
Agustín y Tomás Ojeda, artistas oriundos de La Matanza, en diálogo con Diario NCO, compartieron más información sobre su inspiradora historia de superación a través de la música en la peatonal de San Justo.
Por Paula Tevez Varela
paulatv56@gmail.com
Dos hermanos que comparten una profunda pasión por la música y el canto han logrado conquistar el afecto de los residentes y visitantes de San Justo. El dúo Ojeda, se presenta cada mañana en la calle peatonal, donde son conocidos como “los chicos de la peatonal” y reciben el cariño del público.
En una entrevista exclusiva con NCO, los hermanos revelaron cómo comenzaron a tocar en la calle y cómo rompieron barreras personales en su primer día. A través de su experiencia en la calle, han adquirido habilidades y conectado con el público.
La decisión de tocar en la peatonal no fue fácil para Tomás y Agustín. “Más que decidir, fue una necesidad porque en la familia estábamos pasando por un momento bastante jodido en lo económico. Tomi estaba en la secundaria y yo Agustín recién terminaba la secundaria.”, confesó Agustín durante la entrevista.
Recuerdan un día en el que estaban sentados en la mesa, conversando acerca de todas las cosas que les gustaría hacer. En ese momento, su padre, preocupado, se unió a ellos y les habló sobre los problemas económicos que estaba enfrentando la familia. Agustín y Tomás no tenían conocimiento previo de esta situación, ya que eran jóvenes y estaban desconectados de los asuntos económicos del hogar.
Ante esto debían pensar soluciones, explicaron: “Comenzamos a pensar en cómo podíamos colaborar económicamente tanto en nuestra casa y como solventar los gastos de nuestros estudios. Había una idea pasajera de la peatonal pero nunca la concretamos hasta que la necesidad nos llevó a lanzarnos a tocar en la calle. Con mucha vergüenza, miedo e inseguridad nos mandamos a tocar a la peatonal de San Justo”.
De la timidez al éxito
Ambos rememoran ese primer día en la peatonal, revelaron que “fue un día que rompimos muchas barreras personales. Teníamos mucha vergüenza porque nunca fuimos de tocar con grandes públicos, solo en nuestra pieza o entre familia como mucho. Siempre fuimos chicos muy introvertidos y hacer esto en la peatonal para nosotros era romper una gran muralla”.
“Con vergüenza y miedo, porque no sabíamos si nos iba a echar la policía o si la reacción de los locales iba a ser positiva, empezamos a tocar. Yo mirando para el piso y Tomi cerrando los ojos empezamos a tocar las primeras canciones. Y cuando terminamos de tocar, cuando menos nos dimos cuenta nos vimos rodeados de gente aplaudiendo, emocionada y felicitándonos por lo que hacíamos. No lo podíamos creer, nos emocionamos mucho ese día por el buen recibimiento de todos”, expresó Agustín.
Todo comenzó cuando en la familia, decidieron comprar una guitarra y comenzar a tocar y cantar como un pasatiempo, sin tener ambiciones profesionales. Esto llamó la atención de Agustín, quien empezó a practicar y a cantar. Hasta que su madrina le regaló su primera guitarra, empezó a estudiar de manera autodidacto y luego buscó profesores particulares para mejorar.
En este sentido, agregó: “Cuando yo empecé con el tema de la música, Tomi también quería hacer algo, pero no sabía que, hasta que un día viendo un programa de televisión había un chiquito que tocaba el violín, a mi viejo le llamó mucho la atención eso y a Tomi también, le preguntaron si él quería tocar el violín, dijo que bueno, y así empezó”.
Tomas consiguió un profesor particular y comenzó a ensayar y aprender. Luego, empezaros a tocar en una iglesia católica, donde aplicaban todo lo que aprendían con los profesores. Fue en ese entorno donde adquirieron más experiencia en el área de la improvisación y practicaron todo lo que aprendían en clases.
La experiencia de tocar en la calle ha sido transformadora para los hermanos. Lograron superar su timidez y conectarse con el público de una manera única. “La calle nos enseñó muchas cosas que no aprendemos en el Conservatorio”, mencionó Agustín. Además de adquirir habilidades de improvisación y expresión corporal, el dúo ha experimentado un amor incondicional por parte de las personas que los escuchan.
Acerca de las dificultades, enfatizaron: “Sí, hubo dificultades, pero gracias a Dios muy muy poquitas, alguna vez nos habrán agredido o insultado. Pero muy pocas, o sea, en estos 6 años que estamos en la calle ahí laburando, dos o tres como mucho, pero no me acuerdo muy pocas. Es más, lo bueno que lo malo”.
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