Por Emilio González Larrea
Cultura desde el Pie
Hace cerca de siete años y medio, el 30 de diciembre del 2004, en el boliche República de Cromañón en Once, se produjo un incendio en el que fallecieron 194 jóvenes y alrededor de 1500 sufrieron lesiones de distinta intensidad con secuelas que aún hoy permanecen. Jóvenes que fueron a divertirse, a escuchar música, como lo hacen millones de jóvenes en la Argentina, todos los fines de semana. ¿Por qué un lugar de diversión se transformó en una trampa mortal para esos jóvenes?
Como se constató en las investigaciones posteriores, todo era irregular en ese lugar, lo cual hacía previsible el suceso. El local había estado habilitado para 1300 personas y se encontraban allí más de 4500, la mayoría de los matafuegos no funcionaban, las puertas de salidas de emergencia, cerradas con candado y cadenas, en el momento del recital no se contaba con habilitación, se constataron coimas a la seccional policial de la zona, a los bomberos y no había ningún control de parte de los funcionarios del área de la comuna metropolitana. Su dueño, Omar Chabán, figura conocida en el ambiente del rock de la noche porteña.
Los familiares y amigos de las víctimas se organizaron en el movimiento de Cromañón y protagonizaron, durante todos estos años, innumerables marchas los días 30 de cada mes; escraches a Chabán y a otros responsables y otras muchas acciones dirigidas a exigir justicia. Por esa lucha se logró la destitución del ex Jefe de la ciudad, Aníbal Ibarra, mediante un juicio político de la Legislatura Porteña y también se logró sentar en el banquillo de los acusados a varios imputados y funcionarios en un juicio que se realizo en el 2008/2009, donde hubo condenas como en el caso más emblemático de Chabán, a 20 años y otras menores a distintos funcionarios. A la vuelta de los años, todos están en libertad.
Recientemente se realizó un nuevo juicio por el mismo Tribunal denominado Cromañón II, con cinco imputados; tres ex funcionarios del área de control del Gobierno de la Ciudad de aquel momento, un ex comisario y el dueño de los inmuebles, Rafael Levy, que había sido considerado tan responsable como Chabán en aquel primer juicio habiéndosele pedido también 20 años de prisión. En esta oportunidad recibió una pena leve de 4 años y medio en espera, los otros cuatro imputados fueron absueltos. Pasaron siete años y medio, 194 muertos, 1500 lesionados, y ningún preso; si esto no es impunidad, qué es.
El dolor y la fortaleza de una madre.
Nuestro distrito, La Matanza, tuvo el triste privilegio de ser uno de los más afectados por esta tragedia, con 33 jóvenes que fallecieron allí y entre ellos, Leonardo David Chaparro cuya madre, Miriam Araneda nos confirma este dato y nos habla de festivales por las víctimas que se hicieron y donde se solía acercar gente con datos de chicos fallecidos que no figuraban en la lista que ellos tenían, eso nos da la pauta de que son más de 194.
Miriam expresa el gran enojo de los padres que dicen que “en la justicia ya no creemos más”; la desilusión de la gente que se movilizó a declarar, el tiempo transcurrido, más de un año para el primer juicio, tres meses para el segundo, tantas marchas, los impedimentos para asistir a la sala donde se realizaba el juicio, siempre controlados por la policía que “los hacía sentir como imputados, a ellos, a los familiares”. Y después, “lo vergonzoso de las penas que se escucharon, hoy nos encontramos con esta realidad: no hay un solo detenido siendo que, de Ibarra hacia abajo, son muchísimos los que deberían tener otra pena como responsables. Ahora ya no queda casi nada… ir a la Corte Suprema, muy poco”.
Se constató a través de las investigaciones y también por los padres, ellos mismos recorriendo paredes, sacando fotos, investigando y viendo cosas terroríficas, que el lugar estaba sellado, no había forma de salir, matafuegos en mal estado de funcionamiento, una habilitación para menos personas de las que estaban allí, las coimas a la policía, todo irregular, por donde se lo mire y la responsabilidad de los dueños del lugar y las autoridades que debían controlar todo eso.
Por otro lado, señala Mirian: “la gran desesperanza pasa por ver que en alguna medida los boliches siguen igual, la coima sigue siendo cosa de todos los días. Ya había ocurrido antes de Cromañón principios de incendio en muchos locales, por eso, un hecho con la magnitud de muertos por muerte no natural, se podría haber evitado, no había ocurrido antes, pero se venía anunciando”.
Otra cuestión que tiene su reflejo en la actualidad tiene que ver con los jóvenes que no murieron ese día, “tenemos muchos jóvenes sin atención psicológica, que entraron en la droga o con una gran frustración por no haber podido salvar a sus amigos, muchos dicen -nosotros también morimos el 30 de diciembre- otros internados en neurosiquiátricos, muchos se suicidaron o quedaron con diversas secuelas sin resolver, porque toda la ayuda que se dijo que iban a tener los chicos y los familiares nunca ocurrió”.
Algunos de estos jóvenes sobrevivientes se dedicaron a seguir a Callejeros y “se enojan con nosotros porque cargamos las tintas sobre Fontanet que consideramos que tiene gran responsabilidad al no haberlos cuidado y porque aun sigue haciendo recitales en lugares donde se arriesga la vida de los jóvenes”. Miriam Araneda expresa con vehemencia: “Todo lo que hacemos no es solo por nuestros hijos muertos sino porque creemos que esto no debe volver a suceder. Este gobierno como los anteriores sigue tapando lo que ocurre sin ocuparse de los jóvenes. Recordamos que el matrimonio Kirchner se fue al sur una semana cuando murieron nuestros hijos, nos prometieron ayuda, nos reunimos muchas veces con Aníbal Fernández, el ex Ministro del Interior, pero no paso nada.”
No más Cromañón, trabajar para la prevención
Aquí en La Matanza los familiares se siguen reuniendo organizando diversas actividades; van a escuelas a dar charlas, editaron un libro, Los chicos de Cromañón, que distribuyen exclusivamente en los colegios; el objetivo es crear conciencia entre los jóvenes para que cambie la situación de desprotección que reina en todas partes, hoy la droga se consume en los boliches sin control. “Es muy gratificante saber que algo estamos haciendo para aportar a la prevención”. El dolor lo transformaron en fuerza para seguir luchando por justicia, contra la impunidad y por ayudar a la prevención trasmitiendo su experiencia adquirida sobre el dolor.