Número de edición 8481
La Matanza

Historia Popular:Ese gran argentino

Mucho puede discutirse acerca de su legado o sus herederos, pero a nadie escapa que fue Juan Domingo Perón el personaje político que marcó un antes y un después en la historia argentina del siglo XX, y, como es evidente, aún en la realidad cotidiana actual se mantiene vigente.

Por Carlos Matías Sánchez
mati_13_01@hotmail.com

Cuando en 1943 asumió el desprestigiado Departamento de Trabajo y Previsión, difícil hubiera sido imaginar que en las ideas y las prácticas políticas de ese joven coronel seguirían siendo tomadas como referencia, positiva o también negativa, durante los siguientes 70 años.

Fue en el ejercicio de aquella función pública en el que se producirían dos encuentros cruciales. Uno de tipo personal, cruzando su camino con el de esa joven actriz que más tarde el mundo conocería como “Evita”. El otro de tipo político: con los obreros cuyas reivindicaciones defendería como no habían podido ni querido hacerlo gobiernos anteriores, exceptuando a los yrigoyenistas. Es decir, ese famoso encuentro en el que un líder carismático y capaz interpreta y lleva adelante los reclamos de las masas, y el cambio histórico se pone en marcha.

Ambos encuentros marcarían la vida de Perón y le otorgarían su dimensión en la historia de nuestro país, ya que sería Evita el nexo entre ese pueblo y su líder en un proceso cuyos cambios fueron de una profundidad tal que no es exagerado, menos aún en el panorama general de nuestra historia, hablar de revolución.

Fue la lucidez de aquel coronel para leer aquel contexto de migraciones internas e industrialización sustitutiva lo que le permitió construir una alternativa política clara y transformadora al régimen liberal-conservador que gobernaba la Argentina desde la misma fundación del Estado nacional, resignando al país al papel de semicolonia agroexportadora y joya más preciada de la Corona británica.

La figura de Perón y sus obras iniciales fueron motivo suficiente para preocupar a una oligarquía a la que ni siquiera otro presidente popular, don Hipólito Yrigoyen, había osado restar privilegios. Pero fue demasiado tarde: en octubre de 1945 ella y sus representantes más reaccionarios en las fuerzas armadas tuvieron que cumplir el reclamo popular, lo que no las haría resignarse, emprendiendo una virulenta campaña liderada por el embajador estadounidense en la que se asociaba al ascendente líder con el nazifascismo recientemente derrotado en Europa.

Nada de esto fue suficiente para torcer la voluntad popular expresada en las urnas en febrero de 1946, momento en el que se abrió definitivamente el camino a la transformación. El pueblo, ese sujeto cuya historia pretendemos destacar en esta columna, alcanzó su mejor situación en todos los ámbitos. En lo material, con salarios altos, derechos sociales plenos, ayuda social, y una participación en la renta nacional que aunque para críticos de izquierda resulte insuficiente, fue la más alta en nuestro país, siendo alcanzada sólo por otro gobierno, no casualmente, liderado por Perón.

En lo social, siendo revalorizada su cultura y sus valores, logrando un ascenso masivo a derechos y bienes que tradicionalmente habían estado restringidos a la “gente decente”, ahora aterrada por el aluvión de obreros y humildes que la “demagogia” populista privilegió. En lo político, otorgando voz a los obreros, no sólo en las urnas sino también a través de la sindicalización; a los peones rurales, que superaban esa costumbre de ser llevados a votar al candidato “sugerido” por su patrón; y a las mujeres, ahora igualadas en derechos a los hombres, reivindicación histórica de sectores de izquierda, que un gobierno acusado por ellos de fascista hacía realidad.

Ese modelo, algo deteriorado a principios de los ’50, cayó víctima del odio reaccionario que inauguró en 1955 dieciocho años de proscripción y represión. El líder en el exilio, el pueblo resistiendo a través de levantamientos y huelgas, en los sindicatos, en las organizaciones revolucionarias, en las urnas, mientras en el mundo se comenzaba a vivir un proceso de cambios radicales al que nuestro país se sumó, precisamente, con el regreso del peronismo a la legalidad y de Perón al país, en esa primavera de los tempranos setenta.

Las contradicciones dentro del peronismo truncarían ese proceso. Contradicciones varias por las que el mismo Perón se vio atravesado y muchas veces supo reconocer. Prueba de ello es su participación en el golpe al gobierno popular de Yrigoyen, a quien luego reivindicaría retomando su línea histórica. También la inclusión de amplios sectores a la vida política del país, que contrasta con sus prácticas autoritarias en relación a la oposición política y mediática y las universidades, que le valieron las acusaciones de “dictador” de sectores que, sin embargo, nunca perdieron la oportunidad de apoyar y formar parte de posteriores gobiernos ilegítimos y represores que tuvieron como enemigo principal a aquellos sectores populares identificados con el peronismo.

Este carácter contradictorio y complejo del peronismo suscita aún hoy airados debates, en especial luego de dos décadas de gobiernos de signo notablemente contrario que se legitimaron identificándose con el justicialismo. Excede a esta conmemoración el debate sobre el grado de coincidencia con sus ideas y obra política de sus herederos neoliberales y progresistas, aunque de este mismo repaso es posible obtener algunas conclusiones.

“Dolor” expresaron elocuentemente las tapas de los diarios del día siguiente a aquel 1 de julio en el que el líder, mientras ejercía ya su tercera presidencia, abandonó físicamente a su pueblo, que sufría una situación crítica (profundizada dos años después). Mucho tardó el movimiento fundado en los años ’40 en volver al poder, y más aún en recuperar las banderas de independencia nacional e igualdad social que aquel líder levantó.

Se fue con la voz del pueblo argentino en sus oídos. Sin embargo, su acción, su voz, sus gestos, sus ideas, toda su impronta quedaría como una marca indeleble en el pueblo argentino y latinoamericano. Tanto que hoy, casi 40 años después, seguimos discutiendo acerca del mejor camino para retomar la senda igualitaria e independiente que ese gran argentino nos señaló.

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