

El economista Darío Banga analizó el reciente lanzamiento del bono Bonte 2030 y el modelo económico del gobierno. Mientras se endeudan para atraer dólares, la industria cae, el consumo se retrae y millones sobreviven con productos de subsistencia.
Por Verónica Llonto
El gobierno nacional pasó de hablar de los dólares colchón a los bonos Bonte 2030, celebrándolo como si fuese una gran victoria sobre la inflación. Según explicó el economista Darío Banga, se trata de un instrumento financiero emitido por el Estado para atraer dólares desde el exterior. “El gobierno celebra haber captado casi mil millones de dólares, pero no es más que deuda que habrá que pagar en el futuro”, advirtió el entrevistado.
Este bono busca fortalecer las reservas del Banco Central y estabilizar la economía. Sin embargo, Banga expuso: “Estas soluciones de corto plazo terminan profundizando los problemas estructurales. Si bien entran dólares, lo hacen bajo la forma de deuda, lo que implica compromisos futuros que Argentina hoy no está en condiciones de garantizar”.
Según el economista, es una estrategia marketinera para intentar mostrar resultados inmediatos sin resolver el problema de fondo: la falta de generación genuina de divisas. Banga afirmó que “Argentina no está generando dólares para pagar la deuda externa, ni por balanza comercial ni por créditos. Por eso estas medidas desesperadas, como lo del dólar colchón, intentan captar los ausentes dólares ahorro de los argentinos”.
Además, el economista señaló que esta estrategia se enmarca en un programa económico contradictorio, que no logra articular una política coherente de generación de ingresos. “No hay un plan claro de crecimiento ni de fortalecimiento del aparato productivo. Se fomenta el ingreso de dólares sin mirar cómo se van a pagar, ni qué impacto tiene eso sobre la producción nacional”, planteó el entrevistado.
Un modelo que ahoga la producción y la generación de divisas
El economista se refirió a las políticas de apertura económica del gobierno como contradictorias, ya que está generando un verdadero industricidio. Banga declaró: “Están fomentando la importación de productos del exterior con la excusa de que así generan competencia. Pero sólo están desplazando a las pequeñas y medianas empresas nacionales. Están rompiendo con las pymes”.
En este escenario, la producción y el consumo interno se encuentran en franca caída. Banga remarcó que “no hay forma de reactivar la economía si se desalienta la producción local y se reduce el poder adquisitivo de la población. El gobierno viene aplicando un plan de corto plazo, basado en la toma de deuda externa e interna, sin desarrollar una política sólida para generar ingresos genuinos y sostenibles”.
A esta falta de dólares por vía productiva se suma el déficit creciente en el turismo internacional. Según datos oficiales citados por Banga, en abril ingresaron 699.000 turistas al país, pero salieron más de 1.400.000 argentinos hacia el exterior. “Cuando los turistas se te van, los dólares se te van”, resumió el entrevistado. Esta diferencia negativa impacta directamente en la balanza turística y pone en evidencia la fragilidad del esquema actual.
Mientras el gobierno intenta atraer dólares endeudándose, pierde recursos valiosos en sectores como el turismo, que podrían aportar divisas de manera sostenida. Banga comentó que “nuestro país se volvió caro para el extranjero, por eso no vienen tantos turistas. Esta situación favorece los viajes de argentinos al exterior, pero desalienta el ingreso de turistas y, por ende, de dólares al país”.
Crisis social, inflación en dólares y lecturas peligrosamente optimistas
Aunque el gobierno ha marcado una baja en la inflación en pesos, Banga recordó que Argentina tiene una economía bimonetaria, por lo que la inflación en dólares es igual de relevante. “Tenemos una inflación en dólares galopante, que no se reconoce oficialmente, pero que se siente en la vida cotidiana”, aclaró el entrevistado. Esto significa que, incluso en dólares, los precios internos aumentan a un ritmo que supera cualquier mejora nominal en los ingresos.
En este contexto, Banga cuestionó con dureza los discursos que celebran ciertos indicadores aislados, como el supuesto aumento de las jubilaciones medido en moneda extranjera. El economista describió: “Podés decir que una jubilación subió en dólares, pero si los precios aumentaron tres veces más, el poder adquisitivo real sigue cayendo”. Lejos de ser un alivio, estas comparaciones generan una falsa sensación de estabilidad que no se refleja en el día a día de la mayoría de los argentinos.
Las recientes declaraciones del liberal Juan Carlos De Pablo, quien recomendó consumir alimentos de segundas y terceras marcas para adaptarse a la crisis, fue tomada como ejemplo para ilustrar cómo, en situaciones extremas, resurgen patrones de consumo asociados a la pobreza estructural. Banga indicó que “en las crisis, crece el consumo de productos como el mate cocido y el pan, que terminan siendo la cena de muchos argentinos. Pero que una empresa venda más mate cocido, no es un síntoma de recuperación económica sino un reflejo del empobrecimiento social”.
Para Banga, el verdadero problema no es la capacidad de adaptación de la sociedad, sino el modelo económico que la obliga a adaptarse a condiciones cada vez más precarias. “Podés reinventarte, rebuscártela, sobrevivir, pero eso no significa que la economía esté funcionando. Que algunos se acomoden a la crisis no la convierte en una solución. Mientras tanto, el gobierno sigue sin ofrecer una salida estructural”, concluyó el economista.
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