Número de edición 8481
La Matanza

Seguridad: Cuando lo importante se vuelve urgente

Por Prof. Joaquín G. Puebla

Los Heraldos de Bragueta eran aquellos que obtenían su posición social, fortuna y reconocimiento a través de matrimonios ventajosos con herederas de acaudaladas o rancias familias.

Podríamos establecer una analogía entre los Heraldos de Bragueta y los políticos electos a dedo. Los bonaerense hemos sufrido desde hace bastante años, las designaciones de nuestros gobernadores a dedo. El primero fue Carlos Ruckauf, quién comenzó su carrera política en el gremio del seguro de (en ese momento) la Capital Federal, su relación con la provincia de Buenos Aires estaba dada por su casa de fin de semana ubicada en Ezeiza. El ex Presidente Eduardo Duhalde lo designó a dedo como candidato a Gobernador y fue electo. Su gestión duró lo que duró el gobierno aliancista de Fernando de la Rua. Cuando las convulsiones sociales en el conurbano bonaerense provocaron la caída del inolvidable “Fernandino”, Ruckauf fue promovido al cargo de Canciller para luego eclipsarse silenciosamente. Su gestión fue desordenada, llena de golpes de efecto y guiada más por las encuestas que por un proyecto político de fondo.
Cuando se fue “Rucucu” (como se le decía a Ruckauf comparándolo con el inolvidable personaje de Olmedo), asumió su Vicegobernador, Felipe Solá.

Hay que reconocerle que por lo menos era bonaerense, pero las graves condiciones económicas y sociales de la provincia le impidieron desarrollar un proyecto político para la provincia. También se notó una falta enorme de equipo de gestión, teniendo que acudir a los consejos, para las designaciones, de aquellos que lo habían impuesto con el dedo. El gobierno de Felipe Solá estuvo enmarcado en un momento de gravísimos conflictos de todo tipo y no tuvo, o no quiso, la libertad desarrollar un proyecto de gobierno capaz de comenzar a resolver las urgencias del momento. Se escudo detrás de la figura de Néstor Kirchner y de esa forma, completó sus seis años de gobierno. Luego de un pequeño paseo por las riberas de la oposición hoy deambula por los pasillos del Congreso Nacional sin un rumbo fijo.

Daniel Scioli se preparó siempre para gobernar la ciudad de Buenos Aires, es un reconocido “porteño”, con domicilio en unos de los barrios más porteños que hay, el Abasto. Desde que se inició en la política, de la mano de Carlos Menem, siempre representó al vecino porteño. Su estrecho vínculo con la provincia de Buenos Aires estaba dado en haber vivido, durante su infancia, algún tiempo en Barrio Sarmiento, reducto distinguido de las familias bien porteñas que querían un baño de tranquilidad cerquita de la Capital Federal y por tener inversiones inmobiliarias en la zona del delta.

Pero el dedo mágico de Néstor Kirchner lo convirtió en Gobernador de Buenos Aires. Su primer gabinete fue heredado de gestiones anteriores y se decía medio en chiste y medio en serio, que tuvo que comprar una guía Filcar para saber cómo llegar a los actos. Es más, una vez en Ituzaingo estaba junto Alberto Balestrini hablando de naderías a la espera del comienzo de un acto de la inauguración (se inauguró 4 veces) de una planta que elaboraba alimento canino. La espera se fue haciendo larga y sin previo aviso apareció el entonces Presidente de la Nación, Néstor Kirchner y al ver que no había llegado su candidato a Gobernador Bonaerense, comentó socarronamente “Es que le dí a Daniel una Filcar vieja. Se debe haber perdido, seguro que no sabe dónde queda Ituzaingó”. Esos eran los comentarios desde el poder y, desde el llano.
Daniel Scioli no ha demostrado mucha perspicacia ni independencia en la elaboración de un proyecto de gobierno para los bonaerenses. Su primer gabinete, en su mayoría, también fue heredado, y las políticas impulsadas se basaron en razonamientos ajenos a la realidad provincial, lleno de actos y gestos que no han generado acciones respaldadas por una política de fondo. Mucha improvisación con un toque de glamour porteño.

No hago este racconto para criticar a ningún político, lo hago como un ejercicio de buena memoria, porque necesitamos los bonaerenses ser gobernados por alguien que conozca profundamente la provincia. Necesitamos los bonaerenses un gobernador que haya lidiado con los problemas reales de los bonaerenses. No podemos seguir improvisando, no se pueden seguir emparchando las instituciones porque en un futuro no muy lejano, hay un punto de no retorno. El conurbano bonaerense parece una gran favela de Río de Janeiro, donde impera el delito, la marginación, la exclusión, la prostitución, el narcotráfico, etc.

En la provincia de Buenos Aires tenemos graves y urgentes problemas. Lo importante se ha vuelto urgente, ya no tenemos la opción de darle tiempo al futuro Gobernador de conocer la provincia y sus problemas.
Para ser claro voy hacer hincapié en uno sólo de los reales problemas de los bonaerenses, que es la seguridad y, me voy a referir a La Matanza, porque como dice nuestro Intendente, es la hermana mayor del resto de los municipios.

El gasto per capita del estado en un matancero está calculado en $708 pesos anuales, cuando en distritos vecinos ronda los $1500. La Matanza ha perdido en los últimos dos años un 30% de sus efectivos policiales, que se fueron a trabajar a la Policía Metropolitana, porque un oficial de la metropolitana con dos años de antigüedad cobra un sueldo de $11.000 y un Comisario Inspector, con 30 años de antigüedad en la Policía de la provincia cobra en mano $11.000. No hay relación entre un sueldo y el otro. Es un abismo de diferencia.

En La Matanza tenemos alrededor de 2000 efectivos policiales en servicio activo por turno, es decir, que están patrullando las calles (sin contar a los que realizan custodia de los edificios públicos ó hacen tareas en las comisarías ó están ocupados en función judicial, etc.). Tenemos 2000 policías en la calle que están divididos en tercios, es decir, hay en calle por día, un policía por cada 3000 habitantes (un dato que duele y desconcierta), la comisaría de la ciudad cabecera del distrito tiene dos patrulleros con una cuadricula de patrullaje de 23 cuadras por lado, es decir, el patrullero pasa por un punto determinado de la cuadricula de patrullaje una vez cada cuatro horas.

Los sueldos policiales están muy por debajo del ingreso que deberían tener. La Policía de la provincia de Buenos Aires esta en un estado lamentable, y por la magnitud de sus necesidades, se ha convertido en un pozo negro dónde ninguna partida presupuestaria alcanzará nunca a cubrir las necesidades de la fuerza. En este estado de cosas, la corrupción se ha hecho carne en la mayoría del personal, aquellos que están fuera de los negociados y corruptelas, igual deben cargar con el estigma negro del comportamiento de sus colegas.

Nada justifica la corrupción del personal policial, pero tampoco pretendan que sean Súper Hombres, porque Superman era extraterrestre y vivía en yanquilandia.

Las iniciativa implementadas por el Intendente Espinoza en materia de seguridad han sido correctas y, hasta ahora, efectivas en un porcentaje mayor a lo habitual. Espinoza ha demostrado una interpretación correcta del tema, pero más allá de todo, ha hecho algo importantísimo: NO HA IMPROVISADO Y HA SIDO COHERENTE, esos pequeños detalles, suelen hacer la diferencia.

El patrullaje preventivo de las camionetas negras y las balizas azules de la Policía Municipal, han marcado la presencia en los barrios de las localidades matanceras (más allá de alguna que otra picardía de los hombres de negro) dándole al vecino, cierta sensación de seguridad, lo mismo ocurre con la iniciativa de la traer al distrito una delegación de la Escuela de Policía Vucetich, eso implicaría duplicar en poco tiempo la cantidad de efectivos policiales en las calles. Pero obviamente, mientras sigamos un cana cada 3000 monos, La Matanza seguirá siendo Kosovo.

Por eso, para finalizar, me gustaría, amigos lectores, que comencemos hacer un ejercicio sano de la memoria, es tiempo y la situación lo amerita; y una última reflexión, muy pocos Hidalgos de Bragueta hicieron algo bueno o meritorio en su vida, los registros históricos hablan de muy pocos casos y, manteniendo la analogía original, me arriesgo a manifestar, que muy pocos políticos designados a dedo harán algo por sus representados.

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