Una biografía coral que va más allá del mito de El Eternauta para revelar la trama afectiva y política de toda una familia.
Por Verónica Llonto
El impacto de la serie El Eternauta volvió a poner en agenda no solo la obra de Héctor Germán Oesterheld, sino también su historia familiar, atravesada por la militancia, la dictadura y el exilio.
Fernanda Nicolini, coautora del libro Los Oesterheld, dialogó con NCO sobre el proceso de investigación, la repercusión de la serie, la memoria histórica y la potencia de los vínculos familiares como forma de resistencia.
Nicolini escribió el libro junto a Alicia Beltrami tras un extenso trabajo de cinco años, en el que realizaron más de 200 entrevistas. El objetivo fue reconstruir la historia de la familia Oesterheld no solo desde los hechos políticos, sino también desde lo cotidiano, lo humano y lo íntimo.
La autora explicó que, si bien la figura de Héctor como guionista de historietas es central, el foco del libro también estuvo puesto en sus hijas, su esposa Elsa y sus nietos. “Queríamos contar esa historia desde las pequeñas memorias, desde los afectos, las cartas, los vínculos”, explicó. Para Nicolini, la historia de esta familia permite comprender de modo accesible y sensible lo que implicó militar en los años 70, sin simplificaciones ni discursos binarios.
La reciente adaptación audiovisual del Eternauta, dirigida por Bruno Stagnaro, impulsó un renovado interés en la obra y en la vida de su autor. Nicolini se mostró sorprendida por el alcance que tuvo la serie incluso fuera del país: “Hay adolescentes que no lo conocían, gente que nunca había leído la historieta y se sintió conmovida. Algo del espíritu del Eternauta sigue vigente”.
Aunque la adaptación tiene diferencias con la historieta original, Nicolini valoró el trabajo de los guionistas y destacó que se mantuvo el espíritu de la obra: la idea de lo colectivo, la resistencia y los vínculos solidarios. Esa permanencia del mensaje es lo que hace que el Eternauta se siga leyendo, discutiendo y resignificando.
Memoria, negacionismo y disputas del presente
Para Nicolini, el interés renovado por la figura de Oesterheld también habilita debates incómodos pero necesarios sobre la dictadura, la militancia y la memoria. Señaló que, en el contexto actual, donde resurgen discursos negacionistas, hay quienes vuelven a tildar de “terroristas” a quienes militaron en los 70. “Es un retroceso muy grande”, advirtió.
Destacó que uno de los valores de El Eternauta, es haber encontrado un hueco en medio de discursos hegemónicos para volver a hablar de temas que parecían silenciados. “No es que todos los jóvenes piensan igual ni se refugian en los ataques a través de las redes sociales. Lo que pasa es que lo que se escucha es lo que aturde”, reflexionó. Para ella, ese espacio de resonancia es valioso para recuperar preguntas, dudas e historias pendientes.
Recordó que: “Seguimos buscando desaparecidos, nietos apropiados, el reclamo por la justicia sigue vigente, porque los juicios siguen abiertos”. Agradeció cualquier espacio y medio que vuelva a abrir estos debates y genere este interés por saber y por entender la historia.
El entramado familiar
Uno de los ejes del libro, explicó Nicolini, fue recuperar el amor y la comunicación dentro de la familia Oesterheld. A pesar de las diferencias ideológicas o generacionales, los vínculos afectivos se mantuvieron hasta el final. “Elsa no compartía la militancia de sus hijas, pero se seguían viendo, escribiendo, cuidando. Había amor. Y eso también fue resistencia”.
Uno de los aspectos distintivos del libro Los Oesterheld es su estructura coral. La historia se construye a partir de múltiples voces: familiares, amigos, compañeros de militancia, colegas y vecinos. Esa polifonía permite reconstruir la vida de la familia Oesterheld desde distintas miradas, evitando idealizaciones y abriendo el juego a las contradicciones. Según Nicolini, esa decisión fue central para captar la complejidad de una familia marcada por la historia, pero también por sus vínculos cotidianos.
La única voz en primera persona que aparece en el libro es la de Elsa, la esposa de Héctor y madre de sus hijas. La decisión, explicó, tuvo que ver con la cantidad de entrevistas que ella ofreció en vida y con la necesidad de preservar una voz directa y viva dentro del relato.
Nicolini considera que esa dimensión familiar también está presente en la obra de Héctor. “En sus historietas siempre hay alguien común, alguien cercano. No son superhéroes. Hay una mirada humanista, de pensar al otro desde su complejidad. Ese espíritu se gestó en esa casa de Beccar y atravesó toda su obra”.
Testimonios, libertad y la urgencia de registrar
El libro fue posible, según la autora, porque el contexto político y social del momento lo permitió. Muchos de los entrevistados eran sobrevivientes de centros clandestinos o ex militantes que, en esa época, se sentían seguros para hablar. “Eso no es menor. Hoy quizás no hubiéramos podido hacer el mismo trabajo. El miedo vuelve, y el silencio también”, lamentó.
Al ser consultada por el retroceso de Argentina en el ranking de libertad de prensa, Nicolini relacionó ese clima con la creciente violencia discursiva. Señaló que muchas voces críticas prefieren no hablar por temor a los ataques, y que eso empobrece el debate público: “Uno se recluye en el silencio, y eso también es una forma de pérdida”.
Lo que más resaltó sobre la mirada de Héctor, fue su enfoque sobre los vínculos de solidaridad, de amistad, de estar atento al otro, de ser amoroso, de pensar en los demás y que la historia la hacen los de abajo.
Cerró la entrevista con una reflexión sobre el valor de los relatos personales: “Quien pueda registrar memorias, que lo haga, aunque no sepa para qué. Porque las pequeñas historias también construyen la historia de un país”.
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