

La obra de Martina Ansardi propone un homenaje poético a la memoria travesti-trans y a quienes luchan por existir y por ser quienes eligen ser.
Por Florencia Belén Mogno
La construcción de la memoria colectiva siempre estuvo atravesada por luchas y resistencias. En el terreno de las artes escénicas, estas disputas históricas encontraron un cauce poderoso, capaz de interpelar tanto a las subjetividades del presente como a los fantasmas del pasado.
Las obras que buscan dialogar con la memoria, particularmente la de comunidades que fueron silenciadas o violentadas, asumen la tarea de sostener la dignidad de esas voces en cada gesto, palabra y movimiento escénico.
Dentro de este contexto se inscribe “La Transfiguración de Miguelito Pepe”, un unipersonal escrito y dirigido por la artista y referente por los derechos de la comunidad travesti-trans y no binaria, Martina Ansardi.
En diálogo con Diario NCO, Ansardi compartió los procesos creativos y las motivaciones que dieron vida a su obra la cual se estrenó recientemente en el Centro Cultural Rector Ricardo Rojas en Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA).
La transfiguración de Miguelito Pepe está inspirada en el mundo ficcional del escritor chileno Pedro Lemebel, y está protagonizada
por Tuco Richat con el acompañamiento musical de Guadalupe Sánchez. Además, la puesta también rinde un homenaje a la activista trans Mariela Muñoz, quien fue pionera en la lucha por los derechos de la comunidad trans en Argentina.
Teatro, derechos y resistencia
En principio, ¿cómo vienen desarrollando la dinámica de trabajo en La transfiguración de Miguelito Pepe?
M.A: Para los ensayos nosotros laburamos mucho sobre el cuerpo del actor, del intérprete principal, que es Tuco Richat. Es un gran actor y, como es un unipersonal, está solo en escena. Si bien hay una cantante que lo acompaña, que es Guadalupe Sánchez, que va dentro de la obra, e interpreta cuatro arias de repertorio clásico de ópera cantada en vivo que interactúa con el cuerpo del intérprete. Entonces, laburamos mucho con esos estados: los estados primero, y después los personajes. Porque Tuco interpreta a cuatro personajes distintos, y los hace muy bien gracias a que laburamos profundamente la construcción de cada uno de ellos. Todos pertenecen a una misma narrativa; la obra está contada en tercera persona, está contando un relato que sucedió en el pasado. Entonces, también para Tuco fue un desafío poder salirse de esa voz narradora para poder meterse en la escena, al mismo tiempo que va narrando un hecho que ocurrió en el pasado. Nosotros hacemos ensayos de seis horas para poder generar esta investigación que requiere ponerse en el cuerpo de varios personajes en una hora que dura la obra. Además, accionando una escenografía que está presente constantemente, porque construimos una escenografía que se puede transformar en un montón de cosas. La idea era poder jugar mucho con la escenografía, y eso también lleva mucho ensayo para que todo quede muy prolijo y se desarrolle de la mejor manera posible, y explotar a full las dos posibilidades: las posibilidades del cuerpo del actor y la posibilidad de manipular la escenografía.
La obra es un texto tuyo y además estás a cargo de la dirección, ¿cómo fue para vos este proceso?
M.A: Escribir, para mí, es un acto bastante liberador, sobre todo cuando escribo sobre mi comunidad. Es un acto catártico. Me resulta muy difícil dirigir mis textos, de hecho no me gusta mucho dirigir mis propios textos, pero a este texto le cobré tanto cariño y sentí que la obra estaba tan conectada conmigo que no quise cedercela a nadie para que la dirija. Me pareció que tenía que hacerlo yo, sobre todo porque tocaba temas que tienen que ver con algo tan particular, como la vida de una persona trans, reprimida, oculta, que no se muestra por miedo y por las operaciones del mundo, y que pocos conocen. Entonces dije: “bueno, esta me toca”. Además también la produzco. Sintonía Producciones es la productora que dirijo en conjunto con un. socio, así que tengo tres roles en la obra: productora, directora y dramaturga. Esa es la apuesta mayor, y estoy muy contenta con todos los resultados. También tenemos el apoyo institucional de la Escuela Metropolitana de Arte Dramático de Buenos Aires, la EMAD, que es donde me egresé como directora de teatro y ya cuenta con un subsidio de la ciudad, que es el Proteatro. La obra está pensada para ser itinerante. Por eso la escenografía también es bastante transportable, para poder hacerla no solamente en varios lugares sino también en espacios no teatrales.
¿Cómo fue el proceso de construcción del texto, personajes y el universo que se presenta en la obra considerando también el vínculocon el mundo de Pedro Lemebel?
M.A: Desde que conocí a Pedro hace muchos años y lo empecé a leer, para mí es un referente importantísimo tanto en literatura como en activismo LGTB. Es una persona que marcó mucho la historia de la comunidad queer en el mundo, y sobre todo en Chile. Ese activismo a mí siempre me conmovió, y a través de sus textos fui entendiendo bastante de su mundo, de lo que él hacía, decía. Todo eso me conmovió, sobre todo que sus textos no los conozca el mundo. Me resulta extraño que los textos de Pedro no sean más conocidos y me dolía mucho que haya tanta gente que no lo conozca, con la gran escritura que tiene. Entonces siempre quise visibilizar a ese gran activista y escritor, y al mismo tiempo me pareció un link muy interesante hacerlo con Mariela Muñoz, que también es una activista que hizo mucho por la comunidad travesti-trans. Le demostró al mundo que ser trans puede tener un montón de matices, que somos personas buenas, y que no se la reivindica tanto como a otras activistas como Lohana Berkins o Diana Sacayán. Entonces quería recuperar la memoria de estas dos figuras. Por eso el texto habla también sobre una transición. En el medio hay una persona que transiciona. No quiero spoilear mucho de qué se trata, porque justamente la sorpresa de todo esto es que la gente descubra quién es el personaje que transiciona dentro de la obra. Me pareció apropiado contarlo atravesado por el mundo de Pedro y con el homenaje a Mariela.
Por otra parte y en consideración de los temas que aborda la obra, desde tu lugar como artista y activista, ¿cómo pensás que el arte, y en particular el teatro, pueden funcionar como espacios de refugio o reflexión frente al contexto social y político actual?
M.A: Qué hermosa pregunta. Y es una pregunta que tiene muchas respuestas esperanzadoras. Vinculado mucho a la modernización o a esta cuestión de que se valora mucho la tecnología en este momento de la historia de la humanidad, y que se pondera mucho el tema de las inteligencias artificiales a la hora de pensar en el desarrollo productivo de cualquier sociedad. El teatro termina, en este momento, siendo como un patrimonio cultural intangible, súper potente. ¿Por qué digo intangible? Porque en sí no estoy hablando del teatro como expresión artística, sino del encuentro, del rito teatral previo al momento teatral. Que es el momento en el que uno asiste, hace una cola para entrar a un espacio teatral, convive con otras personas, se sienta en una butaca al lado de alguien que no conoce, se ríe junto a alguien que no conoce, genera un pacto de convivencia y de complicidad también. Porque el hecho teatral, como lo entiende Jorge Dubatti, un gran teórico del teatro, es un “convivio”, en el que el espectador pacta con quienes interpretan la obra que le van a creer todo lo que vengan a contarnos, de la forma en la que vengan a contarnos. Y es un pacto de confianza, de creencia de nuevo en la humanidad. No solamente de creencia en quien está arriba del escenario, sino también de creencia en que podemos sentarnos uno al lado del otre, más allá de las diferencias que tengamos. Y eso es justamente lo opuesto a lo que hoy las grandes potencias económicas del mundo quieren para la humanidad. Porque ese imperialismo que está intentando dividirnos constantemente, está constantemente desarrollando nuevas tecnologías para que no tengamos que tener contacto entre humanos nunca más, para aislarnos unos de otros y que pensemos que el otro es una porquería, y que nos quiere hacer daño. Entonces, el teatro hoy es ese refugio, ese bastión que hay que sostener. Un espacio de resistencia fundamental en el que se representan hechos de la realidad, con una mirada y con una intención de transformación y de reflexión, porque todo hecho teatral lleva una reflexión.
Entonces, me parece que es un acto de resistencia pensar la realidad de una manera creativa y reflexiva junto a otres, no en soledad. Y además, junto a otres en la presencialidad, en la convivencia física, en la confianza de que puedo estar cuerpo a cuerpo, en una butaca con alguien que no conozco, y que esa convivencia no me va a hacer daño, sino todo lo contrario: me va a unir en un acto de encuentro, de unidad, de diálogo silencioso, y que también permite nuevas miradas, nuevas reflexiones en conjunto. Creo que el teatro es un acto de resistencia hoy más que nunca, que hay que sostener, reforzar, financiar, impulsar, porque el encuentro humano hoy está en peligro. Y hay que sostener todos los espacios posibles para no perdernos en esa inmensa nube que nos copta y nos convence todos los días de que solos podemos, de que “soles” es el camino, de que la soledad es lo mejor que nos puede pasar, cuando está más que comprobado que el ser humano es un ser social, que si no tiene a otra persona que aunque sea le hable, termina muriendo.
Por último, ¿cuál es, para vos, la importancia de que existan obras como La transfiguración de Miguelito Pepe en el contexto actual que vivimos, tanto a nivel nacional como global?
M.A: Para mí todas las representaciones que se puedan hacer de la realidad del colectivo travesti trans, no binario, del colectivo LGTB, son súper importantes. No solamente en el teatro, sino también en el cine, en series.
La producción audiovisual hoy está dando un vuelco bastante grande en lo que tiene que ver con dar visibilidad a historias de una manera diferente, y eso, principalmente, me parece fundamental. Poder, por un lado, contar y mostrar la violencia, la estigmatización, la historia, tal vez en primera persona, de lo que le sucedió a la comunidad trans y LGTB durante toda la vida, desde la colonización. Pero también me parece súper importante que existan, que hayan y que convoquen personas trans para roles de decisión. Fuimos las personas trans quienes luchamos para que las historias nuestras se visibilicen, para que estén en el cotidiano de la gente, para que las personas puedan escuchar nuestras historias y que también las reciban con amor y con aceptación. Hay que valorar, financiar, sostener proyectos que, fundamentalmente, estén liderados por la comunidad travesti trans, LGTB. Pero no solo liderados, sino también que haya roles de decisión importantes en los que estemos nosotras. Por ejemplo yo no conozco otra directora trans en la escena porteña actualmente, excepto Daniela Ruiz, Rodrigo Arena y yo —y no significa que no haya personas trans que no estén capacitadas para dirigir o para liderar proyectos; es que no las convocan, porque no nos piensan en esos roles. Nos piensan siempre en roles como dándonos una oportunidad laboral de base, y eso también nos deja en una relación de poder bastante asimétrica, en la que nosotras no tomamos todas las decisiones sobre lo que se cuenta en la historia. Así que me parece que, sobre todo y fundamentalmente, necesitamos historias felices, historias de éxito. Necesitamos representaciones de historias de vida que nos hagan bien a nosotres. Pero también necesitamos personas trans y LGTB que estén liderando proyectos en roles de decisión, para que también esas historias sean contadas por nosotres.
Fuente fotografías: Entrevistada Martina Ansardi.
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