
El Festival Internacional de Cine Israelí abrió en Cinemark Palermo con Matchmaking 2, una comedia romántica que presentó una mirada sobre el matrimonio, la pertenencia y los códigos culturales dentro de la comunidad judía.
Por Verónica Llonto
La sala colmada del Cinemark Palermo anticipaba una convocatoria que había logrado reunir a gran parte de la comunidad. El miércoles 10 de diciembre por la noche, el complejo fue el escenario de la gala inaugural del Festival Internacional de Cine Israelí SERET, un evento que, entre risas entendidas por algunos y silencios atentos de otros, abrió una ventana a un universo cultural atravesado por tradiciones, mandatos y vínculos puestos a prueba.
Invitado por la organización, Diario NCO presenció la apertura de este festival, considerado el más grande del mundo dedicado exclusivamente al cine israelí. SERET, fundado en 2012 en el Reino Unido y con ediciones en Alemania, Países Bajos, Chile, España y Argentina, se define como una iniciativa independiente, apolítica y no religiosa, cuyo objetivo es difundir el cine contemporáneo de Israel y fomentar el intercambio cultural a través del audiovisual. En esta edición argentina, el festival se desarrolla del 10 al 14 de diciembre de 2025.
El recibimiento tuvo lugar en el tercer piso del complejo cinematográfico, donde los invitados fueron agasajados con un cóctel sencillo antes de ingresar a la sala. A las 20:30 en punto comenzó la función inaugural, precedida por la presentación de Alan Fischer, quien dio la bienvenida oficial y destacó el espíritu del festival: la exploración de identidades, costumbres y tensiones internas a través del cine como lenguaje común.
Una comedia romántica atravesada por códigos culturales
La película elegida para abrir el ciclo fue Matchmaking 2 (Casamentero 2), una comedia romántica de 110 minutos que continúa la historia iniciada en su primera entrega. El film se adentra en el mundo de las relaciones dentro de la comunidad judía ortodoxa, con especial foco en el rol de los casamenteros y en la presión social por formar pareja.
El protagonista, Baruch Auerbach, es un estudiante de posgrado que aún vive en una pequeña habitación del yeshivá donde estudió y ahora trabaja como asistente de la casamentera Malki. Soltero, y fuera del ideal como joven promesa, Baruch desea encontrar a su media naranja en un contexto donde el matrimonio no es solo un anhelo personal, sino un mandato comunitario. El conflicto se intensifica cuando conoce a Shira, la hija menor de Malki, recién llegada del extranjero, y queda inmediatamente cautivado por ella.
A partir de allí, la trama avanza entre citas arregladas, normas estrictas y decisiones que exponen las contradicciones del protagonista. Incapaz de afrontar de manera directa sus sentimientos, Baruch sabotea las oportunidades románticas de Shira con otros pretendientes para intentar posicionarse como una opción viable. En paralelo aparece Ruth, una panadera amable y esperanzada, con quien Baruch podría construir un vínculo genuino, pero a quien desplaza mientras persiste en su interés principal.
La recepción del film dentro y fuera de la comunidad
Desde la platea, las reacciones del público evidenciaron una experiencia desigual. En una sala colmada mayoritariamente por integrantes de la comunidad judía, se escucharon risas espontáneas ante situaciones y diálogos atravesados por códigos internos, rituales y formas de humor específicas. Para quienes no pertenecen a la comunidad, varios pasajes resultaron más difíciles de interpretar: la película menciona ceremonias, tradiciones y conceptos en hebreo sin mediaciones, presuponiendo un conocimiento previo del espectador.
Más allá de su envoltorio de comedia romántica, Matchmaking 2 propone una mirada menos luminosa sobre las relaciones afectivas. Los personajes son evaluados y clasificados como parejas “de primera”, “de segunda” o “de tercera”, según parámetros que nunca terminan de explicitarse del todo, pero que parecen combinar estatus social, expectativas religiosas y conveniencia. El amor, en este contexto, queda relegado frente a la urgencia por cumplir con lo que la comunidad y la ley divina exigen.
El desenlace refuerza esa sensación: Baruch termina junto a Ruth no por elección amorosa, sino por descarte. La película insiste en presentar el cierre como una resolución feliz, alineado con la idea de que el matrimonio y la familia ocupan un lugar central en la realización personal dentro de ese universo.
La propuesta no es universal ni busca serlo. Puede generar empatía en quienes reconocen el peso del mandato social, la soledad o el deseo de pertenecer, y al mismo tiempo invitar a reflexionar sobre los límites entre tradición, elección individual y afecto. En ese sentido, la función inaugural de SERET cumplió su objetivo principal: mostrar una cultura desde adentro y habilitar preguntas en quienes la observan desde afuera.
Con una sala llena y reacciones diversas, el Festival Internacional de Cine Israelí dio inicio a su edición argentina, que se extenderá hasta el 14 de diciembre, reafirmando al cine como una herramienta de encuentro, reflexión y diálogo entre culturas.
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