
La adolescencia, como muchos otros momentos de la vida, sino todos, transcurre en un “Entre”.
Hay que decirlo… entre la niñez y la adultez. Entre la hostilidad y la hospitalidad, entre la ley y la trasgresión. Y, como reza el famoso aforismo, “entre el ser y la nada”.
Hay un elemento fundamental en la adolescencia y este es “la discordancia” entendida como ese estado en el que el sujeto de halla frente a cierto apremio de lo biológico que se antepone a la madurez psicológica.
En la adolescencia el cuerpo ha madurado, ha crecido, está listo para el encuentro con el Otro a nivel sexual, pero ¿está listo? La biología lo propone, pero la sociedad es la que dispone. Y la sociedad en el encuentro con el adolescente y, sin ir más lejos, con cualquier cosa que sea novedosa, siempre muestra un reservorio de ideales problemáticos.
El cuerpo del adolescente crece casi sorpresivamente, trayendo consigo una serie de funciones que generan preguntas sobre qué hacer con su figura novedosa. La capacidad de reproducción sexual impone al adolescente iniciar su camino para responder estos interrogantes sobre la elección del objeto sexual, el modo de goce frente al campo de la sexualidad y la identidad de género.
Ya en la pubertad, (iniciada en algunos casos a los 9 años), se dirigen los primeros pasos hacia estos interrogantes sobre el campo de la sexualidad. Inquietudes manifestadas en actos miméticos observados en los adultos, sin mediar palabra alguna.
Y es que los púberes que se encuentran en las puertas del mundo adulto prestan una gran atención a los códigos, actividades y modos de goce de estos. En la actualidad los valores y sentidos sociales se manifiestan en las redes sociales y en las plataformas de entretenimiento.
El mundo adulto, de fácil acceso para los chicos, es virtual. Es un océano de representaciones superficiales que corren libremente al alcance de la mano de los niños. Entonces cabe preguntarnos ¿qué encuentran los niños y los adolescentes cuando navegan en las redes sociales?
El mundo adulto y el infantilen tiempos virtuales
Cuando hablamos de dispositivos de comunicación virtual es muy difícil separar tajantemente el campo de entretenimiento de la infancia con el del adulto. En materia de entretenimiento, en algunos puntos se asemejan bastante y, si no hay una supervisión avisada de los adultos a cargo, el mundo infantil puede discurrirse de forma plena y sin inhibición alguna en el campo de la adultez.
El incremento de los casos de Grooming durante el aislamiento social obligatorio es un buen ejemplo de las dificultades que manifiestan los padres para monitorear la catarata de información que se discurre en las redes. Pero hay algo más… hay un tipo de información que no es necesariamente percibida como peligrosa pero que, de todos modos, es hipersexualizante para los niños, las niñas y los púberes.
Esta información puede ser aportada por muchos usuarios (tanto hombres como mujeres de todas las edades), debido a que no se la dimensiona como moralmente incorrecta o excesiva. Pero, lo cierto es que, desde el momento en que se suben ciertas imágenes o videos en las redes, no sabemos quienes pueden ser sus destinatarios y consumidores.
Constantemente los niños, las niñas y púberes son susceptibles a consumir videos, audios, canciones e imágenes con contenidos altamente eróticos y demasiado estimulantes para su mente infantil.
Esta sexualización precoz les ofrece una serie de gestos, posturas, actividades, valores e ideales que exceden su capacidad de comprensión. Luego, replican lo que han visto con sus actos, despertando una gran sorpresa en su entorno.
La hipersexualización en la infancia
En principio la hipersexualización plantea ciertos valores a cumplir por parte de los niños, niñas, púberes y adolescentes, relacionados a la importancia de la imagen del cuerpo joven como un ideal, destacando la apariencia, el erotismo y la seducción como los únicos valores que cuentan para alcanzar el éxito en la sociedad actual. También debemos mencionar que la hipersexualización en su dimensión moral ubica al sujeto como existente solo en la medida en que persiste su imagen en las redes sociales. En este proceso el individuo es, ante todo, “un cuerpo erótico susceptible a la observación”.
No debemos quitar importancia a esta tendencia social. Pues, debemos considerar que tanto el púber como el incipiente adolescente en la búsqueda de respuestas a su identidad, de comprender qué hacer con su cuerpo nuevo, puede adoptar este sistema de valores que lo exponen, lo vulneran y oprimen, afectándolo psicológicamente, haciéndolo más proclive a elaborar sus malestares a través de formaciones sintomáticas como los trastornos de alimentación, depresión, ansiedad, etc.
A esta altura podemos considerar que evitar la hipersexualización en la infancia es una tarea de toda la sociedad. Pues, esta tendencia es producto de la actividad de todos nosotros.
Desde las plataformas de entretenimiento como Netflix, que muestran adolescentes con cuerpos adónicos y perfectos en escenas altamente eróticas, hasta un número indeterminado deusuarios y usuarias que, en su ejercicio de libertad de expresión, de manera indiscriminada, comparten datos, fotos y videos hiperestimulantes sin pensar quienes pueden llegar a ser sus destinatarios. Frente a este enunciado se me podría objetar que este ejercicio de libertad no es necesariamente inmoral o negativo.
Como respuesta a esta objeción solo podría afirmar que todo ejercicio de libertad individual comprende una responsabilidad social. Es por este motivo que cuidar a los niños no es solo tarea de sus padres, la responsabilidad es de toda la sociedad.
En dichos del psicoanalista Juan Mitre, el adolescente aparece entonces como un extranjero, y en el sentido de Derrida, como una “pregunta con patas”. Es un extranjero en la familia, por ende, es potencialmente peligroso en su esencia, porque el encuentro con el extranjero acarrea esa pregunta de la que no se quiere saber nada, esa pregunta parricida, en cuando pareciera que algo tiene que morir, dejar de ser, para dar lugar a lo nuevo. Inconscientemente hay algo parricida en la figura del adolescente. Algo de lo cual, tanto la sociedad como los padres atinan a defenderse. Su lugar genera mil afectos, incomodidad, aversión, temor, odio, persecución.
Edipo aceptó su ceguera tarde, fue por eso que se arrancó los ojos. Aceptar la pregunta es aceptar que estamos ciegos. Y que necesitamos de otro para ver, pero el ver en este caso es con otro que también está ciego.
Figuras de la pregunta
La pregunta puede aparecer de varias maneras…simbolizadas, metaforizadas, poéticas, dibujadas, pensadas… o actuadas. El actingout es el paradigma de la pregunta que no encuentra quien la formule, ni quien la escuche.
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