
Cuando el testamento de Don José María se redactó el 13 de marzo 1857 las cosas en el pago de La Matanza, como en toda la provincia, estaban bastante convulsionadas.
Por Sergio Laurenza
Profesor en Historia
Para marzo de 1857, el gobierno de la Confederación Argentina era ejercido por Justo José de Urquiza, pero la provincia de Buenos Aires se encontraba en rebeldía desde la revolución del 11 de septiembre de 1852. La inestabilidad política y la amenaza de guerra era la constante del período, y particularmente en Buenos Aires.
El gobierno provincial era ejercido por Pastor Obligado que dejó el cargo, después de las elecciones del 3 y 4 de mayo de ese mismo año al nuevo gobernador, Valentín Alsina.
En una etapa de rupturas las estrategias de los distintos sectores que componían la vida económica y social de la provincia fueron variadas, contradictorias y caóticas. En esa situación el rosismo derrotado comienza una diáspora que va a resultar en posiciones encontradas y en reacomodamientos socioeconómicos, después de todo, muchos de los grandes hacendados rosistas eran, en primer lugar, eso, grandes hacendados.
La Matanza durante el período rosista mantuvo lealtades divididas entre unitarios y federales, de este modo, conocidos vecinos como los Ramos Mejía o Lino Lagos simpatizaban con la causa unitaria y sufrían confiscaciones y donaciones “voluntarias”, cuándo los vientos políticos cambiaron también cambió la suerte de quienes detentaban el poder. Cabe recordar que la revolución de 1852 fue acompañada por una parte importante del rosismo en la figura de Lorenzo Torres que lo hacía públicamente y que selló definitivamente acuerdos entre los federales de la provincia y sus antiguos enemigos unitarios durante el bloqueo de Buenos Aires de 1853. Desde allí los hacendados de la provincia sostuvieron al gobernador Manuel Guillermo Pinto, y posteriormente a pastor Obligado, con la anuencia de Tomás Anchorena. Por otro lado, José María Ezcurra no había sido ajeno a la participación política. En 1834 y posteriormente, en el período 1841-46, había oficiado como juez de paz dentro de la importancia que estos tenían en el régimen rosista. En 1852 Urquiza levanta por un breve período la confiscación de bienes de Rosas y Ezcurra compra la estancia San Martín por “1500 onzas de oro”.
Desde esta perspectiva podemos concluir que Los Ezcurra se encontraban acompañando al gobierno provincial en sus disputas con la Confederación, sin embargo, las alianzas entre unitarios y antiguos rosistas no eran tan sólidas y la posibilidad de un gobierno próximo de Valentín Alsina en 1857 y el fortalecimiento de antiguos adversarios, podía presuponer algún tipo de conflicto.
En ese marco el testamento de José María nos permite inferir que el delgado hilo de las alianzas políticas y la diáspora familiar eran motivos suficientes para dejar en orden sus papeles. Don José María va a morir en 1861, es decir que sobrevivió a su testamento 5 años y la realidad política habían cambiado para su tranquilidad. El nuevo orden económico que se sustentaba en la agroexportación y el control de los andamiajes políticos por parte de la minoría terrateniente garantizaba que la familia podría sucederle sin las consecuencias de los avatares políticos del pasado. Moría en paz y en prosperidad, en su testamento se encomendaba a Dios y a la virgen para dejar sus asuntos terrenos en paz, así fue el 24 de agosto de 1861.