron tener una vivienda más digna, pero sobre todo fueron parte de una experiencia de organización barrial que fue ejemplo de la autogestión vecinal, a la vez que blanco de la represión.

Seis de los integrantes de la familia sufrieron la persecución del Terrorismo de Estado, cinco de ellos fueron secuestrados y llevados a la Brigada de San Justo y forman parte como caso de la acusación del juicio.

La audiencia 18 se inició con el testimonio de Olga Araujo, una de las hermanas menores, que relató los dos secuestros y torturas que sufrió con exactamente 2 años de diferencia en marzo del ’76 y del ’78. Olga inició su testimonio portando una foto suya de joven, tomada entre el primero y segundo hecho sufrido.

Fábrica de tortura

“Hablo por esta adolescente que fue secuestrada y torturada en dos oportunidades”, dijo, y agregó: “mis ojos en esta foto dicen bastante del dolor que yo llevaba adentro”. La testigo relató que en 1976 tenía 16 años y estaba realizando el secundario en un colegio de monjas en Flores. La noche del 26 de marzo de 1976 se encontraba de visita en casa de su hermano mayor Aureliano en el Complejo 17 de La Matanza.

Su hermano estaba casado con Cirila Benítez y ambos tenían actividad política: Aureliano era presidente de la Junta Vecinal del barrio y Cirila estaba a cargo de la comisión de madres. Aquella noche Aureliano no estaba en casa. Cirila, Olga, su hermana Teresa Araujo y los hijos de Olga y Aureliano descansaban.

Entonces cayó de madrugada un operativo de personas armadas y de civil que rompieron la puerta del departamento y a Olga la despertaron con un arma en la sien. Los represores redujeron por separado a las 3 mujeres y los chicos, dieron vuelta toda la casa, se robaron dinero y un reloj. Buscaban a Aureliano, que no estaba en ese momento.

Entonces se llevaron a Olga, Teresa y Cirila tabicadas y las pusieron en el piso de una camioneta mientras iban cantando una canción de Tormenta de moda en la época. Tras un tiempo de marcha las llevan a un lugar hasta hoy incierto, pero que pueden ser los CCD “Puente 12” o el “Vesubio”, ambos cercanos a Autopista Ricchieri y Camino de Cintura.

Allí fueron bajadas a un sótano y ubicadas en un calabozo donde había un banco de cemento contra la pared. Tanto Cirila como Olga fueron salvajemente torturadas con picana eléctrica. A Olga se le corrió el tabique en una sala grande y vio un escenario donde 6 grupos de represores torturaban en mesas y colchones a distintos secuestrados. “Era una fábrica de la tortura”, definió la testigo.

Olga pudo ingeniárselas para espiar por un ventiluz y vio pasto en los alrededores. También escuchaban el entrenamiento de perros, un tren cada tanto y a veces algunos disparos. A los 4 días liberaron a Teresa. Luego les realizaron un simulacro de fusilamiento. Tras 6 días de calvario Olga fue liberada. Cirila quedó a disposición del Poder Ejecutivo Nacional y luego, por tener nacionalidad paraguaya, fue expulsada del país.

Represión en serie

Una vez que pudo regresar a casa de sus hermanos Olga estuvo un par de días más en Buenos Aires y luego se fue a Misiones a casa de sus padres. Allá fue con el consejo de sus hermanos mayores de que no dijera nada de lo que había pasado. Siguió estudiando, pero no conseguía trabajo y decidió volverse a Buenos Aires en el ’77. Al volver siguió estudiando y se recibió de técnica. Pensaba que todo se había calmado, pero la represión seguía operando a destajo.

Se encuentra agregado a la causa un informe con base en material de la Dirección de Inteligencia de la bonaerense (DIPPBA) que detalla que la Delegación de Inteligencia N°1 de Morón-San Justo, venía haciendo tareas sobre Cirila y otras personas activistas del barrio. Allí realizaban una semblanza completa de Cirila y la sindicaban como organizadora de la ocupación en el Complejo 17 y como militante del PCR. En base a ese informe se desató luego la cacería.

El 26 marzo del ’78 Olga concurrió una misa en la Catedral de San Justo que se hacía para pedir por la no expulsión del país de su cuñada Cirila. Fue acompañada de sus primos, de Amalia Marrón, que realizaba tareas de apoyo escolar en el Complejo 17, e Ismael Zarza, vecino del barrio. Al salir de la actividad fueron interceptados por una patota en varios Ford Falcon.

A Olga le ponen un arma en la espalda y uno le dice “¿Sabés lo que significa perder?”. “Yo ya sabía, y no quería volver a pasar lo que ya había pasado”, dijo la testigo. Entonces la tiran al piso y le encuentran el DNI. Así uno de los represores festejó “¡Tenemos a un Araujo!”. Todavía estaban buscando a su hermano Aureliano, que iba a caer secuestrado recién dos semanas después.

Olga, Marrón, Zarza, Estanislao Araujo y otras personas que salían de la misa fueron encapuchados y llevados a la Brigada de San Justo. Olga fue ubicada primero en una celda sola. Allí pudo escuchar las torturas a otros detenidos y la voz del médico Jorge Heuman, esposo de Amalia Marrón, que colaboraba con la sala sanitaria del barrio.

Olga sufrió otra sesión de tortura, mucho pero que la anterior. Sobre el punto la testigo aportó: “Cada mujer hoy presente en esta sala sabe que la desnudez, el manoseo, la picana en los genitales, todo eso es una violación”. Además afirmó que en la tortura había un médico presente que controlaba lo que sucedía.

“Yo quería morirme, si hubiera encontrado la forma de suicidarme lo hubiera hecho”, dijo Olga. Así paso un tiempo aislada, luego en una celda con otra gente, luego de nuevo aislada. En una de esas oportunidades pudo hablar con una chica que le dijo que era prostituta y que iba a salir. Entonces ella le pidió que avisara a su familia en el Complejo 17 que ella y Estanislao estaban allí, cosa que la chica hizo.

En otra oportunidad compartió la celda con Elisa Moreno, esposa del médico Raúl Petruch, con Amalia Marrón y Nora Liberman, esposa de Luis Tarquini. Allí podían destabicarse cuando los represores se descuidaban. Un día sacaron a las otras mujeres de la celda, trajeron a su hermana Lina Araujo, las destabicaron para que se vieran mutuamente y se la volvieron a llevar.

También supo que había caído su cuñado Abel de León, esposo de Lina. Además, como las hacían lavar la ropa que traían o robaban en operativos, Olga pudo ver un pantalón marrón con un agujero de bala y sangre en la rodilla. Supo que el médico Norberto Liwski, que también colaboraba en el barrio, había llegado allí porque conocía esa prenda.

Amenazas recurrentes

Luego pudo ver ropa de su hermano Estanislao y hasta la llevaron en su presencia para decirle: “¿La conocés? Es tu hermanita. Si no hablás la vamos a hacer mierda. En la Brigada también sufrieron un simulacro de fusilamiento, con un represor que hacía las veces de cura confesor y les pedía que dijeran lo que sabían antes de morir.

Olga también supo de una chica menuda y de pelo oscuro que estuvo muy poco tiempo en la celda. Dijo llamarse Mónica y estaba preocupada por su bebé. Muy probablemente se trate de Mónica Lemos, secuestrada junto a su esposo Claudio Logares en Uruguay y llevada a San Justo, desde donde apropiaron a su hija Paula Logares.

Una noche varios detenidos fueron obligados a vestirse con la ropa con que habían llegado, y fueron llevados a una oficina en el primero piso donde el genocida José Antonio Raffo, que manejaba el centro clandestino con el alias de “Tiburón”, les dio un sermón diciendo que “son de los pocos afortunados que van a tener un segundo parto, porque tenemos el poder de dejarlos vivir”, pero que si los volvían a encontrar eran boleta, tras lo cual les anunciaron que serían liberados.

Libertad condicional

Esa misma noche de mayo del ’78 Olga recuperó su libertad tras 56 días de cautiverio. La soltaron desde una camioneta en medio de un basural junto a otras 7 personas, entre ellas su primo Estanislao,  Ismael Zarza y un muchacho apodado “El Tano de Morón”, que iba al barrio a colaborar.

Tras este segundo hecho Olga volvió a cruzarse a un grupo de represores de San Justo en un auto, que le dijeron “¿Todavía estás acá?”. Entonces decidió irse a Misiones, donde al tiempo se enteró que su hermano Aureliano había sido liberado. La testigo dijo que le costó mucho recomponer su vida, que vivía con miedos y hasta pensó en suicidare.

Por suerte recibió la invitación de Aureliano de irse a Holanda. Él ya había sido blanqueado al Poder Ejecutivo Nacional, pasado por la Comisaría de Gregorio de Laferrere, expulsado del país y acogido al carácter de refugiado político del Alto Comisionado de Naciones Unidas (ACNUR).

Olga siguió los pasos de su hermano, se fue primero a Río de Janeiro y luego a Holanda como asilada. Luego se fue a Canadá a estudiar, se doctoró en filosofía y letras, se casó y tuvo hijos. “Rehíce mi vida, pero me faltaba esto, volver a testimoniar para que se haga justicia”, dijo la testigo.

La mujer no dudó de haber estado en la Brigada de San Justo, por todos los datos que comentó y por el detalle de que escuchaban las actividades de una escuela contigua al chupadero, y porque participó de la inspección ocular que se hizo en el lugar. Entre los represores a los que recuerda por sus apodos Olga mencionó a “King Kong”, “Víbora”, “Tiburón”, “Rubio o Buggy”, el “Chino”, “Eléctrico”, “Araña”, “Foca” y otros.

Al exhibírsele el álbum de fotos de los genocidas de San Justo reconoció a los imputados en este juicio Héctor Carrera y Rubén Boan. Y para finalizar su extenso y detallado testimonio Olga Araujo afirmó con resolución “Yo decidí que a mí no me quebraron, que no lograron su cometido. Soy sobreviviente de dos Centros Clandestinos de Detención y del cáncer. No destruyeron a nuestra generación, seguimos presentes y aquí estamos. La lucha de los sobrevivientes no termina cuando nos liberan, sino que sigue día a día para poder sobrevivir. Por eso debe haber justicia”.

Continuará…

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