
“Quizás la humanidad necesite como jamás una escuela de moral, porque hay un retroceso perjudicial de conflictos interesados, que nos están dejando sin alma”.
Por Víctor CORCOBA HERRERO
corcoba@telefonica.net
Salgamos de la tristeza. Es verdad que a veces cuesta despojarse de los condicionamientos del pensamiento común, pero lo que cuenta al fin, es no desperdiciar el mayor bien, que no es otro que una vida sensata. No existe un signo más real de debilidad, que esta nueva era marcada por la desconfianza entre análogos, lo que genera una violación permanente de derechos y obligaciones.
Desde luego, cada día son más escandalosos los incumplimientos, desembocando en un deterioro general de tipo social, económico y humano. Sin duda, esta injusta atmósfera suele dejarnos verdaderamente desolados, ante la multitud de violaciones evidentes de la dignidad y de los derechos que proceden de ella, que terminan por envenenar las relaciones entre sí y entre los pueblos, impidiendo todo posible diálogo sincero.
Conversar, aparte de facilitar la solución de los conflictos, ayuda a descubrirse en la escucha. Es público y notorio que la quietud y la estabilidad internacional son incompatibles con todo intento de instaurarse sobre el miedo a la mutua destrucción de vínculos. Indudablemente, cualquier tipo de ataque pone en riesgo el proceder, que todos tenemos derecho a respetar, desde una ética global de solidaridad y cooperación entre toda la familia humana de hoy y de mañana.
Lo que no podemos admitir, bajo ningún concepto, es que millones de seres indefensos caminen en condiciones infrahumanas y con un clima de miedo sobre sus espaldas. Debiéramos, desde luego que si, crear entornos y herramientas que aseguren el cumplimiento normativo; que si bien ha de podarse continuamente, también ha de observarse con la gracia de la reinserción a escena viviente.
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