Los paladines de la república
Recuerdo bien que hace pocos años atrás los paladines de la República pululaban por los canales de televisión, los estudios de radio, las redacciones de los grandes diarios y los estrados judiciales, denunciando airadamente los supuestos agravios que los gobernantes de entonces estaban cometiendo contra la Constitución y las leyes y hasta incursionaban en avenidas y plazas de las principales ciudades del país insultándolos de la manera más soez y vulgar que se tenga memoria, a la vez que les deseaban un final tan prematuro y doloroso como desproporcionado, sobre todo si se comparan las gestiones cuestionadas con otras anteriores infinitamente peores.
Por Francisco J.Martínez Pería. Abogado.
fjmartinezperia@gmail.com
Recuerdo también cuando una nutrida congregación de famosos periodistas reivindicó airadamente su legítimo derecho a preguntar, supuestamente ignorado por las autoridades, severamente cuestionadas por esa imperdonable omisión. Como olvidar el emotivo homenaje que los paladines de la República le tributaron al Dr. Alfonsín, entronizado como Padre de la Democracia por muchos de los mismos que poco tiempo antes lo habían silbado estrepitosamente en la Sociedad Rural. Y qué decir de las profundas investigaciones periodísticas sobre las enfermedades presidenciales y las sociedades y cuentas que los corruptos dirigentes de entonces poseían fraudulentamente en paraísos fiscales del exterior o en insondables catacumbas patagónicas. Como no recordar el énfasis con que se señalaba cual era el límite en la concertación de alianzas y con el que se juraba que ese límite jamás sería transgredido, porque antes que girar tan a la derecha era mejor prepararse para perder elecciones, tal como lo mandaba la venerable tradición alfonsinista. Por último, tampoco se pueden olvidar fácilmente los paros que la Confederación General del Trabajo disponía periódicamente para proteger los salarios de los trabajadores mejor remunerados del voraz apetito fiscal representado por el odioso impuesto a las ganancias.
Pues bien, hete aquí que de la noche a la mañana los paladines de la República y los frustrados preguntones han desaparecido de los lugares que solían frecuentar y se han llamado al más estruendoso silencio, trocando las incómodas barricadas opositoras por confortables despachos oficiales, dejando las enseñanzas alfonsinistas en el más solitario de los olvidos y reemplazando su incontenible vocación por preguntar por una más saludable inclinación a justificar concienzudamente todos y cada uno de los actos de gobierno, así fueran estos nombrar jueces de la Corte Suprema por decreto, cuestión que ya no parece afrentar su acendrado espíritu republicano. En estos días, además, le han encontrado una novedosa vertiente a su vocación periodística, la que ha pasado de ejercerse del modo guerrero al modo servil, mientras imaginan los mil y un lugares donde puede encontrarse un presunto desaparecido al que de ninguna manera están dispuestos ni siquiera a imaginar como posible víctima de una desaparición forzosa. Eso sí, si el periodismo tiene entre sus nobles funciones la de controlar a los poderes instituidos y fácticos, denunciando sus abusos y atropellos a la opinión pública, sería muy bueno que alguien les avise a sus plumas y voces más notorias que hace dos años que cambió el gobierno, porque ellos no parecen haberse dado por enterados y mientras siguen criticando enconadamente a los ex funcionarios, los actuales insisten con su festival de tarifazos, despidos, ataques despiadados al poder adquisitivo de los salarios, incremento irrestricto de las importaciones, desindustrialización, vaciamiento de las empresas y organismos públicos, blanqueos ilegales de familiares directos de los funcionarios, conflictos de intereses, decretos de necesidad y urgencia, vetos, cuentas y empresas off shore, endeudamiento feroz, entrega de la soberanía nacional e implacable persecución a las contadas voces críticas que van desapareciendo del aire y del dial ante el vergonzoso silencio de sus colegas, en clarísima complicidad con el Poder. Algo parecido puede decirse de los aguerridos representantes sindicales, que ya no paran ni por el impuesto a las ganancias ni por causas mucho más urgentes y generalizadas. Los que sí tomaron debida nota del cambio de gobierno son algunos integrantes del Poder Judicial que ya no tienen reparo alguno en dictar sentencias cada vez más desopilantes por el grado de arbitrariedad, ilegalidad e inconstitucionalidad que conllevan.
Sin embargo, no puede negarse que entre las más excelsas paladines de la República se cuentan una dirigente política cuyos posibles electores tal vez no alcancen a llenar ninguno de los estudios de televisión que frecuenta habitualmente y cuyo único mérito parece residir en su cerrada oposición a una ex presidenta de la Nación, actual candidata a senadora, a la que pretende se proscriba sin siquiera ensayar el más mínimo fundamento legal y las divas televisivas que, faltándole descaradamente el respeto a las mayorías populares que la entronizaron en el más alto cargo de la República en dos oportunidades, al cabo de una extensa carrera política en la que fue reiteradamente electa para distintas funciones legislativas, confunden el rating con la Historia, sin advertir el descomunal abismo que los separa.