Número de edición : 8931

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Provincia encendió la alarma: el sarampión volvió a ganar terreno en un escenario de vacunas en retroceso

Sarampión. Provincia encendió la alarma.
Sarampión. Provincia encendió la alarma.

La confirmación de cuatro casos importados y el deterioro sostenido de la vacunación infantil reactivaron la vigilancia epidemiológica en Buenos Aires.

Por Florencia Belén Mogno

El avance reciente del sarampión reabrió un frente de preocupación en la provincia de Buenos Aires. Lejos de tratarse de un evento aislado, la enfermedad reapareció en un momento en el que el sistema sanitario ya mostraba señales de debilitamiento en uno de sus pilares fundamentales: la vacunación infantil.

Las cifras nacionales más recientes mostraban que las coberturas descendieron a niveles que no se veían desde hacía décadas, una situación que se volvía especialmente sensible ante un virus cuya capacidad de contagio se encontraba entre las más elevadas.

Según el documento al que accedió Diario NCO, la provincia de Buenos Aires lanzó una respuesta acelerada para blindar a la población infantil ante el riesgo inminente por una presencia marcada de sarampión.

Refuerzo sanitario y primeras medidas territoriales

El Plan Provincial de Salud incorporó una estrategia adicional focalizada en el Área Metropolitana, donde se concentran tanto las mayores densidades poblacionales como los porcentajes más bajos de cobertura en algunas de las dosis críticas del calendario nacional.

La medida incluyó la aplicación de una dosis adicional para bebés de entre 6 y 11 meses, conocida como “dosis cero”, una herramienta utilizada en situaciones de riesgo ampliado para proteger a quienes todavía no alcanzaron la edad del primer esquema formal.

A su vez, los niños y niñas de entre 13 meses y 4 años nacidos entre 2021 y 2024 fueron incluidos en un refuerzo extraordinario, pensado como una barrera temporal para reducir el impacto epidemiológico en caso de nuevos ingresos del virus.

Desde las áreas técnicas del gobierno provincial enfatizaron que estas aplicaciones adicionales no reemplazaban el calendario regular. Por el contrario, se trataba de un refuerzo orientado a recuperar niveles mínimos de protección en un escenario en el que la caída de las tasas de vacunación revelaba un deterioro más profundo que el asociado únicamente al sarampión.

Coberturas críticas y retrocesos históricos

La preocupación provincial encontraba sustento en los datos oficiales recientemente publicados por la Dirección de Control de Enfermedades Inmunoprevenibles. Las estadísticas mostraban un derrumbe pronunciado de la vacunación en edades clave.

La cobertura de la Triple Viral al ingreso escolar —fundamental para evitar el avance del sarampión, la rubéola y las paperas— había descendido a 46,7 por ciento durante 2024, cuando el umbral recomendado para la protección comunitaria superaba el 95 por ciento.

El panorama tampoco mejoraba en otras vacunas esenciales. El refuerzo de la Triple Bacteriana, que en 2010 alcanzaba el 97 por ciento de las niñas y niños del país, marcaba ahora un 46,4 por ciento.

Según el informe consultado, en poco más de una década, Argentina pasó de exhibir uno de los modelos de vacunación más sólidos de la región a un esquema fragmentado que dejaba expuestos a miles de menores.

La provincia de Buenos Aires y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires se ubicaron entre las jurisdicciones con peores niveles de cobertura. En el refuerzo contra la varicela de los 5 años, por ejemplo, los porcentajes apenas se ubicaban alrededor del 30 y 31 por ciento.

Esto implicaba que siete de cada diez chicos de estas regiones no habían recibido la dosis correspondiente, una señal de alarma que excedía al sarampión y atravesaba a todo el calendario oficial.

Contradicciones entre discursos oficiales y datos técnicos

Las inconsistencias también marcaron la discusión pública. Un comunicado nacional difundido el 15 de octubre celebró un supuesto incremento en las coberturas de vacunación en los rangos de 5 y 11 años, con cifras que oscilaban entre el 70 y el 76 por ciento.

No obstante, el documento técnico que fundamentaba esos datos, y al que pudo acceder este medio, indicaba que ninguna de las vacunas aplicadas en ese grupo etario superó el 55,5 por ciento.

Esta contradicción expuso tensiones entre los discursos políticos y los números reales. Para los equipos técnicos, la brecha entre ambas versiones complicaba el diagnóstico y afectaba la confianza pública en un momento en el que la incertidumbre sanitaria ya avanzaba sobre distintos sectores sociales. La claridad en la comunicación se volvió indispensable para reforzar la vacunación y recuperar la credibilidad perdida durante los últimos años.

Otro aspecto que agravaba el panorama era la caída de otras inmunizaciones estructurales. La aplicación de la IPV/Séxtuple, correspondiente al esquema contra la poliomielitis, alcanzó apenas el 47,6 por ciento de la población infantil. Este dato resultaba especialmente sensible para un país que eliminó la polio en 1984 precisamente gracias a la vacunación sostenida.

Riesgos del virus y consecuencias sanitarias

La elevada transmisibilidad del sarampión reforzó aún más la urgencia. Se trataba de uno de los virus más contagiosos del mundo, capaz de infectar entre 12 y 18 personas por cada caso sin inmunización previa.

Esa capacidad situaba al sarampión por encima de enfermedades como la gripe, la varicela o el COVID-19 en su versión inicial. En ámbitos escolares, centros de cuidado infantil o guardias pediátricas, esta característica multiplicaba exponencialmente las posibilidades de que un caso aislado se transformara en un brote.

El cuadro clínico inicial podía confundirse con un resfrío común, dado que comenzaba con fiebre, secreción nasal, tos y ojos irritados. Sin embargo, la aparición del sarpullido característico y el deterioro progresivo del estado general exponían la gravedad real de la enfermedad. Las complicaciones derivaban en neumonías, diarreas severas, infecciones auditivas, deshidratación, malnutrición y, en los casos más severos, inflamación cerebral.

Un fenómeno silencioso que despertaba especial preocupación era la llamada “amnesia inmunitaria”. Tras contraer sarampión, el organismo podía perder parte de su memoria inmunológica, lo que dejaba a niñas y niños expuestos a otras enfermedades contra las cuales ya estaban protegidos. Este efecto podía extenderse durante meses o incluso años, generando nuevas vulnerabilidades sanitarias.

La dimensión global del problema y los efectos locales

Las estadísticas internacionales reforzaban la alerta. En 2022, las muertes por sarampión aumentaron un 43 por ciento en comparación con 2021 como consecuencia de la caída de la vacunación durante la pandemia de COVID.

En la actualidad, un promedio de 373 personas moría cada día en el mundo por esta enfermedad, un dato que resultaba especialmente dramático si se tenía en cuenta que casi todas esas muertes eran evitables mediante la aplicación de dos dosis de la vacuna.

A lo largo de 2023, el 99 por ciento de los menores de cinco años que desarrollaron cuadros graves o fallecieron no habían recibido el esquema completo. Estos números dejaban en evidencia hasta qué punto la inmunización seguía siendo la herramienta más efectiva para proteger a las infancias, especialmente en contextos de crisis económica y deterioro de programas públicos.

En el plano regional, los países vecinos mostraban una dinámica preocupante. Bolivia, México, Brasil, Paraguay y Perú registraban aumentos notorios de casos. Este incremento ampliaba los riesgos de ingresos del virus a través de visitantes o migrantes que circularan sin vacunación, un factor especialmente sensible para provincias con alta movilidad como Buenos Aires.

El rol de la comunidad y la estrategia territorial

Frente a esta situación, las acciones comunitarias se volvieron igual de importantes que las medidas institucionales. La Provincia lanzó operativos territoriales que incluyeron hospitales públicos, vacunatorios municipales, postas móviles y equipos de salud que recorrieron barrios y centros comunitarios para facilitar el acceso a la inmunización.

Para las familias, las recomendaciones fueron directas. Se pidió revisar las libretas de vacunación de todos los chicos, corroborar si faltaban dosis, acercarse a los vacunatorios sin turno y completar el esquema tanto en menores como en adultos que no contaran con dos dosis o no recordaran su historial. La idea fue simplificar al máximo el proceso para recuperar los porcentajes perdidos durante los últimos años.

El mensaje sanitario remarcó la necesidad de un compromiso compartido. La vacunación no solo representaba un acto individual de cuidado, sino una responsabilidad colectiva. El descenso de las coberturas afectaba a toda la comunidad, no únicamente a quienes omitían la dosis, ya que debilitaba la barrera de protección que bloqueaba la transmisión del virus en poblaciones amplias.

Un sistema en tensión y el desafío hacia adelante

La Provincia utilizó el episodio actual para impulsar una revisión más profunda de la agenda de vacunación infantil. La emergencia por el sarampión se convirtió en una oportunidad para exponer debilidades estructurales en el sistema y para reordenar prioridades en materia de salud pública. Lo que comenzó como un alerta puntual se transformó en una discusión sobre el estado real de las políticas sanitarias básicas.

La caída de las coberturas no se explicaba únicamente por factores coyunturales. También influían problemas de acceso, dificultades económicas, falta de campañas sostenidas y un creciente clima de desconfianza alimentado por la circulación de información falsa.

En este escenario, recuperar la centralidad de la vacunación como política pública se volvió indispensable para revertir tendencias que, de continuar, podían reabrir la puerta a enfermedades que el país había logrado controlar durante décadas.

El desafío consistió en trasladar la preocupación epidemiológica al compromiso cotidiano. Completar el calendario de vacunación se presentó como la acción más eficaz para impedir que el sarampión y otras enfermedades prevenibles volvieran a instalarse en la vida cotidiana de miles de familias. Para un sistema sanitario bajo presión, esta tarea se convirtió en una prioridad ineludible.

Fuente fotografías: redes sociales.

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