
Con una trayectoria marcada por la solidaridad y la lucha por los derechos del pueblo, la matancera Graciela Mirta Spada dejó una huella profunda en el territorio a través de su labor política, social y sindical.
Por Florencia Belén Mogno.
En la historia social y política de La Matanza, el compromiso comunitario ha sido un motor fundamental para sostener lazos, construir identidad y generar transformaciones reales. Desde las bases barriales, muchas mujeres asumieron el desafío de acompañar las necesidades del pueblo en tiempos de crisis.
Por otra parte, durante los años más duros de la última dictadura cívico-militar, la solidaridad barrial se sostuvo en la invisibilidad, con vecinas y referentes que trabajaron por fuera de los canales institucionales, guiadas por el compromiso con la vida y la justicia.
En los años siguientes, con el regreso de la democracia, esa red de acompañamiento social se transformó en la base de nuevas formas de organización política, en las que el Estado, la comunidad y las instituciones populares comenzaron a articular respuestas frente a la pobreza estructural.
En ese proceso, el distrito de La Matanza se consolidó como uno de los territorios con mayor dinamismo social y político del país. Desde allí, diversas figuras locales impulsaron iniciativas vinculadas a la inclusión, la salud, la educación y la cultura. Entre ellas se destaca Graciela Mirta Spada, una dirigente que conjugó la sensibilidad social con la acción política, y que supo llevar su compromiso a cada espacio de militancia.
En ese sentido y de acuerdo a la información a la que pudo acceder Diario NCO, Graciela Spada recibió una distinción por parte del Senado de la Nación en reconocimiento de su trayectoria sociopolítica y gremial.
El reconocimiento a una trayectoria
Graciela Spada, oriunda de Ciudad Evita, habló con los hechos a lo largo de toda su trayectoria. Su compromiso comenzó en los barrios humildes durante los años de dictadura, donde asumió un rol activo en la asistencia y acompañamiento de las familias más postergadas.
Con la vuelta de la democracia, sus primeros pasos se desarrollaron en su localidad, colaborando con Cáritas en los comedores comunitarios de Ciudad Evita, donde la alimentación y la contención se transformaron en pilares de un trabajo social sostenido en el tiempo.
Desde su propia unidad básica, impulsó múltiples actividades vinculadas al bienestar comunitario. Entre ellas, una de las más significativas fue el programa de turismo social destinado a niñas, niños y personas mayores del distrito.
En tanto gracias a su gestión, más de 15 mil chicos y chicas pudieron conocer el mar y las sierras en los complejos turísticos de Chapadmalal y Embalse Río Tercero, una experiencia transformadora para quienes nunca habían tenido la posibilidad de salir de su barrio. También promovió viajes y recreación para la tercera edad, fortaleciendo así los lazos intergeneracionales dentro de la comunidad.
Una vida de compromiso
Por otra parte,el deporte fue otro de los ejes centrales de su tarea. Spada entendió que la práctica deportiva era una herramienta clave para la contención de la infancia y la juventud, y por ello promovió campeonatos y actividades dentro del marco de los Campeonatos Evita.
El propósito que la guió en este caso fue buscar que los más pequeños encontraran en el juego un espacio de pertenencia, salud y desarrollo. Junto con esas políticas, impulsó campañas de vacunación y seguimiento escolar, la entrega gratuita de medicamentos y la articulación de redes de acompañamiento sanitario y educativo.
Con apenas 31 años, Graciela Spada fue elegida concejal del Partido de La Matanza, cargo desde el cual profundizó su vocación por el servicio público. Durante su gestión, presidió la Comisión de Interpretación y Reglamento y ocupó la Vicepresidencia de la Comisión de Cultura, desde donde trabajó para fortalecer los vínculos con las bibliotecas y el ámbito legislativo nacional.
En ese contexto,i mantuvo una activa colaboración con el diputado Lorenzo Pepe y las Bibliotecas del Honorable Congreso de la Nación, consolidando lazos institucionales en beneficio del distrito.
Una historia a contar
Por otro lado, el compromiso político de Graciela Spada se proyectó también a través de la Fundación Eva Perón – Delegación Ciudad Evita, institución que presidió con el propósito de recuperar el legado solidario del movimiento justicialista. Desde allí, gestionó programas de ayuda social, fomentó la educación popular y promovió la memoria histórica de una localidad estrechamente vinculada al peronismo y a la figura de Eva Duarte de Perón.
Una de sus contribuciones más destacadas fue la creación de la ley que declaró a Ciudad Evita como Lugar Histórico Nacional, reconocimiento que la convirtió en la única localidad del mundo construida especialmente para las y los trabajadores.
Este hito significó no solo la preservación del patrimonio arquitectónico y cultural, sino también el reconocimiento de la historia colectiva de una comunidad que nació de la planificación estatal y del ideal de justicia social.
En su tarea como concejal, impulsó además una ordenanza que permitió la escrituración de más de 4.000 viviendas en Ciudad Evita, para garantizar el acceso formal a la propiedad y otorgar seguridad jurídica a familias que durante años habían esperado regularizar su situación habitacional.
Junto con su labor política, Graciela Spada sostuvo una activa participación gremial, integrando las organizaciones APL (Asociación del Personal Legislativo) y APES, además de formar parte de la CGT La Matanza y de las 62 Organizaciones Peronistas del distrito. En esos espacios, continuó defendiendo los derechos laborales, la igualdad de oportunidades y la unidad del movimiento obrero.
No obstante, su trayectoria estuvo marcada por la coherencia entre el discurso y la acción. Desde su familia, desde la militancia y desde su rol institucional, Graciela Spada mantuvo intacta su vocación de servicio y su compromiso con los valores del trabajo, la justicia social y la organización colectiva.
Cada etapa de su vida reflejó una convicción profunda: la de que el cambio verdadero nace en el territorio, en el contacto directo con las personas, en la escucha y en la construcción diaria de un proyecto común.
Con una mirada humana y una práctica política al servicio del pueblo, su legado permanece como testimonio de una generación que transformó la solidaridad en política y la política en una herramienta de amor social. En La Matanza, su nombre continúa asociado a la empatía, la perseverancia y la lucha por un futuro más justo para todos y todas.
Fuente fotografías: organización reconocimiento a Graciela Spada.
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