Lo que me propongo hacer en este artículo consiste en describir una práctica característica de los primeros años del proceso de conquista y colonización en la América española, vista desde un caso particular a nivel local: los repartimientos de indios. Tomando el caso de Buenos Aires en sus orígenes, me concentré en analizar el Repartimiento de los indios de esta ciudad hecho por el General Juan de Garay (1582), para poder acercarme a las cantidades de indígenas que poblaban la región, cómo se los repartía, a quiénes y con qué fines. Para ello, tuve la necesidad de apoyarme en la lectura de diversas fuentes bibliográficas.
Por Mauro Luis Pelozatto Reilly
Indudablemente, la obtención de riquezas mediante el pago del tributo indígena fue uno de los principales intereses de los conquistadores, al menos durante los primeros decenios de su estadía en el Continente Americano. A su vez, pronto comenzaron a ver como algo indispensable el aprovechamiento de la fuerza de trabajo nativa, sobre todo a partir del descubrimiento de los principales yacimientos argentíferos (como las minas de Potosí, en el Virreinato del Perú, o de Zacatecas, en la Nueva España), y el desarrollo de las primeras prácticas productivas agropecuarias (vaquerías, recogidas de ganado, trabajos en las chacras trigueras y estancias ganaderas, etc.) y manufactureras (fundamentalmente textiles, donde los naturales fueron un componente central, sobre todo dentro de los obrajes controlados por los españoles, muy famosos en algunas regiones como la Audiencia de Quito).
Para el caso de Buenos Aires, es preciso tener en cuenta que, por sus características geográficas y ambientales, el desarrollo de la minería y de los repartimientos de trabajadores indianos en función de la misma fue inexistente. Por lo tanto, resulta imposible despegar a la utilización de ‘‘indios’’ de las prácticas agrarias y pecuarias. En la campaña bonaerense predominaron, hasta bien entrado el siglo XVII y comienzos del siguiente, las vaquerías tradicionales, entendidas como expediciones de caza organizadas por el Cabildo porteño, los vecinos criadores y sus peones o asistentes, con el objetivo principal de obtener cueros (efecto orientado a la exportación ultramarina), grasa, sebo y carne.
Una de las primeras instituciones aplicadas por los hispanos en tierras americanas fue la encomienda, con la idea de asegurarse el cobro del tributo (se entendía que, tanto como vencidos en la guerra y como nuevos ‘‘vasallos’’ y súbditos de la Corona, los aborígenes debían cumplir con esta obligación) y la explotación de los trabajadores disponibles para diversos fines (en el caso bonaerense, para las actividades que se desempeñaban en las unidades de producción rurales, aunque no descarto la posibilidad de que se los utilizara como servidores domésticos u obreros urbanos, dependiendo del caso). Por su parte, el vecino beneficiado (encomendero), se veía obligado a ocuparse de la ‘‘protección, educación y evangelización’’ de los ‘‘infieles’’, siguiendo el ideal de cruzada religiosa, que también fue uno de los motores fundamentales para la empresa conquistadora y colonizadora en el Nuevo Mundo. Hacia mediados del siglo XVI, esta forma de explotación fue siendo desplazada poco a poco por el sistema de repartimientos, los cuales, a diferencia de la primera, consistían en la concesión de indios tributarios, y prohibían los servicios personales, constituyéndose el pago de la carga tributaria como obligación exclusiva (en la mayoría de las regiones, se pagaba en especie o en trabajo).
En el caso de Buenos Aires, los primeros repartos de tierras y de indígenas se efectuaron inmediatamente después de la fundación de la Ciudad.
Fuente: http://www.juandegaray.org/2012/08/cuarta-edicion-de-los-vascos-en-la.html
Ahora bien, ¿cómo fueron los primeros repartimientos de Buenos Aires? Según la fuente consultada, el 28 de marzo de 1582, don Juan de Garay (fundador de la Ciudad hacia 1580, en el marco de lo que algunos denominan la ‘‘segunda fundación’’), procedió a efectuar la asignación de los naturales de la región entre primeros porteños. En total, desde ese momento tuvieron su origen 64 repartimientos, los cuales se apoyaron en la organización socio-política precolombina de los nativos de la zona: los cacicazgos, es decir, las jurisdicciones de los líderes o principales de cada comunidad (caciques). Por ejemplo, el ‘‘Señor Adelantado’’ Juan de Torres de Vera recibió 2 cacicazgos, los de los caciques Francisco y Erarán, de origen guaraní. Este caso permite apreciar que, además, varios grupos indígenas podían ser reducidos en una misma unidad bajo la tutela de los españoles.
En cuanto al carácter de los receptores, habría que sostener que, sin lugar a dudas, se trataba de personas con un lugar destacado en la fundación de la ciudad. Además del ya mencionado Adelantado, recibieron trabajadores el mismísimo Garay, algunos capitanes, y todos hombres reconocidos posteriormente como ‘‘vecinos beneméritos’’ o ‘‘feudatarios’’, acaso los que originaron la élite porteña. Lamentablemente, la documentación no me permite saber cuántos indios conformaban cada conjunto, y por lo tanto no puedo hacer un porcentaje de personas por conjunto de tributarios.
Sin embargo, la fuente ayuda a conocer algunos datos importantes, como la existencia de muchas naciones distintas de nativos: se registraron guaraníes, lojaes, meguayes, curumeguayes, yotos serebes, llosumbres, dulluscembes, locultis, cubujés, denocunalacas, ajayes, conontíes, alacas, sectíes, cocollaques, clemecúes, calcilacas, entre otros. Esta realidad viene a contrastar con la visión tradicional de la Historia, que simplifica a todos los originarios de la región como ‘‘pampas y querandíes’’, cuando en verdad estamos parados frente a un espacio claramente multiétnico. Por lo general, lo que se entregaba oficialmente era el cacique, y con éste a los integrantes de su aldea: por ejemplo, Juan Fernández Enciso recibió al cacique Allapen, de nación Locultis, con todos los indios que estaban ‘‘sujetos a él’’; en cabeza de Pedro Quirós se puso al cacique Conocametró y a todos sus indios.
Los indios de encomiendas o repartidos eran destinados a realizar distintos tipos de trabajos y actividades productivas, según la región que se analice.
Fuente: http://www.portaldesalta.gov.ar/encomiendas.htm
Vale la pena aclarar que tanto la encomienda como los repartos implicaban la recepción de los tributarios, y no la propiedad de las tierras de éstos o de la comunidad. Empero, la realidad marcó que estos vecinos destacados pudieron acceder a la tierra mediante distintos mecanismos implementados por las autoridades coloniales, como por ejemplo las mercedes de tierras, concedidas por el fundador y desde entonces por el Cabildo de Buenos Aires. Si uno observa las características de las concesiones territoriales encabezadas por Garay, se encuentra con que hubo casos en los cuales algunos peninsulares se vieron beneficiados con cuadras o solares en el espacio urbano (donde levantaban sus viviendas), tierras de quintas en las cercanías del centro citadino (orientadas fundamentalmente a la producción agrícola-forrajera), chacras (destinadas principalmente a la producción triguera, frutícola y a los viñedos, las cuales iban entre las 350 y 500 varas de frente) o estancias (más que nada vinculadas a la cría de animales y el mantenimiento de haciendas, las cuales rondaban las 3.000 varas de frente, siendo mucho más grandes que las demás unidades productivas). Teniendo en cuenta las explicaciones dadas con el otorgamiento de mercedes, no sería erróneo relacionar a los espacios productivos que se fueron configurando con los trabajos asignados a los americanos del lugar desde los orígenes de Buenos Aires.
Bibliografía y fuentes
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Garavaglia, Juan Carlos (1999). Pastores y labradores de Buenos Aires. Una historia agraria de la campaña bonaerense 1700-1830. Buenos Aires, Ediciones de la flor.
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