
Un nuevo emprendimiento tiene varios condimentos que le dan sabor a la búsqueda del éxito. La fuerza de voluntad y motivación son las que hacen que los resultados lleguen. Evitamos buscar alternativas que nos dejen a un lado del camino.
Adrian Wilwerth
adrianwilw@gmail.com
Cualquier proyecto tiene un punto de inicio y llegada. Un emprendimiento lo podríamos comparar con una carrera de obstáculos, en donde, lo principal es ir avanzando y saltando vallas.
El fracaso existe cuando no llegamos a la meta y desistimos del camino. Aparece cuando el proyecto se derrumba, sin llegar al destino previsto. Es aquello que nos derriba, nos detiene y no permite que el logro llegue.
Personas de éxitos han destacado que cada fracaso los ha acercado a su meta. En cada nuevo error han identificado una forma diferente de hacer las cosas. Divisando una posibilidad diferente de corregir el tropezón y alcanzar la meta.
Un claro ejemplo, es el de Thomas Edison, creador de la bombita de luz. Ha tenido 5 mil intentos fallidos hasta dar con el logro. Cristóbal Colon fracasó en la búsqueda de las tierras hacia Indias, llegando a otro continente. Sin ese fracaso nosotros no seriamos América.
Entonces ¿por qué duele el fracaso? Porque no nos gusta pasar por experiencias impensadas e incomodas. El fracaso tiene un rol definido. Busca desafiarte, motivarte y preguntarte ¿desistes o sigues avanzando? Incluso tirar todo a un costado puede en muchos casos ser un éxito.
El sentimiento de fracaso es el que aprendimos como algo negativo. Todos los que han obtenidos logros sostuvieron que si no pasaban por fallas habría sido imposible haber logrado tal éxito.
Las personas con progresos se han hecho amigos de los fracasos. Han descubierto que luego de sobrellevar la frustración lograron llegar a la meta con humildad y aprendizaje.
Foto Flachachara.org