
En América Latina, crece la demanda por un reconocimiento más amplio del duelo en los ámbitos laborales.
Por Florencia Belén Mogno
El modo en que una sociedad acompaña a quienes atraviesan una pérdida revela tanto sus valores como sus ausencias. En el ámbito del trabajo, las respuestas institucionales frente al duelo suelen estar marcadas por la rigidez, los silencios o el apuro por volver a la rutina. La pregunta sobre qué lugar tiene el dolor en los espacios laborales sigue siendo, en muchos casos, un interrogante abierto.
En América Latina, el debate sobre las licencias por duelo comenzó a tomar fuerza a partir del reconocimiento de una realidad concreta: 1 de cada 8 personas que trabaja está transitando una pérdida significativa.
Sin embargo, los marcos normativos aún reflejan un enfoque restrictivo que deja por fuera a gran parte de los vínculos que conforman la vida cotidiana. La política laboral continúa basándose en un modelo de familia tradicional, desestimando afectos, configuraciones familiares no registradas y situaciones que, aunque profundamente dolorosas, no encajan en categorías jurídicas.
En ese marco, desde DEIBme —una consultora especializada en diversidad, equidad, inclusión y pertenencia— compartieron un documento que aborda el duelo desde una perspectiva organizacional y propusieron una reflexión urgente: ¿qué tipo de cultura se está construyendo si no hay lugar para el dolor?
Según la información a la que accedió NCO, “en Argentina el permiso por duelo incluye apenas a madres, padres, hijos o cónyuges, con una duración de tres días pagos. Todo lo que queda fuera de esa estructura (hermanos, abuelas, parejas no registradas, redes afectivas o amistades significativas), continúa sin ningún tipo de protección legal ni contemplación desde las políticas internas de las empresas”.
Detalles y análisis del tema
La ausencia de reconocimiento también afecta a personas que atraviesan interrupciones de embarazo o que sufren la pérdida de alguien en contextos de violencia no tipificados legalmente.
Esto repercutió con mayor dureza en quienes no se ajustaban a los modelos familiares tradicionales, en quienes trabajaban sin registrar o en personas LGBTIQ+ que vivieron duelos atravesados por discriminación o exclusión.
Durante los últimos dos años, varios países de la región comenzaron a revisar sus marcos legales. Chile amplió su licencia por duelo incorporando a los hermanos, México presentó un proyecto que contempla cinco días pagos por la pérdida de un familiar directo, y Costa Rica extendió el permiso hasta familiares de tercer grado.
En ese sentido, el documento facilitado a este medio señaló que en Colombia, una ley reconoció el impacto de la violencia de género en las familias y habilitó becas, cuidados y apoyo psicosocial para hijos de víctimas de feminicidio.
Ampliación del estudio
En sintonía con lo planteado, el reporte indicó que aunque las reformas fueron desiguales, todas marcaron un cambio de paradigma: el duelo dejó de ser un asunto exclusivamente privado para convertirse en una responsabilidad institucional.
Las preguntas que surgieron a partir de estos debates excedieron la letra fría de las leyes: ¿cómo acompañar a quienes viven solos, sin redes formales? ¿Qué apoyo pueden ofrecer las empresas frente a pérdidas que no están registradas legalmente pero que impactan profundamente en la vida cotidiana?
El informe de DEIBme señaló que, incluso cuando existen beneficios o licencias, no todas las personas acceden en igualdad de condiciones. La jerarquía dentro de una organización, el nivel de formalización del vínculo perdido, la claridad con la que se puede verbalizar una necesidad o incluso la percepción sobre qué tipo de dolor es “legítimo” influyen en el acceso real al cuidado.
En ese escenario, algunas organizaciones comenzaron a ensayar prácticas más situadas y humanas. Entre las acciones concretas que mostraron impacto positivo, destacaron: el acompañamiento terapéutico sin necesidad de diagnóstico previo y la flexibilización de licencias (que pueden tomarse de manera escalonada).
Asimismo, a estas se sumaron la capacitación de líderes para acompañar sin invadir, la ayuda económica para gastos inmediatos y la creación de espacios simbólicos para recordar a quienes ya no están.
Resumen de la investigación
Según datos recientes, plataformas como Empathy o Betterleave, que ofrecen asistencia legal, emocional y administrativa ante la pérdida, aumentaron un 37 por ciento sus descargas entre 2024 y 2025.
Sin embargo, desde DEIBme advirtieron que el cambio más profundo no está en la tecnología, sino en las conversaciones que habilitan nuevas formas de entender el trabajo como una red que también puede alojar el dolor.
Desde la experiencia en talleres y espacios de formación que impulsaron, observaron que el primer paso fue muchas veces reconocer lo que ya se intentaba hacer desde el cuidado. Escuchar lo que dolía, lo que se silenciaba o lo que se improvisaba fue parte del diagnóstico inicial.
El informe cerró con una invitación concreta: mirar el duelo sin bajar la mirada. Entender que acompañar una pérdida no se reduce a conceder un día libre, sino que implica revisar cómo se lideran los equipos, cómo se construyen los tiempos para volver y qué lugar se le da a lo humano dentro de la rutina.
Fuente fotografías: DEIBme
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