Número de edición 8481
La Matanza

Mi Historia: “Esos momentos uno no los olvida”


Las historias que se trascriben a continuación están contadas en primera persona, cada uno de los protagonistas contaron la historia que vivieron desde su óptica. Está el testimonio de los soldados, de un suboficial y de un oficial.

Ricardo O. Damonte de 49 años es vecino de toda la vida de San Justo, tanto su papá como luego él, trabajaron en la Municipalidad de La Matanza.

En 1982, Oscar Damonte combatió en las Islas Malvinas a bordo del buque (capturado a los ingleses luego de la toma de Puerto Argentino) de transporte “Forest”.

Damonte nos cuenta que “Estaba haciendo el servicio militar en el Liceo Naval Almirante Brown, en la ciudad de La Plata. Desde hacia tiempo escuchábamos sobre la posibilidad de invadir las Islas Malvinas, pero nunca se dijo nada concreto. Hasta el 2 de abril, cuándo realmente se tomaron y ahí comenzaron las preocupaciones.

Especulábamos sobre quién iría o no. Cuando me avisan que voy a ir, me sorprendió, porque en el Liceo éramos como 200 y fueron solo 6 ó 7 a las Islas Malvinas. Pude estar con mi familia el 12 de abril y hablamos un poco. El 13 de abril partí para las Islas, sentía una mezcla de emociones raras, miedo, desconcierto; pensábamos que íbamos 1 semana ó 10 días y luego volvemos. Pero cuando pasó el tiempo, nos dimos cuenta que iba en serio”.

Sobre su preparación militar nos dice que “Hacia un par de meses que estaba en la colimba (corre, limpia y barre), había hecho la instrucción en Puerto Belgrano durante dos meses y, en el Liceo, hicimos varias veces instrucción con armas. La Marina nos habías entrenado para realizar todas las tareas necesarias para el mantenimiento de un buque. Tenía un conocimiento previó que me sirvió después en Malvinas. También tuve la suerte de servir con un Teniente de Navío que era muy compañero nuestro, no se ponía las tiras (las tiras en la mangas señalan el grado del oficial) y nos hacia ver que mandaba él; comíamos todos juntos, éramos como una pequeña familia”.

“El estado de ánimo era muy cambiante” asegura Damonte y agrega que “Había pibes con la capa caída y otros tenían todas las pilas. Los soldados de ejército eran los que la pasaban peor, pero el ejercito tenía otro trato con el colimba”.

“Nosotros navegábamos todos los días llevando provisiones a varios lugares, como Puerto Darwin, Bahía Fosa, Ganso Verde” nos explica Ricardo Damonte y nos cuenta que “Cuando entramos en combate, veníamos cargados con nafta JP1, que es nafta de avión en tanques de 200 litros. Íbamos hacia el lado del aeropuerto de Malvinas.

Estábamos boyando fuera del puerto esperando que nos autoricen a ingresar, cuando de repente aparece un helicóptero y empezó a disparar de proa a popa. Nosotros repelimos el fuego con el FAL, la pistola 9 mm. Cuando empezó el ataque estaba durmiendo, dado que había dejado la guardia hacia un rato y, cuando escuche la orden del Teniente de salir a cubierta porque nos estaban atacando, fue todo confusión. Al salir a cubierta eran tiros por todos lados, me guarecí detrás de un mástil y desde ahí comencé a disparar. El ataque duro segundos, pero me pareció horas. Habrán atacado durante cuatro o cinco minutos pero pareció una locura de muchas horas” y afirma que “A partir de eso, ya estaba en la guerra; ya era otra cosa, teníamos una mezcla de sensaciones, miedo, por un lado y por el otro, esa garra (por llamarla así) de defender nuestra vida. Siempre estuvimos navegando, con el peligro de que te ataque un avión o un helicóptero.

Nosotros rompimos tres veces el bloqueo naval durante la noche. Los ingleses tenían permanentemente helicópteros en el aire, estos divisaban las posiciones argentinas y le daban parte a las fragatas para que disparen hacia la costa en forma continúa”.

Ricardo Oscar Damonte nos dice que “La última noche antes de la rendición fue un bombardeo constante desde las fragatas y las fuerzas de tierra respondiendo el fuego, hasta que en un momento se hace un silencio espeso y vemos que los soldados comienzan a replegarse. El momento de la rendición lo viví con mucha amargura, con mucha bronca.

Ver como arriaban el pabellón de nuestro buque me puso muy mal. Los ingleses no se llevaron la bandera, se la dieron al teniente que era el capitán del buque. Dentro de todo, los ingleses fueron bastantes correctos. Esos momentos uno no los olvida” y agrega que “Por lo que vi y viví, por lo que escuche, los ingleses no se la llevaron de arriba ni esperaron que les íbamos hacer frente. Teníamos 19 años pero teníamos conciencia de lo que estábamos haciendo y, por eso, muchos compañeros dejaron su vida en Malvinas defendiendo su tierra”.

“Volví en el buque Almirante Irizar, las bodegas estaban llenas de heridos, ahí me di cuenta de que fui bendecido por Dios, al volver sano y sin heridas. Esas cosas te cambian la vida, miras las cosas desde otro lado, tenés otra perspectiva” afirma Damonte y nos cuenta que “Me dieron de baja recién en octubre de 1982, al volver a la vida civil recuperé tiempo con la familia, me anote en varios lugares para trabajar, hasta que ingrese a trabajar en la municipalidad de La Matanza en septiembre del ‘83”.

“Los primeros años post Malvinas, durante el gobierno de Alfonsín, nos sentimos discriminados, era como que no existíamos los veteranos de guerra” afirma Damonte y sostiene que “Después de 30 años, miro para atrás y me siento agradecido de la vida. La vida me ha dado un montón, estoy feliz. Siento que ir a Malvinas valió la pena, esa experiencia me sirvió muchísimo para valorar todo lo que me dio la vida”.

Ricardo Oscar Damonte nos cuenta que “Volví a mi casa el 15 se junio a las once de la noche. Bajamos del Irizar en Comodoro Rivadavia y de ahí en avión hasta Ezeiza, nos trasladan al edificio Libertad (sede del la jefatura de la Armada), ahí nos hicieron un reconocimiento médico y después, nos llevaron a cada uno al domicilio. Pude llamar a casa desde el edificio Libertad y avisar que estaba bien y que iba para casa. Acá me estaban esperando los viejos. Fue algo hermoso el recibimiento, poder abrazarme con los míos fue algo hermoso. Nunca pensé que iba a volver, porque cuando uno estaba allá, uno ve tantos muertos que piensa que en cualquier momento le toca a uno. Yo creo mucho en Dios, siempre me apoye en eso y me dio mucha fuerza de voluntad para seguir adelante. Veo algunos compañeros que no han podido superar el momento post traumático de Malvinas, yo tuve mi propio bajón, cuando tenía 21 ó 22 años, pero pude salir adelante”.

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