Número de edición : 8908

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Suicidio adolescente: una emergencia silenciosa en Argentina

Suicidio adolescente: una emergencia silenciosa en Argentina.
Suicidio adolescente: una emergencia silenciosa en Argentina.

En 2023, el suicidio superó por primera vez a enfermedades y accidentes como principal causa de muerte entre mujeres de 10 a 19 años. Los registros también muestran un aumento sostenido entre varones jóvenes y evidencian la necesidad urgente de intervenir en salud mental y redes de contención.

Por Florencia Belén Mogno

La adolescencia suele imaginarse como una etapa de amigos, proyectos y un futuro abierto colmado de posibilidades, sin embargo las cifras más recientes muestran otra realidad que resulta alarmante.

En ese sentido y de acuerdo con la información a la que pudo acceder Diario NCO, en Argentina, el suicidio se convirtió en 2023 en la primera causa de muerte entre mujeres de 10 a 19 años, con 148 casos reportados, por encima de tumores (119) y accidentes (103). Entre varones menores de 19 años, los suicidios alcanzaron 238, mientras que el grupo de 20 a 29 años registró más de mil casos, la cifra más alta desde 2017.

El Observatorio del Desarrollo Humano y la Vulnerabilidad de la Universidad Austral advirtió que se trata de un fenómeno multicausal, donde factores biológicos, psicológicos y sociales se entrelazan. La falta de contención familiar, escolar y comunitaria se volvió un factor crítico en una sociedad marcada por la velocidad, la competencia y el aislamiento.

Los expertos coincidieron en que la salud mental juvenil no puede analizarse de manera aislada. La pobreza afectaba a cuatro de cada diez adolescentes, la precarización laboral amenazaba a sus familias y la inflación reducía el acceso a consumos culturales que antes funcionaban como espacios de socialización. Los jóvenes atravesaban hogares conflictivos, jornadas de estudio y trabajo extensas, y escuelas con recursos limitados para acompañar.

La presión de las redes y la desigualdad de género

El impacto de las redes sociales sumó un factor adicional de vulnerabilidad. La comparación constante, el acoso virtual y los mandatos de perfección corporal afectaron de forma desproporcionada a las adolescentes: un 20% reportó preocupación excesiva por su imagen y entre un 6 y 8 por ciento presentó conductas alimentarias de riesgo.

En ese sentido y según relevamientos elaborados por UNICEF, las jóvenes enfrentaron mayores conflictos familiares y dificultades para hablar sobre su salud mental. Asimismo, el fenómeno mostró una dimensión internacional: Chile y Uruguay evidenciaron aumentos similares en suicidios juveniles en la última década.

Sin embargo, el salto reciente en Argentina fue especialmente brusco. La diferencia de género resultó clave: las adolescentes desarrollaron mayor carga emocional y autoculpabilización, mientras que los adolescentes tendieron a negar sus problemas hasta llegar a crisis graves.

El desafío de reconstruir redes de contención

Los especialistas afirmaron que promover habilidades socioemocionales en la escuela y la familia podía reducir hasta un 40% los intentos de suicidio. Sin embargo, el desafío no se limitó a la presencia de psicólogos o líneas telefónicas de atención: la reconstrucción de tramas sociales resultó crucial. La sociedad, acostumbrada a la supervivencia cotidiana, debía ofrecer también un horizonte de sentido y pertenencia.

El contexto económico y social profundizó la fragilidad juvenil. La precariedad, la inflación y la falta de oportunidades generaron un caldo de cultivo donde los jóvenes no encontraron espacios seguros para expresarse y ser escuchados. Los vínculos comunitarios debilitados dejaron a muchos sin protección emocional ni respaldo afectivo.

Los datos mostraron que la adolescencia dejó de ser vista como promesa de futuro para convertirse en etapa marcada por la fragilidad y la pérdida. La alerta sobre suicidio juvenil no fue solo una cuestión de salud mental, sino un síntoma extremo de la desarticulación social que afecta a la población más joven y vulnerable del país.

Urgencia de políticas y estrategias integrales

Las organizaciones y expertos enfatizaron la necesidad de políticas públicas que articulen escuela, familia y comunidad. La inversión en programas socioemocionales, acompañamiento familiar y prevención de riesgos en entornos digitales se volvió prioritaria. La sociedad debía asumir que la vida adolescente requiere un cuidado integral que trascienda la asistencia sanitaria.

Sin intervenciones coordinadas, los indicadores advirtieron que la tendencia podría continuar al alza, con efectos devastadores sobre jóvenes, familias y comunidades. La salud mental juvenil se consolidó como un tema central en la agenda social, educativa y política, evidenciando que los problemas estructurales requieren soluciones también estructurales.

El informe marcó un punto de inflexión epidemiológico: el suicidio entre adolescentes pasó a ser un problema visible y urgente. Reconocer la magnitud del fenómeno, intervenir con políticas efectivas y reconstruir redes de contención se convirtió en una prioridad ineludible para evitar que la etapa adolescente siga siendo un territorio de fragilidad, soledad y riesgo.

Fuente fotografías: redes sociales.

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