Se nos fue un año más para el pueblo mirasol. Podría haber sido nuestro año, el de nuestras vidas. El 23 será recordado con una mezcla de tristeza, dolores y amargura por haber estado cerca de lo que siempre quisimos. Sin embargo, también será recordado por lo felices que fuimos mientras duró el éxtasis de estar en lo más alto.
Por Pablo Nolasco Flores
IG: @soyelnoli
Fotos: Ezequiel Calicchio
IG: @almirante88
Hace unos días, un amigo dijo que somos hinchas de un club que pocas veces gana algo. Y es verdad. Pero a la vez, Almirante es un club que siempre pelea y que queremos que así lo haga. Entonces ahí nos habita la primera y gran contradicción: le pedimos todo a nuestro equipo sabiendo que es muy probable que no nos los dé. Casi como la vida misma. Por eso, tenemos que aprender a transitar las frustraciones y a la vez, las derrotas.
Cuando perdimos el clásico contra Moron de local, nos invadió una tristeza enorme que nos costó una semana de recuperación emocional. Muchos nos empezamos a preguntar qué sentido tenía ponerse así por un partido de fútbol. Elijo seguir sosteniendo que elegimos el fútbol para dirimir todas nuestras broncas, dolores y malos tragos que la vida cotidiana nos va imponiendo. Por supuesto que cuando los resultados futbolísticos son favorables, también aprovechamos para suspender nuestras tristezas por un instante, como cuando gritamos el gol de Rivero a Chicago a los 44 minutos del segundo tiempo.
El fútbol también fue excusa para encontrarnos y compartir con aquellos que fin de semana tras fin de semana nos transmitían sus ansiedades por el partido. Pero también para contarnos cómo iban sus vidas, sus amoríos, sus desencuentros, sus problemas y también, las preocupaciones por una situación política y social que se avecinaba.
En ese marco nos dispusimos a viajar a Córdoba el domingo 29 de octubre para ver si la historia nos iba a dar una oportunidad. Pero como en el fútbol juegan dos equipos, donde tanto uno como el otro quieren ganar, la derrota es una de las posibilidades.
Las clases populares matanceras habían invadido Córdoba aquél día. Más de veinte mil aurinegros fuimos con nuestras ilusiones para gritar ¡por fin! Pero no se pudo dar. Por ahora no. Ya vendrán tiempos mejores. No van a faltar oportunidades. Mientras tanto, seguimos con nuestras amistades y nuestras familias aguantando ésta pasión tan contradictoria que es Almirante Brown. Porque a pesar de todo, fuimos felices.