Evocación Diez años sin el “Turco” Asín
Un día como hoy, hace exactamente una década, se iba de viaje mi alter ego, mi confidente, mi consejero, mi amigo, el hermano mayor que no tuve: el Turco Ismael Jorge Asín; el esposo de Ana María, el papá de Andrea, Gabriela, Débora y Bettina. Alguien que fue un faro para su entorno familiar y para todos quienes tuvimos el privilegio de conocerlo y tratarlo…
Era tal la amistad que construimos, que siempre fantaseo por esas cosas que tienen que ver con la fe de cada uno, fue él quien recibió a Damián en el más allá; porque a pesar que enfrentó su enfermedad con una dignidad ejemplar, dejando ante la adversidad un patrón de conducta que sirvió de ejemplo para quienes lo frecuentamos, el militante social (porque esa era su real vocación, un militante social muy comprometido, generoso, solidario y un laburante tiempo completo) partió causalmente 25 días antes que mi hijo. Por ello estoy convencido que comparten juntos el reino de los cielos…
Imagino que él lo cuida, lo mima, se disfrutan y de esa manera, en un plano distinto, prolonga con uno de mis descendientes la hermandad que nos unía… Claro, no tengo elementos para probar esto, pero quién me puede quitar la esperanza de que esa intención no sea realidad, si tanto ésta, como otras utopías que persigo -como escribió Galeano- me sirven para seguir caminando…
¡Si habremos debatido, discutido y peleado dialécticamente -a veces hasta el enojo- sobre cosas de la vida, sobre política, fútbol o cualquier tema de actualidad…! ¡No sabés todo lo que aprendí de vos amigo! ¡No te imaginás cómo me sirvió…! Es que fuiste un hombre con convicciones muy firmes y como éramos opuestos en varios temas, ambos queríamos tener razón y no nos dábamos cuenta que nos estábamos enriqueciendo… A veces a alguno de los dos nos saltaba la térmica y como vos siempre jugabas de local, yo debía admitir la derrota e irme de tu lavadero “para no volver nunca más…”.
Obvio que esos berrinches duraban un suspiro, porque yo sabía muy bien cómo cruzarlo “circunstancialmente” y él también sabía muy bien cuál era mi itinerario diario y sin darnos ningún tipo de explicaciones -al cabo de no más de una semana- un abrazo fraternal ponía fin al entredicho.
Era sabio el Turco che; siempre creyó en mí y en cada encuentro me alentaba para que potenciara mi vocación de escribir y en ese sentido, fue un motor importantísimo para que pudiera editar mis dos primeros libros del “Bron”, como si vaticinara que años más tarde, esa pasión que siempre tuve por la escritura me iba a salvar la vida…
Era inquieto y obstinado, a tal punto que estando ya enfermo, me conminó para que lo acompañara en la difusión de un acto con la comunidad árabe, encuentro que él mismo organizó en el Patio de la Américas de la UNLaM… Creo que íntimamente sabía que su suerte estaba echada y aunque su temple lo mantuvo siempre activo, interpreté que fue una especie de despedida pública con su gente, con su familia, con sus amigos, dando esa noche de sábado un discurso brillante, con su verba llana, sin metáforas, ni entrelíneas…
Esto confirmó lo testarudo que era, porque no se dejó influenciar por algunas sugerencias que le hicieron varios para que desistiera de esa idea. Es que esa tozudez la tenía grabada en su ADN y en el ranking de virtudes, ubicaría (no necesariamente en ese orden) el poder de percepción para sacarle la ficha a la gente; la dúctil muñeca para enfrentar situaciones de riesgo y una sana costumbre de decir las cosas en la cara y en el momento indicado.
Querido Ismael, ¡no te imaginás cómo extraño ir a tu lavadero y escuchar tu voz diciéndome: “Chavo, calentá el agua…”! O el clásico “qué necesitás” que permanentemente utilizabas ante la necesidad de alguien que te pedía una mano…
Bancame crack, creo que voy a tardar un rato más en llegar, porque si bien a veces siento que estoy en el límite entre tu universo y el mío, quédate tranquilo que el hilo sigue intacto, no se ha cortado… Además, sabrás que acá dejaste profundas huellas; las chicas asimilaron muy bien tu ejemplo y a diez años de tu adiós, están cosechando tu amorosa siembra.
Dale Turco, seguí haciéndome la segunda con Damián que todavía tengo algunos sueños por cumplir… Y aunque él lo sabe, recordale que yo sigo acá en la tierra, pero mi corazón está en el cielo, con él, con vos, con ustedes dos, hermano…
El Chavo