Número de edición : 8950

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“Dicen que no hay oposición, pero emerger candidaturas inesperadas”

Política. “Dicen que no hay oposición".
Política. “Dicen que no hay oposición”.

Mientras se consolida un discurso que sostiene que el escenario político carece de alternativas, comienzan a aparecer nombres, gestos y definiciones que reordenan el debate hacia 2027. Entre ambigüedades, negativas parciales y decisiones explícitas, la discusión no pasa sólo por quiénes podrían ser candidatos, sino por quiénes están dispuestos a asumirlo.

Por Giuliana Salmonte Siciliano
Gmail: giulianasalmontesiciliano@gmail.com

En el debate político argentino se instaló con fuerza una idea que funciona casi como diagnóstico: “no hay oposición”. La afirmación se repite tanto desde el oficialismo como desde sectores críticos, y se apoya en la fragmentación partidaria, la falta de liderazgos visibles y la ausencia de proyectos claros de poder. Sin embargo, al observar con mayor atención el escenario que empieza a gestarse de cara a 2027, aparecen movimientos que desmienten la idea de un vacío absoluto.

En ese marco comienzan a circular nombres que provienen de trayectorias muy distintas. Algunos aparecen empujados por terceros, otros habilitan la conversación sin confirmarla y hay quienes ya dieron el paso de convertir la especulación en una decisión pública. El artículo de Federico González plantea una distinción clave entre el “candidato posible” —aquel sobre el que se proyectan expectativas— y el “candidato real”, que es quien asume el costo político de decir “sí, voy a competir”. Esa diferencia no es menor: mientras el primero puede mantenerse en una zona de confort, el segundo queda expuesto a la crítica, al análisis y a la exigencia de propuestas.

En ese recorrido aparecen casos paradigmáticos. Esteban Bullrich, atravesado por una enfermedad (ELA), expresa una voluntad condicionada, sostenida más desde el plano personal que desde una estructura política definida. Dante Gebel, una figura con alta visibilidad pública, pasa del rechazo explícito a una ambigüedad calculada: no confirma, pero tampoco descarta. Marcos Galperín, en cambio, es presentado por terceros como una eventual opción, pero se encarga de negar cualquier intención de competir. En todos los casos, el denominador común es la distancia entre la mención y la decisión.

El texto también advierte sobre un fenómeno recurrente en la política argentina: la tendencia a confundir expectativa con liderazgo. La popularidad, el reconocimiento o el éxito en otros ámbitos no reemplazan la construcción política. Ser candidato implica algo más que ser nombrado: requiere organización, diagnóstico, equipo y capacidad de interpelar a una sociedad atravesada por el desencanto. En ese sentido, el problema no es la falta de figuras, sino la falta de definiciones claras.

Frente a ese escenario, el autor introduce su propia candidatura como un hecho político concreto. En tiempos donde muchos prefieren esperar o especular, el gesto de asumir públicamente una postulación obliga a debatir las propuestas, y pone sobre la mesa una pregunta necesaria: ¿cuántos están realmente dispuestos a disputar poder y cuántos prefieren seguir siendo una posibilidad abstracta?

Entre la proyección y la decisión política

Uno de los ejes centrales del artículo es la diferencia entre quienes son señalados como eventuales candidatos y quienes efectivamente asumen ese rol.

El autor sostiene que una candidatura no se construye únicamente desde la opinión pública o el deseo social, sino a partir de una decisión consciente que implica costos, exposición y compromiso.

Por eso, permanecer en la ambigüedad puede resultar funcional en el corto plazo, pero termina debilitando cualquier intento serio de construir una alternativa política.

La idea de que “no hay oposición”

El texto cuestiona la noción instalada de que no existe oposición en la Argentina. Más que una ausencia de actores, plantea que hay una crisis de definiciones y de coraje político.

Según el escritor, la falta no es de nombres sino de voluntad para disputar el sentido común, presentar un programa y sostener una estrategia a largo plazo. En ese vacío, la política corre el riesgo de quedar reducida a expectativas sin traducción real.

Fuente: Artículo de opinión “Dicen que no hay oposición, pero brotan candidaturas inesperadas”, Federico González.

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