Por Mónica Groba
Fin. Cada año, para muchas personas, existe una especial necesidad de realizar un balance de lo acontecido en los últimos 12 meses. Para otros, es algo que simplemente sucede en medio de las emociones emergentes cuando se acercan fechas como Navidad y Año Nuevo.
En este contexto, realizar un balance representa echar una mirada a lo acontecido en el año que termina, una particular mirada teñida por lo que se siente al momento de hacerlo. Recordar los buenos momentos, los imponderables, lo que dejó huella, lo que se proyectó y no se concretó, lo que quedó trunco definitivamente, las decisiones y elecciones que se hicieron, las pérdidas que afectaron, los logros producto del propio hacer, y tanto, pero tanto más… Todo esto, como lo expresé, en un marco emocional determinado, donde la sensibilidad suele estar a flor de piel, donde las ausencias se sienten aún más, donde existe un llamado social cuasi obligado para festejar y celebrar y donde lamentablemente no todos hacen caso a sus propias necesidades para actuar en consecuencia. Sin dejar de mencionar, por supuesto, a quienes eligen el consumo (en cualquiera de sus formas) como manera de evadirse de una realidad que los aflige, o al menos, los incomoda.
Realizar un balance eficaz al finalizar cada año es algo muy saludable a nivel mental y espiritual. Cuando me refiero a hacerlo de manera eficaz quiero decir que se haga valorizando todo lo transitado: cada experiencia vivida, incluso aceptando aquellas que se percibieron como negativas, dolorosas o erradas. Por otro lado, poder observar sin juicios de valor lo que se proyectó en un inicio, aquello que se concretó producto del hacer y aquello que no resultó como se esperaba. Esto último es motivo también de aprendizaje a la hora de proyectar un nuevo año, ¿qué puedo hacer de diferente la próxima vez?, ¿qué no pude o no supe ver para actuar distinto?, ¿qué debo modificar de mi conducta para obtener resultados que me acerquen a mis propósitos? Se trata, ni mas ni menos, que de sentirse protagonista responsable de lo que se realiza, de lo que termina no ocurriendo como se desea y de lo que se visualiza como posibilidad para lo que vendrá. En definitiva, correrse del rol de víctima para comenzar a liderar la propia vida. Un liderazgo que no significa que todo resultará como se proyecta sino que cada cual se hará cargo de elegir y decidir como se para ante el aquí y ahora de cada situación, incluso de las adversas.
Como seres humanos somos seres emocionales, pero también seres que nos vamos construyendo en la acción, nada de lo que proyectamos se da espontáneamente y sin nuestra intervención, somos artífices de nuestra vida; incluso, como ya lo manifesté, de elegir como atravesar lo que se nos impone como realidad no elegida. Aceptar lo que nos pasa con lo que sucede, reconocernos en nuestras emociones, sentimientos y estados de ánimo, conectar sabiamente con nuestro Ser grande sin verse obligado a sentir de determinada manera, ser y sentirse libres de atravesar estas fechas como se decide hacer es un logro mayúsculo y una eficaz manera de sentirse en paz consigo mismo.
Mónica Groba
Senior Coach Ontológico Profesional
Counselor (Consultora Psicológica)
Contacto: mgroba@yahoo.com