Estimados lectores Gracias por acompañarnos nuevamente con su lectura a través de NCO desde un sector de Los Palabristas de hoy y de siempre. Revista literaria que funde y dirijo desde el año 2001. La reseña biográfica de la semana es sobre Yukio Mishima
(Hiraoka Kimitake; Tokio, 1925 – 1970) Prolífico escritor japonés, autor de más de veinte novelas, decenas de piezas teatrales y numerosos cuentos, poemas, artículos y ensayos.
Por: Mónica Caruso. Tapiales
E-mail: monicaacaruso@hotmail.com
Su temática audaz y descarnada, atenta a los aspectos más oscuros de las pasiones humanas, contrasta con la delicadeza y contención de su estilo. Probablemente el escritor nipón más conocido en el extranjero, trazó con doloroso detalle el desarrollo de la personalidad y el efecto devastador de las crueles paradojas de deseo y rechazo, de belleza y violencia, que la van conformando. De él dijo el galardonado Y. Kawabata: “No comprendo cómo me han dado el premio Nobel a mí existiendo Mishima. Un genio literario como el suyo lo produce la humanidad sólo cada dos o tres siglos. Tiene un don casi milagroso para las palabras”.
Nacido en una familia de burguesía media.
Escribió su primer cuento a los trece años y a los dieciséis su primer libro de relatos, que coincidió con su ingreso en la Facultad de Derecho. Durante la Segunda Guerra Mundial trabajó en una fábrica aeronáutica, tras ser desestimado como piloto suicida. Sobrevivir a una guerra en la que habían muerto tantos compatriotas se convirtió para él en un trauma lacerante e imborrable.
Mishima recibió el influjo del Nihon romanha, o romanticismo japonés, que poniendo énfasis en la unidad del Japón y de sus valores culturales, servía de base de apoyo a la ideología nacionalista y dominaba el mundo literario de los años de la guerra. Sin embargo, también la literatura occidental moderna fue para Mishima objeto de destacado interés y de atenta lectura. Su primer trabajo extenso, El bosque en flor, fue publicado en 1941. Una característica de esta obra, como de El cigarrillo (1946), Ladrones (1946-48) y de otras que escribió en el período de la Segunda Guerra Mundial.
Tras obtener el doctorado en Derecho en 1947, fue encargado del Ministerio de Finanzas, pero tras un breve tiempo abandonó el empleo para dedicarse por entero a la actividad literaria. En junio de 1949 publicó Confesiones de una máscara, obra que cosechó un inmediato éxito y que supuso su definitiva consagración en el mundo literario. Aunque en general se acogió la novela con un juicio favorable, algunos críticos mostraron perplejidad y reservas frente a la particularidad del tema (la confesión por parte del protagonista de su homosexualidad) que ciertamente representaba una novedad en la literatura japonesa. Confesiones de una máscara es la historia del itinerario interior del protagonista a través de los recuerdos de la primera infancia hasta las fantasías de la adolescencia, y del lento y aceptado proceso de toma de conciencia de su diferencia y de la incapacidad, experimentada hasta el límite, de amar al sexo opuesto.
Mishima buscó a menudo en la literatura clásica japonesa una fuente de inspiración: prueba de ello es la recreación en clave moderna de algunos dramas No en su Colección de cinco No modernos (1956), pero se sintió también atraído por los valores estéticos del clasicismo occidental. El pabellón de oro (1956) fue su obra de mayor éxito en los años cincuenta. Se trata del retrato de un joven monje fascinado y al mismo tiempo oprimido por la belleza de un famoso templo budista. En 1958, a su vuelta de un viaje a los Estados Unidos, Mishima se casó con la hija de un conocido pintor. La publicación en 1959 de la larga novela La casa de Kyoko no recibió los favores de la crítica.
En los años sesenta la figura de Mishima es vista siguiendo las dos distintas pero inseparables facetas de su personalidad. El Mishima hombre de acción encontró su soporte teórico en la idea de que la verdad puede ser alcanzada sólo a través de un proceso intuitivo en el que pensamiento y acción no son dos modalidades distintas. Encontró la ejemplificación de ello y lasumma de los más auténticos valores nipones en la ética de los samuráis. Fascinado por la ideología transmitida de los guerreros escribió El camino del samurai. En defensa de la cultura (1968). Mishima se hace portavoz de la necesidad de restaurar los valores de la cultura prebélica y militarista.
La obsesión por la decadencia física y una concepción esteticista y masoquista del heroísmo le impulsaron a practicar halterofilia y artes marciales, y a llevar una vida turbulenta, signada por las actitudes retóricas y las posturas extremas. Era un maestro de la representación: actor de teatro, espadachín ritual, modelo de fotografías de simbología inquietante, adalid de una misoginia espartana.
Su compromiso con la literatura y la cultura lo llevaba a rebelarse contra una sociedad sumida en el vacío espiritual y la decadencia moral.
En 1968 fundó con un grupo de amigos la Sociedad de los Escudos, una organización paramilitar de jóvenes que, desencantados con la debilidad de las instituciones imperiales y la obsecuencia constitucional del ejército, propiciaban un resurgimiento del Bushido, el tradicional código de honor samurai. Dos años más tarde, ocupó con su grupo, aunque sin uso de armas, la sede del estado mayor nipón en un intento de forzar la recuperación de los ideales heroicos de preguerra. El 25 de noviembre de 1970, ante el fracaso de su acción, se suicidó mediante el rito del seppukual grito de “Larga vida al emperador”.
Obras seleccionadas
Confesiones de una máscara
Sed de amor
Los años verdes
La Perla y otros cuentos
El color prohibido
El rumor del oleaje
El pabellón de oro
Después del banquete
La escuela de la carne
El marino que perdió la gracia del mar
Los Sables
Música
Madame de Sade
El sol y el acero
Lecciones espirituales para jóvenes samuráis
El mar de la fertilidad
Nieve de primavera
Caballos desbocados
El templo del alba
La corrupción de un ángel
*buscabiografias.com
Fragmentos
Confesiones de una máscara
(Yukio Mishima)
… me sentía agobiado por una sensación de temor al pensar en que llegaría a adulto, y la conciencia de que iba creciendo estuvo siempre acompañada de una extraña y penetrante inquietud.
…En esa ocasión, el cansancio me impidió formularme la pregunta que me había hecho millares de veces: ¿por qué es malo que siga siendo tal cual soy? Estaba harto de mí mismo.
….Sentía la necesidad de comenzar a vivir ¿Comenzar a vivir mi verdadera vida? Incluso en el caso de que se tratara de una pura mascarada y no de mi vida, realmente había llegado el momento en que debía ponerme en marcha, avanzar arrastrando mis pesados pies.
Queridos lectores espero que les haya gustado este pequeño vuelo literario.
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Que tengan un excelente inicio de semana. Hasta el próximo l