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Un salto al escenario: los orígenes de Matías Wasterkamp

Música. "De niño me recuerdo escuchando el vinilo de He-Man".
Música. “De niño me recuerdo escuchando el vinilo de He-Man”.

Entre influencias familiares, primeras sensaciones y descubrimientos íntimos, el artista habló sobre su vínculo con el arte.

Por Florencia Belén Mogno

El recorrido musical de cualquier artista suele comenzar antes de que exista la noción consciente de un oficio. En la infancia, los sonidos funcionan como estímulos capaces de generar asombro, juego y una forma temprana de sensibilidad que queda grabada para siempre. Allí se configura la primera matriz emocional que, con los años, se transforma en el eje de una búsqueda más profunda.

La transmisión familiar ocupa un rol decisivo en ese proceso. Las canciones que suenan en una casa abren puertas a universos distintos: desde el jazz y la música brasilera hasta el rock clásico, los géneros conviven, dialogan y dejan huellas que después reaparecen en elecciones estéticas, composiciones y modos de interpretar el mundo. Esos contrastes y cruces forman parte del ADN musical de generaciones enteras.

Cuando llega la adolescencia, la música deja de ser solo un paisaje sonoro para convertirse en identidad. Los primeros ídolos, las bandas que conmueven hasta las lágrimas y las letras que acompañan momentos de transformación personal marcan el inicio de un lenguaje propio. A partir de ahí, la construcción artística empieza a tomar forma como un camino posible, necesario y vital.

En esa trama de recuerdos, influencias y revelaciones se inscribe la historia de Matías Wasterkamp, guitarrista de La Condena de Caín, quien repasó su vínculo inicial con el arte en diálogo con Diario NCO. Desde la imagen de un niño saltando con un vinilo hasta la certeza de que el rock sería su forma de expresión, su recorrido condensa la potencia emocional que sostiene una vida dedicada a la música.

Una esencia musical

¿Recordás cuándo y de qué manera te acercaste por primera vez a la música o a cualquier expresión artística? ¿Qué sensaciones te quedaron de aquel instante?

MW: De niño me recuerdo escuchando el vinilo de He-Man y saltando de un sillón a otro. Mi madre escuchaba cantantes de jazz, boleros, música brasilera, y mi padre era un poco más rockero, escuchaba León Gieco, Beatles, Lennon solista. Las sensaciones que recuerdo son de algarabía, de entrar como en una especie de éxtasis cuando ponía el disco ó cassette que me gustaba.

¿En qué momento sentiste que tu primer sueño vinculado a la música empezaba a volverse real y concreto?

MW: El momento en que tocamos por primera vez con un baterista en una sala de ensayo, con mi primera banda, fue una experiencia que siempre guardaré como de las más emotivas de mi vida. Una especie de revelación.

Y en sintonía con esa instancia, ¿qué es lo que todavía conservás o te sigue acompañando de aquella vivencia inicial?

MW: Cada vez que salimos a tocar con LCDC vuelvo a tener esa sensación primogénita y, por otro lado, un extrañamiento, como si uno estuviera ahí y a la vez pudiera verse.

Por otra parte, ¿en qué etapa percibiste que la música influyó profundamente en tu vida, la transformó o incluso te sostuvo?

MW: Tal vez en la adolescencia fue cuando me di cuenta de que había encontrado en el rock un medio de expresión, que probablemente me acompañaría por el resto de mis días. Seguramente cuando descubrí a Patricio Rey. Aunque ya de niño recuerdo emocionarme hasta el llanto escuchando a Fito Páez o Guns N’ Roses.

A lo largo de su relato, Wasterkamp dejó entrever que los inicios nunca fueron simples anécdotas aisladas, sino la raíz profunda de una sensibilidad que persistió a lo largo del tiempo y en ese sentido, el artista encarnó la certeza de que los comienzos no solo marcan: también proyectan.

Esa continuidad entre el niño que saltaba frente a un vinilo y el guitarrista que se subió a escenarios multitudinarios invita a pensar en la música como un territorio de permanencias. Más allá de los cambios, los aprendizajes y las nuevas búsquedas, existe un núcleo emotivo que no se modifica y que reaparece en cada interpretación. Allí se encuentra la fuerza que sostiene a quienes dedican su vida a un oficio que, antes que trabajo, fue pulsión.

Finalmente, su recorrido permite reflexionar sobre un aspecto esencial: quienes hacen arte suelen mantener un diálogo constante con sus primeras experiencias, incluso sin advertirlo. En cada proyecto, en cada canción y en cada emoción compartida con el público, sobreviven fragmentos de aquellas impresiones tempranas que iniciaron todo.

Fuente fotografías: redes sociales.

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