
Calamidad. El Conurbano Bonaerense esta acechado por la delincuencia organizada. Verdaderas mafias perversas al servicio de sus más bajos objetivos.
Bandas de degenerados que se dedican a arruinar las vidas de desconocidos, la mayoría de ellos seres humanos decentes, que en sendas oportunidades han visto morir a sus familiares en el marco de una entradera.
Por Hugo López Carribero
Este enjambre de pervertidos jamás repara en el daño producido, empuñan armas de fuego y las esgrimen apoyándolas en los cuellos de los niños, delante de los ojos de sus padres.
Ese es el temperamento de las logias macabras que transitan el conurbano, compuestas por malvivientes sádicos que a menudo disfrutan del sufrimiento ajeno.
Estos psicópatas delictivos saborean a sus víctimas de la manera más perversa.
Para ellos el dinero, o el valor de un auto, son equivalentes a la tortura o a la muerte de toda una familia, de ser necesario.
Otras veces matan por no haber logrado el pretendido robo.
A menudo también matan para preparar el robo o para asegurar su impunidad. En sendas oportunidades los robos, cada vez más violentos, están destinados a la captación de dinero para comprar estupefacientes.
Esa es la situación de calamidad en el Conurbano. ¿Usted la percibe?
El Conurbano Bonaerense esta acechado por la delincuencia organizada. Verdaderas mafias perversas al servicio de sus más bajos objetivos.
Bandas de degenerados que se dedican a arruinar las vidas de desconocidos, la mayoría de ellos seres humanos decentes, que en sendas oportunidades han visto morir a sus familiares en el marco de una entradera.
Por Hugo López Carribero
Este enjambre de pervertidos jamás repara en el daño producido, empuñan armas de fuego y las esgrimen apoyándolas en los cuellos de los niños, delante de los ojos de sus padres.
Ese es el temperamento de las logias macabras que transitan el conurbano, compuestas por malvivientes sádicos que a menudo disfrutan del sufrimiento ajeno.
Estos psicópatas delictivos saborean a sus víctimas de la manera más perversa.
Para ellos el dinero, o el valor de un auto, son equivalentes a la tortura o a la muerte de toda una familia, de ser necesario.
Otras veces matan por no haber logrado el pretendido robo.
A menudo también matan para preparar el robo o para asegurar su impunidad. En sendas oportunidades los robos, cada vez más violentos, están destinados a la captación de dinero para comprar estupefacientes.
Esa es la situación de calamidad en el Conurbano. ¿Usted la percibe?