Número de edición 8481
La Matanza

Condenan a 16 años de cárcel a un ingeniero aeronáutico que mató a su esposa en 2009

El cuerpo de la mujer nunca apareció
Un ingeniero aeronáutico fue condenado a 16 años de cárcel por el crimen de su esposa, que fue vista por última vez en su casa del barrio porteño de Villa del Parque en 2009 y cuyo cuerpo nunca fue hallado.

El veredicto fue dictado por el Tribunal Oral Criminal 15 porteño contra Mauricio Severi (50), quien fue hallado responsable del “homicidio preterintencional agravado por el vínculo” de Marcela Monzón (42), a quien presuntamente mató por celos.

Este delito se aplica “al que con el propósito de causar un daño en el cuerpo o en la salud, produjere la muerte de alguna persona, cuando el medio empleado no debía razonablemente ocasionarla”, según el artículo 81, inciso b, del Código Penal.

Si bien los fundamentos no se dieron a conocer hoy, el tribunal, por mayoría, descartó el pedido del fiscal Gustavo Gerlero, quien había reclamado prisión perpetua para el imputado al entender que mató a su mujer a balazos y luego hizo desaparecer el cuerpo.

“¡Asesino, asesino! ¿Dónde está, Mauricio? Quiero llevarle una flor”, le gritó una de las hermanas de la víctima a Severi mientras era sacado de la sala de audiencias.

El abogado de la familia Monzón, Juan Ignacio Sassaro, relató a Télam que “al declarar en el juicio, Severi dijo que era inocente y que esto era un complot contra él, pero las pruebas son contundentes”.

Si bien en el debate el imputado no declaró sobre el hecho, en su primera indagatoria había dicho que aquella noche “hubo un forcejeo, ella tenía un arma y se disparó”, recordó Sassaro, quien calificó esa versión como “un guión armado”.

Sin embargo, esa declaración pudo haber sido valorada por el tribunal, que aplicó la pena de 16 años con el voto conjunto de Adrián Martín y Héctor Grieben y la disidencia de Hugo Decaría, que quería condenarlo por otro delito y a otra pena.

En 2009, el ingeniero dijo que tiró el arma y el cuerpo, pero que no recordaba dónde, aunque podría ser Lomas de Zamora o Ezeiza, y en una segunda indagatoria, negó todo lo dicho antes.

En 2009, Monzón y Severi tenían tres hijos, pero debido a continuas discusiones, decidieron separarse, aunque seguir viviendo en la misma casa. Ambos comenzaron nuevas relaciones que en principio parecían no afectar la convivencia.

Pero el 25 de septiembre de 2009, mientras Marcela hablaba por teléfono con una hermana, su esposo llegó a la casa después de una cena, ella le dijo a su familiar “te tengo que cortar” y se cree que hubo una discusión en la que él terminó matándola.

Durante el juicio oral que se inició en febrero, el fiscal Gerlero consideró que el ingeniero aeronáutico ingresó a su casa de Terrada 3245 por el garage y comenzó a discutir con su mujer, ya que ella lo acusaba de haberle robado su camioneta, que había aparecido incendiada días antes del hecho.

Según dio por acreditado Gerlero, la pelea fue subiendo de tono y el hombre mató a su esposa con una pistola calibre .22.

Los tres hijos del matrimonio estaban en la casa, pero al declarar, a través del sistema de Cámara Gesell, en el debate dijeron no haber escuchado nada, excepto la discusión, que era algo habitual para ellos.

Pero uno de los chicos, de seis años al momento del crimen, recordó que su padre le dijo “Me mandé una cagada” y él le respondió: “¡Boludo, me dejaste sin mamá”.

En su alegato, Gerlero entendió que Severi asesinó a su mujer, luego cargó el cadáver en su camioneta y lo tiró en un descampado.

Sin embargo, el cuerpo nunca fue hallado y en el veredicto dado a conocer hoy, el TOC 15 ordenó que se profundice la búsqueda del cadáver “para entregárselo a sus familiares” La hipótesis del fiscal es que el ingeniero tenía un vínculo obsesivo con su ex mujer y que si bien estaban separados la espiaba, le revisaba los teléfonos y el correo electrónico.

Para intentar disimular lo sucedido, Severi hizo una denuncia policial por la “desaparición” de su mujer, pero el efectivo que le tomó el testimonio dejó constancia de que el ahora condenado tenía quemaduras en el rostro y marcas similares a rasguños.

Esas heridas se confirmaron después, cuando el ingeniero fue detenido y revisado por un médico legista, y se descartó su versión de que se las había hecho con la hélice de un avión.

Otras pruebas en su contra son manchas de sangre de Marcela que se hallaron debajo de una cama en la que ella dormía en el living de la casa y en una bolsa dentro de la camioneta de Severi.

También se peritaron 37 armas que Severi tenía en su casa y se determinó que la pistola calibre .22 era la única usada recientemente.

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