
La caída del empleo registrado, el avance de la informalidad y el impacto sobre jóvenes y mujeres delinean un escenario crítico.
Por Florencia Belén Mogno
El mercado laboral argentino atravesó en los últimos meses un proceso que dejó de explicarse como una simple desaceleración económica. La pérdida de puestos registrados, la falta de dinamismo en las contrataciones y la profundización de la informalidad configuraron un escenario que instaló un riesgo estructural para el sistema productivo.
Las estimaciones privadas ubicaron la caída del empleo registrado en más de 276 mil puestos desde el inicio de la actual gestión nacional. Se trató de un retroceso que no se explicó únicamente por la recesión, sino también por la falta de incentivos a la inversión y la ausencia de previsibilidad en materia de regulaciones, entre otros factores.
En ese sentido y de acuerdo con la información a la que accedió Diario NCO, el deterioro no impactó de manera uniforme. Por el contrario, golpeó con mayor fuerza a los dos sectores históricamente más vulnerados del mercado laboral: jóvenes y mujeres.
La franja de dieciocho a veinticuatro años evidenció un desempleo superior al veinte por ciento, el doble de la tasa general. Pero el dato más crítico fue que más del setenta por ciento de los empleos destinados a las juventudes se desarrollaron en la informalidad.
Desigualdades que se profundizaron
El estudio remarcó que la falta de experiencia previa, las deficiencias educativas y la ausencia de políticas activas dejaron a miles de jóvenes sin posibilidades reales de inserción. Las empresas reclaman competencias y habilidades que no se incorporaron en los ámbitos de formación.
En el caso de las mujeres, el retroceso se expresó en múltiples indicadores. La desocupación femenina aumentó, la informalidad subió y la brecha salarial se amplió nuevamente hasta niveles cercanos al treinta por ciento.
Los sectores más afectados fueron aquellos con alta feminización laboral: cuidados, administración pública, comercio y casas particulares. En todos ellos se registraron caídas significativas.
Regiones en crisis y un modelo que no traccionó
Los datos analizados mostraron diferencias geográficas profundas. El Gran Buenos Aires contabilizó más de ciento treinta mil nuevos desocupados en dos años, mientras que las regiones del NOA y el NEA incrementaron su dependencia del trabajo informal debido a la falta de inversiones de carácter estructural. La industria, la construcción y la administración pública fueron los sectores que más puestos perdieron.
En paralelo, la implementación del Régimen de Incentivos para Grandes Inversiones no logró modificar el panorama. Aunque se presentó como una herramienta clave para atraer capitales y generar empleo, su impacto real fue mucho menor al esperado.
De esta manera y a un año de su puesta en marcha, solo se aprobaron siete proyectos que generaron alrededor de mil puestos directos, una cifra insignificante frente a los más de cien mil empleos formales caídos.
El documento destacó que casi la mitad de las iniciativas del régimen involucraron a YPF, lo que significó movimientos internos antes que inversiones nuevas. La expectativa de una avalancha de capitales externos no se concretó y el efecto derrame sobre el empleo formal quedó lejos de materializarse.
Un empresariado que reclamó previsibilidad
Las PyMEs, responsables de más del setenta por ciento del empleo privado, advirtieron que la presión tributaria, los costos financieros y la inestabilidad normativa bloquearon cualquier posibilidad de expansión. Solicitaron una reducción gradual de cargas sociales, estrategias de simplificación administrativa y reglas estables que permitieran planificar a mediano plazo.
Las grandes empresas coincidieron en el diagnóstico. Plantearon que la volatilidad regulatoria impidió asumir compromisos de contratación y que el clima macroeconómico condicionó las decisiones de inversión. La falta de definiciones políticas y la ausencia de una hoja de ruta clara fueron señaladas como factores que profundizaron el parate del mercado laboral.
La cuestión educativa surgió como otro eje central. El estudio relevado por Diario NCO mostró que las compañías rechazaron la mayoría de las postulaciones debido a déficits en comprensión lectora, comunicación, resolución de problemas, organización y trabajo en equipo. Las habilidades blandas se convirtieron en un requisito excluyente que una parte importante de la población económicamente activa no logró satisfacer.
Una agenda que presiona: empleo, reformas y horizonte
En este escenario, diversos actores del mundo productivo impulsaron espacios de debate orientados a reconstruir consensos básicos. El objetivo principal fue delinear políticas que permitieran reactivar la economía sin profundizar las desigualdades ya existentes. La necesidad de reformas laborales se instaló como un punto de coincidencia, aunque los criterios sobre su alcance y aplicación mostraron diferencias sustanciales.
El relevamiento analizado remarcó que la ausencia de definiciones concretas no solo prolongó la parálisis, sino que alimentó el desconcierto empresarial. La demora en la implementación de cambios normativos —sumada a la incertidumbre judicial— generó un terreno donde la inacción se convirtió en el mayor riesgo para el empleo formal.
El impacto político no fue menor. Cada punto adicional de informalidad significó un aumento del desgaste institucional y una pérdida de legitimidad para cualquier proyecto gubernamental. La caída del empleo juvenil operó como un factor especialmente sensible, dado que afectó directamente a una generación que ya enfrentó condiciones adversas durante largos períodos.
Un país ante una encrucijada
En esa línea, la economía argentina llegó a un punto donde el empleo dejó de ser un indicador más y se convirtió en el eje sobre el cual se definieron las posibilidades de recuperación. Sin una estructura de trabajo sólida, ninguna política pública pudo compensar el deterioro que avanzó desde abajo. El desafío consiste en reconstruir un mercado laboral que garantice derechos básicos, salarios suficientes y un horizonte real de crecimiento.
El riesgo de una década perdida volvió a mencionarse en distintos espacios de análisis. Si el país no logra un equilibrio entre crecimiento, formalización, productividad y protección social, la combinación de alta informalidad, baja inversión y estancamiento podría consolidar un ciclo negativo difícil de revertir.
El empleo, como expresó el documento, funcionó como la caja negra del desarrollo. Cuando esa caja muestra fallas profundas, todo el sistema queda en alerta. Y hoy, según la información relevada, el mercado laboral argentino todavía buscó un sendero que le permitiera salir de la emergencia y recuperar un mínimo de previsibilidad.
Fuente fotografías: redes sociales.
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