Número de edición : 8950

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Cuando cuestionar a las víctimas se vuelve política de Estado

Editorial | Diario NCO

Vergüenza: en redes sociales llovieron comentarios de hombres cuestionando a una víctima de abuso.

El caso de Micaela, una joven docente abusada en la vía pública y luego públicamente
atacada por hombres que pusieron en duda cada palabra que dijo, no es un hecho aislado.
Es el síntoma visible de un clima social que se viene agravando, donde la misoginia
explícita y la deslegitimación sistemática de las denuncias de las mujeres encuentran no
solo eco en redes sociales, sino también aval institucional desde las más altas esferas del
gobierno nacional.

Desde Diario NCO consideramos imprescindible señalarlo con claridad: hoy las víctimas
no solo se enfrentan a sus agresores, sino también a un entorno político y cultural que
las deja cada vez más solas.

El cierre del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad, la negación pública de la
figura del femicidio, los discursos que demonizan al feminismo y ridiculizan las políticas
de cuidado no son gestos aislados. Éstas forman parte de una narrativa que presenta a las
mujeres como exageradas, mentirosas, manipuladoras o “histéricas”, y que habilita,
consciente o inconscientemente, a que la sociedad reproduzca estos patrones de violencia
simbólica.

Cuando el Estado retrocede, los agresores avanzan. Cuando el poder político desprecia la
perspectiva de género, la violencia cotidiana encuentra justificación. Cuando un gobierno
califica al feminismo como “lavado de cerebro”, lo que está haciendo es cuestionar el
derecho de las mujeres a nombrar lo que les pasa.

Lo que vimos en los comentarios del video difundido por este medio, hombres insultando a
la víctima, exigiendo pruebas, burlándose de su relato, es prueba de ese contexto hostil. No
es casual: es el resultado de un clima donde la palabra de las mujeres vuelve a ser puesta
bajo sospecha, donde el abuso callejero se minimiza, donde se insiste en que “no es tan
grave”.

Desde Diario NCO elegimos decir algo distinto. La palabra de una mujer que denuncia sí
importa. El abuso callejero sí es violencia sexual. El escrache, cuando la Justicia no actúa,
es una herramienta de autoprotección colectiva. Y el silencio, lejos de ser neutral,
favorece siempre al agresor.

Nuestra postura es clara: No vamos a contribuir al cuestionamiento de las víctimas.
Vamos a seguir publicando estos casos. Vamos a seguir dando lugar a sus voces.
Vamos a seguir señalando las violencias que otros prefieren naturalizar.

Porque cada mujer que denuncia está poniendo el cuerpo y la palabra en un país donde la
violencia de género no solo persiste, sino que hoy encuentra un marco político que la
habilita, la profundiza o la minimiza.

Y porque, aun en este contexto adverso, sigue siendo nuestra responsabilidad periodística, y
ética, nombrar lo que pasa, acompañar a quienes hablan y no ceder ante los discursos
que buscan silenciarlas.

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