Número de edición 8481
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Educación: las madres en las trincheras

Educación: las madres en las trincheras.

Después de 100 días de aislamiento los padres y las madres se hallan en un fuego cruzado, respondiendo a la angustia económica y a las exigencias escolares de sus hijos.

¿Qué podría resultar de esta situación adversa en la educación de los niños?

“Nos estamos enfrentando a un enemigo invisible”, afirmó el presidente Alberto Fernández, meses atrás. Otras metáforas también fueron utilizadas al denominar esta situación: “la caída de un meteoro”, “la guerra contra el Covid-19”.

Siguiendo la misma línea comparativa, podríamos pensar que (como en toda guerra) hay un grupo de soldados que está en las trincheras, son las madres y familiares que están en sus casas tratando de ocupar funciones para las que realmente no están listos; luchando para no ceder territorio frente a este enemigo invisible, que parece tener sus aliados de igual condición, factores y fenómenos tan destructivos como la pandemia. Como el hambre, la pobreza, la desigualdad, la corrupción, la demagogia y la hipocresía social.

Todo comenzó un 19 de marzo, de un día para el otro, las madres se vieron obligadas a responder a la función de docentes, sin ningún tipo de capacitación, ni acompañamiento formal; tratando de suplir la labor de una persona que estudió años de pedagogía para no generar un trauma en el aprendizaje, para no obstaculizar los procesos de cada niño, comprendiendo sus ritmos y sus tiempos.

Luego, una avalancha de actividades virtuales, videos y archivos comenzaron a ser soportados y sostenidos por personas que, además de esto, debían enfrentar la angustia frente al desamparo social y económico, el temor frente a una enfermedad altamente contagiosa, la desorganización frente a lo imprevisible y, en muchos casos, la violencia familiar.

Paulatinamente, las actividades pedagógicas dentro del hogar pasaron de ser un paliativo para convertirse en el eje educativo central de este año. En el presente, al iniciar el mes de julio con una cuarentena aun más restrictiva, la presión sobre los objetivos curriculares de los niños se vuelve también más intensa. ¿Cuáles pueden ser los efectos inmediatos de esta situación?

La degradación de los vínculos

Quizás el error más evidente sea considerar que una madre, padre o familiar pueda suplir de alguna manera las funciones del docente, sin capacitación alguna. Para ser docente se requiere, no solo una preparación adecuada, sino una fuerte vocación por el aprendizaje. Convocar a un familiar a constituir ese vínculo de aprendizaje con el niño de manera constante puede descomponer otros vínculos necesarios para sostener la convivencia, que en esta situación es fundamental que se mantengan sólidos.

Por otra parte, las propuestas pedagógicas están necesariamente cargadas de exigencias y objetivos por alcanzar. Intentar cumplir altos niveles de exigencias con pocos recursos puede despertar un monto de frustración que inevitablemente será manifestado con agresividad y rechazo hacia el niño, o hacia la situación de aprendizaje.

Lentamente, las constantes sensaciones de derrota devienen en un sentimiento de fracaso, donde el abandono de las actividades o el acompañamiento en demasía pueden ser un fenómeno observable.

Dificultades en el aprendizaje

Los casos de dificultades en el aprendizaje no son pocos. De hecho, cada niño puede presentar sus impases en algunos campos curriculares o manifestar la necesidad de cierto acompañamiento en general.

Los efectos secundarios de la cuarentena en los niños ya fueron mencionados en otros espacios, pero es preciso destacar que la destitución del espacio compartido junto a sus compañeros y referentes y su subsecuente sustitución por un dispositivo virtual requieren de cierta capacidad de adaptación que no todos los niños tienen.

Todos estos factores pueden ser fuentes de angustia, produciendo cambios de ánimo, letargo al momento de la resolución de las actividades o el pleno rechazo al espacio anteriormente mencionado.

Sabemos que la pandemia ha puesto en evidencia las dificultades que los individuos, las instituciones y las sociedades venían arrastrando. No debe ser insospechado que comiencen a manifestarse casos de apatía, tristeza, desazón y malestar frente a la situación de aprendizaje, tanto en los niños como en sus madres y familiares.

Sin duda, a largo plazo y luego de haber pasado la tormenta, veremos otros efectos originados por esta situación. Es preciso entonces comenzar a pensar estrategias en conjunto con las instituciones educativas, para que no solo sirvan de consejería a padres, sino para que construyan un dispositivo que comprenda los límites y recursos de cada familia, ofreciendo mayor importancia a los procesos y no a los objetivos, evitando por todos los medios el miedo a aprender.

Por otra parte, la desigualdad social es un factor que asola nuestro país, en muchos casos hay familias que cuentan con un solo dispositivo electrónico para varios niños o que no tienen wifi, o que simplemente los padres tienen otras prioridades, como el hecho de conseguir qué comer.

Cada familia es una realidad diferente y esto debe ser contemplado en la diagramación de un diseño curricular, si es que se desea que el niño aprenda de manera genuina y saludable.

Es fundamental comprender que el niño no solo es un sujeto de aprendizaje, sino un ciudadano que heredará nuestros aciertos y errores como sociedad.

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