Señor Director: Los cárteles de estupefacientes se acercan a nuestro país, sigilosos, discretos, cautelosos, de manera prudentes. Sin prisa pero sin pausa. Se encuentran con un Estado desarmado, despojado y descubierto, en materia de seguridad.
El estudio del campo ha advertido que hay material fértil, fructífero y fecundo para su instalación y desarrollo, mejora, impulso y avance. En Colombia y en México los están molestando demasiado, deben gastar mucho dinero (mucho más que antes) en protección e inversión. Las coimas con el poder político cada día son más altas.
Por eso, razonablemente, de forma sobria, templada, aplacada y casi adormecida buscan nuevos horizontes en el sur del continente, cerca del río más ancho del mundo. En la tierra de Francisco, Messi, Maradona, y Floreal Ruiz. Donde nació Máxima hace 43 años.
No tienen apuro ni ahogo. Son pacientes y se resignan al paso del tiempo.
Las organizaciones de venta de droga están preparadas para el usufructo de los nietos de sus bisnietos.
No harán las cosas a las apuradas, no tienen ese estilo. Son tiempistas de la primera hora, como Carlos Monzón cuando sin noquear su rival lo iba demoliendo lentamente.
Les gusta saborear el camino dulce de la victoria. Y también de la,venganza, del desagravio y de la indemnización, sin importar el costo.
Confían en que siempre tendrán clientes y materia prima, dinero y complicidad vagabunda y errática.
Saben que las miserias humanas están dispuestas a acompañarlos, a refugiarlos, a darles asilo y cobijarlos. Todo al amparo de un Estado fofo, laxo, relajado, flácido y poroso.
Es el momento y el lugar indicado, oportuno y acertado. Es el gobierno apropiado y pertinente. Ahí vienen los cárteles de las drogas. Por las buenas o por las malas. Haciendo escuelas y hospitales, o colgando cadáveres de los puentes en las autopistas. Pueden hacer obras de bien
para facilitar su aceptación, pero no admiten su falta de protagonismo en las decisiones de los pueblos.
Hugo López Carribero, Abogado penalista