Número de edición 8481
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¿Buffet escolar o llevar la comida de casa?

¿Buffet escolar o llevar la comida de casa?

Luego de la repercusión que tuvo la nota sobre cuánto cuesta al día de hoy elaborar “un alto guiso”, surgió una nueva inquietud: ¿cuánto gastan los chicos cuando comen en la escuela? ¿Actualmente se le puede hacer frente? En la nota, la comparación de precios.

Hace unos días encontramos en internet un video de 2012 en donde un periodista se refería a un conflicto estudiantil de entonces y, en resumidas cuentas (lo expongo de esta forma porque no hace al contenido de la nota, sino que solamente es el puntapié), decía que si un chico no puede comer en la escuela por razones económicas, que lleve un sándwich de su casa.

Sin polemizar ni ocuparnos de temas que habría que desenraizar ya que por lo pronto, no hablamos de los mismos precios (ni tampoco nos referimos al conflicto), Diario NCO decidió comparar las opciones: ¿comer en el buffet o llevar la comida en una vianda?

En el colegio

Mónica es la encargada del kiosco de una escuela secundaria de Villa Luzuriaga y trabaja en los tres turnos. De carácter sociable y muy preparada para comunicarse con los adolescentes, se dedica al rubro hace 12 años, los nueve últimos en esa institución y los tres previos en una primaria.

Cuando la consultamos acerca de los precios se la notó preocupada e incluso en una parte de la entrevista señaló que “aunque pierda un poco” siempre prefiere que los alumnos puedan comer lo que les gusta.

En este sentido, la mujer admitió que el aumento de los costos es exponencial: “Cuando voy al mayoristas y veo a las chicas remarcando, digo ‘¡nooo!’”. A la inflación, se suma que los estudiantes ya no cuentan con el dinero suficiente como para hacer compras todos los días.

Así, explicó que en estos meses está surtiendo su negocio con snacks a los que separa en bolsas de 10 o 15 papas fritas, por ejemplo, para que los alumnos puedan disfrutarlas en el recreo con menor dinero.

Para que los productos estén al alcance de todos, en la mayoría de los casos la mujer ya no elige ni primeras ni segundas marcas, puesto que ni siquiera para ella es accesible y además le resulta poco rentable: si invierte más, debe reflejarlo en la venta al público, cuestión que según comentó disminuyó considerablemente.

Incluso, reveló que los alumnos del turno noche, quienes hasta hace unos años cenaban tartas o empanadas que ella preparaba, hoy enfrentan una actualidad muy diferente ya que la mayoría formó su propia familia y opta por comer cuando llega a su casa, sin darse ningún gusto con sus compañeros.

Cabe destacar que comprar “algo rico” para el recreo, sobre todo cuando se realizan actividades escolares durante todo el día, sobrepasa lo estrictamente alimenticio: implica estar juntos y compartir un buen momento con esas personas que están al lado tuyo, aprendiendo con vos.

Por otra parte, Mónica reconoció que es poco usual que los chicos lleven el almuerzo en la mochila. “No es común que alguien en la casa se tome el trabajo de armar la vianda con milanesas, un poquito de arroz, ensalada, tomate…tampoco los chicos quieren eso. En general quieren comprar”.

Hablemos de precios: comer en la escuela vs llevarlo de casa

En la escuela:

Sándwich de milanesa completo: $70 (aunque el precio promedio es de 100).

Botella de gaseosa (primera marca): $30.

Total: entre 100 y 130 pesos por día.

Desde casa:

Tomates: $60 el kilo.

Queso: $110 el kilo.

Huevos: entre 50 y 70 pesos la docena (cerramos en $60).

Lechuga: $30 el kilo.

Milanesa: $200 el kilo.

Pan rallado: $30 los 500 gramos.

Aceite: $50 por litro. Rocío vegetal: $50 el spray.

Pan: entre 50 y 90 pesos el kilo (promediamos en $70).

Todo esto da como resultado diario 122 pesos ($610 semanales) sin contar el gasto de gas o de luz para la cocción, el tiempo invertido, los elementos utilizados, el aderezo y la gaseosa.

Lo que Mónica gana

El momento es difícil para todos: “Yo creo que vengo recuperando lo que invierto. Ganancias no tengo desde hace unos meses”, dijo y lanzó un suspiro ya que además de la situación económica que impacta en sus pocas ventas, se suman los días de paro docente en los que no puede trabajar.

Por momentos se pregunta si es conveniente continuar con esta tarea o sería mejor tomar otro rumbo, pero hay algo más fuerte que la lleva a persistir. No hubo mucho más para preguntarle cuando en una parte de la entrevista confesó: “Yo no puedo dejar a la gente sin comida. A veces pienso en poner un comedor”. Últimamente, la kiosquera siente esta angustia con más frecuencia.

“En la escuela los chicos reciben facturas, alfajores o un sándwich con matecocido. A veces, esa es la única comida que tienen en su estómago durante todo el día. Hay pibes que no vienen para estudiar, vienen solamente para recibir esa taza de matecocido con lo que les den. Entonces vos los ves ahí, mientras los otros compran y a mí se me parte el alma”, comentó severamente emocionada. Conforme con esto, resaltó la labor de la institución para contenerlos.

De este modo, agregó: “Cuando comencé, no podía creer lo que veía. Ahora me hice carne”. Mónica recordó sus inicios, en una escuela primaria matancera a la que asistían niños y niñas de un hogar. “Ellos eran más chiquitos, venían y nunca compraban. Después, una seño me explicó. Entonces, yo les traía golosinas y se las daba porque era muy fuerte la situación”, relató.

Pero esto no solo tiene que ver con los chicos, sino también con los alumnos de la escuela nocturna: “Hace poco compramos mercadería y entre los profes armamos una canasta para una señora y su hijita, que ya termina este año porque no estaba viniendo debido a que no tenía para cargar la SUBE…y tampoco tenía para comer”.

“Ahora acordamos que una o dos veces al mes vamos a tratar de juntar algo de mercadería para dársela a ella”, contó. En este sentido, remarcó el sacrificio que hacen los alumnos de ese turno: “Es gente que quiere que terminar la secundaria y es complicado”.

Estudiar también cuesta caro

En otro orden de cosas, la mujer mencionó que a los alumnos les cuesta adquirir las fotocopias, por lo que en algunos casos las compran en grupo y analizan los textos de forma conjunta. “A veces se me acercan papás y me dicen que por favor le dé a su hijo un juego, que en unos días me lo va a pagar. Y sí, no le puedo negar el material”, comentó.

Con respecto a la nocturna, Mónica también es flexible: “Por lo general se las voy fiando y después, los que cobran por semana, vienen el lunes y me pagan. Te tenés que ir adecuando a ellos, te tenés que poner en su lugar también porque si no, no hay manera”, concluyó.

Fuente de la imagen: diariosomos.com.ar

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